jueves, 19 de abril de 2018

Los Másteres

El famoso máster de la Presidenta de la Comunidad de Madrid ha puesto sobre la mesa muchas situaciones incómodas, algunas de las cuales no eran, por desgracia, imprevisibles. Las más desgraciadas son las que afectan a la Universidad, lo digo, en general, aunque no afectará de igual manera a cada una de las universidades individualmente consideradas.

La implantación del Plan Bolonia trajo consigo, excepto para Medicina y Arquitectura, que siguieron teniendo contenidos regulados, una devaluación de las antiguas carreras. De una manera consciente, o no, supongo que lo primero, se llevó al espíritu de la gente la idea de que, o se contaba, adicionalmente a los grados, con media docena de másteres, o no iba a ser posible acceder a un trabajo decente. La experiencia está demostrando que, con ellos, tampoco existe esa garantía, pero, esa idea, ha lanzado a los jóvenes españoles, no sé si a los de otros países, a la caza y captura de esos maravillosos títulos.

Era evidente desde un principio que ese planteamiento iba a conducir a crear un espacio de negocio para cubrir esa demanda; es más, también se creó una oferta, casi infinita, de titulaciones lo más rimbombantes posible para atraer a esos jóvenes. Este negocio era evidente para las universidades privadas, pero, también las públicas, cayeron en esa misma tentación. Es fácil  ver por qué: Es una gran oportunidad para conseguir mayores ingresos de los que todas andan escasas. Con mayor razón cuando los ingresos de dinero público se han ido recortando año tras año, por razón, dicen, de la crisis económica.

Ante esta superabundancia de títulos ¿quien se resiste a no tener alguno? Aquí entran algunos de nuestros políticos, que si bien siempre, históricamente, se han visto tentados de "retocar" sus curriculums adornándose de estudios y títulos que no tenían, ahora han visto la posibilidad de "comprarlos" de una manera casi "legal"¿Tendrá esto que ver con un cierto complejo de inferioridad?
¿Serán, aunque sea de una manera vaga, conscientes de sus carencias?






jueves, 5 de abril de 2018

Inteligencia artificial VI


En pocas palabras, intenté explicarle todas mis dudas y los problemas que me había planteado, en lo personal, la propuesta de Mr. Brown.

― Entiendo Mr. Ramos. En cuanto al proyecto le diré que es el más ambicioso que hemos abordado, ahora le explicaré en que consiste. El tiempo de desarrollo es difícil de estimar, pero no esperamos tener los primeros resultados en menos de cinco años. Durante todo el tiempo que dure el proyecto, deberá vivir aquí, salvo los cortos periodos de vacaciones que podrá pasar en su país, y no le puedo garantizar que, en ese tiempo, el proyecto, o su intervención  en él, hayan concluido. Tenga en cuenta todo esto para tomar sus decisiones. Respecto al proyecto, como ya le he dicho, es muy ambicioso: se trata de desarrollar agentes inteligentes, conjuntos de objetos, máquinas y software, capaces de funcionar sin la intervención de humanos una vez programados. En un segundo paso, estos agentes “aprenderán” a mejorar su funcionamiento a través de la experiencia y la repetición de acciones y serán capaces de “tomar decisiones”, eligiendo la mejor acción entre varias posibles. En una tercera etapa deberán ser capaces de programar a otros agentes o de auto-programarse. Estoy seguro de que le gustará el trabajo. En él, podrá desarrollar todos sus conocimientos y experiencias anteriores.
La conversación con Paula fue tormentosa. No aceptó ninguna opción. Tampoco yo esperaba otra cosa.

