La mañana amaneció excelente, como la de todos los días desde que había llegado a La Habana. El plan era, después de tomar el desayuno, visitar la Habana vieja y alguna de las fortalezas construidas en la época colonial. Había oído, o leído, una anécdota de Carlos IV sobre la fortaleza de San Carlos de la Cabaña.
Al parecer,
se le veía con frecuencia enfocar con un catalejo, desde los balcones de palacio, en la dirección
de Cuba. Ante la pregunta de por qué hacía aquello, respondió:
—Espero que, dado el gran coste que ha tenido la construcción
de esa fortaleza, me sea posible divisarla desde aquí —.
Efectivamente, había sido la fortaleza
mayor y más cara de las construidas en América hasta aquel momento. Su
construcción se comenzó después de la recuperación de la ciudad, que había sido
conquistada por las tropas británicas en 1762, lo que puso en evidencia las
debilidades del Castillo de los Tres Reyes del Morro cuando fue ocupado después
de ser asediado desde el lugar en que luego se construyó la nueva fortaleza.
Con este
bagaje, después de desayunar, me dirigí a cumplir mi plan para el día.
La vida
eclosionaba en toda la zona: Las terrazas llenas de gente, la mayoría turistas,
claro; los tenderetes de libros rodeados de gente curiosa y deseosa de encontrar
alguna “joya” editorial, algunas casas se veía que habían sido restauradas
recientemente y pintadas de colores vivos; mucha gente circulaba en bicicleta
(nada del abigarramiento de las colas esperando la llegada del “camello” en el
centro de la ciudad) En todo en el espacio se disfrutaba de un ambiente
relajado que no se correspondía con lo que había vivido hasta ese momento en La
Habana.
La catedral
fue, en su principio, un deseo de los padres jesuitas que contó con toda la
oposición posible por parte de las autoridades civiles y tuvo que ser el obispo
de Compostela quien comprase, por 10.000 pesos, los terrenos para construir el
colegio de los padres jesuitas y una misión. Proyecto que, a la muerte del
obispo fue interrumpido, de nuevo, por el Procurador General y, más tarde, abandonado,
por la expulsión de los Jesuitas por decisión de Carlos II.
Fue hacia el
año 1787, cuando el antiguo oratorio comenzó a transformarse en la actual
Catedral de la Habana. Se había tomado la decisión de dividir la diócesis,
de Cuba, en dos, de acuerdo con
una Real Cédula: una fue la de Santiago de Cuba, la única que existía hasta el
momento, y la otra la diócesis de La Habana. A partir de ese momento, Felipe
José de Trespalacios y Verdeja, primer obispo de esta nueva diócesis a partir
de 1789, y sus sucesores, fueron quienes hicieron las transformaciones
necesarias en el edificio para llegar a lo que es hoy la actual Catedral, que
se erigió bajo la advocación de la Virgen María de la Concepción Inmaculada. Un
edificio barroco, con tres naves y ocho capillas laterales y piso de mármol
blanco y negro.
Existen
otros edificios importantes en las cercanías de la Catedral que hacen de esta
zona un conjunto arquitectónico que muestra cómo se convirtió, — lo que inicialmente, en siglos anteriores, era una ciénaga,
así se conocía a la plaza, de la Ciénaga —, en el área más importante de la
Habana a partir del siglo XVIII:
Así, La Casa
de Don Luis Chacón, la del Conde de Casa Bayona, El Palacio del Marqués de
Aguas Claras, que cuenta con unas arcadas muy interesantes, el Palacio del
Conde de Casa Lombillo, La Casa del Marqués de Arcos…Todos estos edificios, a
la desaparición de sus dueños, han sido utilizados como museos, liceos y sede
de diversos departamentos administrativos.
Otras plazas
próximas, como la Plaza de Armas — la más antigua y lugar donde se
fundó la “Villa de San Cristóbal de La Habana—,
la Plaza Vieja, la de San Francisco de Asís…, lugares como el Templete:
edificación que simula, en estilo neoclásico, un templo grecorromano construido
en 1828 para conmemorar la fundación de la ciudad, y donde hay plantada una
ceiba para recordar el árbol bajo el cual se celebró la primera misa en La
Habana.
Frente al
Templete se encuentra el Palacio de los Capitanes Generales, donde vivieron más
de 60 gobernadores a lo largo de su historia. En su patio central hay una
estatua de Cristóbal Colón… En la Habana Vieja, se encuentra, concentrada, gran
parte de la historia de la colonización española en América…
Dentro de
esta fortaleza se encuentra situado el Faro del Morro, el más antiguo de
América y un emblema de Cuba; unos años después de mi visita, en 2008, fue hermanado con el de
Hércules.
El Castillo
y la fortaleza son construcciones muy interesantes, ejemplos de la arquitectura
defensiva desarrollada en la época. Se mantienen los cañones y baterías de
aquel momento que muestran lo importante que era el mantenimiento de la seguridad
de la ciudad ante los ataques de piratas y corsarios. Con la rememoración de
toda esta historia, de la que España había sido protagonista durante siglos,
volví a descansar al hotel.
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