― ¡O abandonas esa empresa de negreros y vuelves de inmediato, o te olvidas de mí! ¿Sabes? Me han hecho socia del estudio de arquitectura y no estoy dispuesta a dejar mi carrera para ir a aburrirme a los Estados Unidos, mientras pierdes tu vida en un laboratorio diseñando maquinitas. Ni lo sueñes ― me dijo.
***
“Han pasado más de cinco años. Mr. Brown hace tres años que sustituyó a Mr. Hince en la dirección del proyecto, que se está desarrollado bajo los parámetros previstos, aunque aún no  ha terminado ― estos proyectos nunca terminan ―. Algunos agentes han conseguido suplantar a humanos en actividades y actitudes y son capaces de desarrollar relaciones afectivas y establecer grupos afines, pero también observo como se establecen rechazos entre estos grupos y aparecen conatos de enfrentamiento, reacciones violentas que me preocupan. Hemos conseguido los primeros agentes auto programados que aparentan ser más “inteligentes” que los primitivos. Se están imponiendo a ellos y convirtiéndose en sus jefes…”
“¿Cuánto tiempo hace que no he vuelto a mi país ni tomado vacaciones? ¿Estaré perdiendo mi vida en el laboratorio, como me vaticinó Paula…? ¡Paula! Hace mucho tiempo que no sé de ella. Su trabajo sí habrá sido útil a los seres humanos, pero no sé si puedo yo decir lo mismo del mío. Es cierto que he colaborado a producir algo que era impensable cuando llegué aquí, pero he perdido el contacto con el mundo de los míos, con mi país, con mi vida anterior... Tengo la sensación de que los agentes acabarán fagocitando mi cerebro, como lo hicieron con el de Mr. Hince”.

domingo, 1 de abril de 2018

Inteligencia artificial V


Hasta la llegada de Mr. Brown, dediqué las tardes a visitar la ciudad. Había pasado un mes desde mi llegada a Atlanta sin poder hacer otra cosa que empaparme de toda la documentación que me proporcionó Mr. Hince. Aprovecharía estas tardes y, en el fin de semana, iré a ver un partido de football Americano.
Me sorprendió el down town, su arquitectura era ultra moderna: enormes edificios, sede muchos de ellos de algunas de las empresas mayores del mundo, donde predominan el acero y el cristal, comunicados por amplias autovías que se entrelazan a diferentes niveles… Es una de las áreas del sur de los Estados Unidos que más han evolucionado después de la terminación de la guerra de secesión, y Atlanta se ha convertido en una de las ciudades del mundo con mayor desarrollo económico en los últimos tiempos.
El football americano me defraudó sobremanera: interminable, con continuos cortes…de las casi tres horas que duró el partido, no hubo más de media hora de juego real. Entendí la necesidad de las patatas fritas, la cerveza, la música, las majorettes…, sin todo ello, aquel, hubiera sido un espectáculo insufrible.
La llegada de Mr. Brown produjo un cierto revuelo en la compañía. Se sucedieron las reuniones entre directivos y estuve tres días sin tener contacto con nadie. Mr. Hince estaba desaparecido, continuamente reunido con Mr. Brown, según me dijo Rennée. Yo estaba cada vez más inquieto, sin parar de leer las documentaciones sobre proyectos, productos… ¿por dónde me vendrían los tiros?
Por fin apareció Mr. Brown. Entró en mi despacho sin llamar y me abordó directamente ― ¿Qué tal Mr. Ramos, como le va en nuestra ciudad? Perdone que no haya podido hablar antes con usted, ya sabe, cada día aparecen nuevos problemas, bueno, oportunidades…― dijo riendo ― Hemos estado discutiendo sobre la conveniencia de iniciar algunos nuevos proyectos, Este mundo es cada vez más dinámico y no podemos dejar las oportunidades de negocio a los competidores. O comes, o te comen. Es mucho lo que nos jugamos en cada decisión.
― Entiendo, Mr. Brown, no se preocupe. Tampoco he tenido mucho tiempo para para aburrirme. Mr. Hince no ha dejado de proporcionarme información sobre la compañía y los proyectos y todavía estoy asimilándola. La ciudad me ha parecido muy moderna, me ha sorprendido gratamente…
No me dejó continuar, de inmediato entró en materia.
― Si, sobre eso quería hablar con usted. Hay un proyecto nuevo que requiere la incorporación de nuevos recursos. Ya sé que su estancia aquí estaba prevista para dos meses, pero sería muy conveniente que se incorporase a él de inmediato. Trabajaría usted aquí hasta que el proyecto estuviese acabado.
La petición me dejó noqueado. Me esperaba cualquier cosa, menos esta urgencia. Como iba a decidir algo tan importante en segundos…
― No sé, Mr. Brown. No esperaba una propuesta tan imperativa; mi familia, mis planes personales en mi país… ¿En qué tipo de proyecto tendría que trabajar? ¿Cuánto tiempo de desarrollo se estima para el proyecto?
― Este no es un mundo para pusilánimes Mr. Ramos. Usted ha decidido firmar un contrato con nosotros de total disponibilidad y la compañía ha invertido ya mucho en usted porque creemos que su experiencia y conocimientos nos serán útiles y que su compromiso con nosotros es real. De los problemas que la situación pueda generar a su familia ya hablaremos, pero necesitamos una respuesta rápida. El tiempo es el recurso más escaso. En cuanto al tipo de proyecto sería en el campo de la Inteligencia Artificial. Trabajaría en uno de los equipos de Mr. Hince. Él le dará los detalles. Parece que está muy satisfecho con usted y ha sido él quien ha hecho la propuesta para que se incorpore al proyecto.
Mr. Brown salió del despacho dejándome en un mar de dudas: “¿cómo planteo a Paula la situación? Tenemos planes de vida en común, pero, ¿aceptará aplazarlos? ¿Estaría dispuesta a dejar su carrera para venirse aquí? ¿Por cuánto tiempo? ¿Debería continuar aquí una vez acabado este proyecto? O, visto de otro modo ¿Estoy dispuesto a abandonar la que puede ser la mejor oportunidad profesional de mi vida? No le puedo plantear a Paula todas estas dudas…; tengo que hablar con Mr. Hince para que me clarifique más la situación”. Pediré a Renée para que me consiga una reunión con Mr. Hince.

Mr. Hince no me hizo esperar mucho y me recibió sonriente ― Hola Mr. Ramos, ya tenía previsto recibirlo, una vez que Mr. Brown le ha puesto en antecedentes. ¿Tiene algo que plantearme en particular?...

sábado, 31 de marzo de 2018

Inteligencia artificial IV


No podía creer todo lo que estaba viendo. Era como reunir todos mis sueños profesionales en uno solo. En esta compañía tendría a mi alcance todos los recursos necesarios para desarrollar todas las ideas que se agolpaban en mi cabeza…la voz de Mr. Hince, me sacó de mis reflexiones.

― Creo que por hoy ha sido suficiente ― me dijo ―, yo tengo que ocuparme de mi trabajo diario y usted debe reflexionar sobre todo lo que ha visto y sobre su futuro lugar en esta compañía. Si necesita alguna cosa, pidasela a Renée.

― Cierto Mr. Hince, muchas gracias por su atención. Estoy a su entera disposición ― le dije.
“No sé si he vendido mi alma al diablo, pero la he vendido a buen precio. En esta compañía voy a tener la posibilidad de investigar sobre cualquier cosa que pueda haber imaginado. Los cambios que el uso de todas estas tecnologías van a producir en la sociedad van a ser enormes. No me atrevo a imaginar qué más posibilidades me van a abrir las siguientes reuniones con Mr. Hince, pero los cambios tecnológicos que se vislumbran serán dramáticos. Me pregunto cuántas personas perderán sus puestos de trabajo, poco cualificados, sustituidos por estas nuevas herramientas. En la historia de la humanidad, cada avance tecnológico ha dejado en la cuneta a aquellos menos preparados ¿Cómo vamos a poder pagar el coste social que estos avances van a producir? Y, a cambio, ¿a quienes beneficiarán? Stephen Hawking y otros científicos han firmado un Manifiesto para el control de la Inteligencia Artificial, estableciendo unas normas para su uso correcto. Lo que demuestra que, incluso para los expertos, el tema de su aplicación plantea serias dudas ¿Cómo tendrían que cambiar los sistemas de educación para preparar a las nuevas generaciones y poder obtener de estos recursos todo su rendimiento y, además, continuar investigando en nuevos avances? Quizás en los Estados Unidos están preparados para ello, pero no en todos los lugares existe la misma situación ¿Estamos ciegos?”

“Además ¿dónde desarrollaré mi trabajo? ¿Tendrá la compañía recursos suficientes en mi país para llevar adelante algunos de estos proyectos? ¿Tendré que venir a los Estados Unidos a integrarme en estos equipos? Algo ha insinuado Mr. Hince, pero, hasta ahora nadie me había indicado nada en ese sentido…No recuerdo haber leído en mi contrato nada sobre el lugar de trabajo, solo sobre “total disponibilidad”… Demasiadas preguntas para el primer día. Dejemos que las cosas fluyan”.

En los siguientes días, Mr. Hince me habló de otros proyectos que superaron mis previsiones: sistemas cognitivos con manejo de inmensas bases de datos, nuevos materiales capaces de auto repararse, nuevos polímeros, materiales cerámicos, biomateriales, reciclaje de tierras raras, materiales avanzados para telecomunicaciones, sensores, automoción, nano partículas utilizadas en medicina para atacar objetivos específicos en pacientes, materiales carbono negativos capaces de captar el CO2 del aire.

― Cuando tenga sedimentada toda la información recibida, sería conveniente que pensase en cuál de las opciones de las que le he hablado estaría usted más interesado en trabajar, en los próximos días vendrá Me. Brown y tendrá que discutir con él el tema ― me dijo cuándo dio por terminada la etapa de presentaciones.


― De acuerdo Mr. Hince. Gracias por darme esa oportunidad, han sido demasiadas informaciones en poco tiempo y tengo que asimilarlas...




miércoles, 28 de marzo de 2018

Inteligencia artificial III


Llegué a mi destino ya de noche, sin más retrasos que los producidos en los consabidos controles aduaneros de los Estados Unidos. En el aeropuerto, mientras recogía el coche que me tenía reservado la compañía, el calor bochornoso y algunos relámpagos, presagiaban una tormenta que se desencadenó no más subí al coche. No era el ambiente más propicio para conducir en un lugar desconocido, dado que el hotel estaba situado fuera del Down Town, tras salir de la autopista en un par de ocasiones por el lugar incorrecto, el GPS del coche me dirigió hasta el hotel. Realicé el registro y me tiré a la cama sin cenar. A la mañana siguiente debería madrugar para presentarme a la compañía.
Con la información que llevaba de su situación y la ayuda del GPS no me fue difícil encontrarla. En cuanto pregunté por Rennée, ella apareció a los pocos minutos, me dio la bienvenida y me acompañó hasta la tercera planta. Allí me presentó a Mr. Hince, el director de la división de inteligencia artificial. ― Le dejo en sus manos― me dijo ― Con él tendrá que trabajar los próximos días. Le deseo una feliz estancia en nuestra ciudad.
Mr. Hince era un tipo amable, algo entrado en carnes, rubio, no muy alto y de una edad poco mayor que la mía. ― Tengo órdenes de Mr. Brown de mostrarle el trabajo que hacemos en nuestra división ― comenzó ―. Como según su informe, usted ya tiene una amplia experiencia en este campo, no me voy a extender en detalles. Solo advertirle que, de acuerdo con la cláusula de estricta confidencialidad de su contrato, no puede hacer ningún comentario fuera de la compañía de las investigaciones que estamos llevando a cabo. Acompáñeme, por favor.
Tras caminar durante un par de minutos por un pasillo y bajar hasta la planta -2 en un ascensor para cuyo acceso era necesario utilizar una tarjeta personal, a la salida, me encontré con una sala inmensa en la que vi la mejor exposición de robots que nunca había imaginado: para montaje de vehículos de automoción, para aplicaciones quirúrgicas de precisión, drones para aplicaciones civiles y militares, robots industriales adaptativos capaces de realizar tareas distintas en una cadena de producción, todo aquello en lo que siempre había deseado trabajar…
― Bueno ―oí que me decía Mr Hince ―, no se entretenga demasiado con estos ejemplos. En realidad, su tecnología ya no tiene demasiado interés para nosotros, aunque seguimos perfeccionándolos ya que continúan proporcionándonos unos interesantes beneficios económicos, pero estamos investigando en otros temas que consideramos de futuro. ― Mientras decía esto, salimos de aquel lugar y tras caminar algunos metros, abrió una nueva  puerta que nos llevó a una segunda sala.
En esta sala el panorama era diferente, grupos de personas trabajaban con potentes ordenadores, diseñando elementos que, en algunos casos, se estaban representando en impresoras 3D.
― Estos equipos de personas ― dijo Mr. Hince ―, tienen como objetivo convertir ideas en valor, trabajan en lo que llamamos un sistema de innovación sistemática, algo que requiere una combinación de actitud, método, y un sistema de métricas fiable. Probablemente, usted formará parte de uno de estos grupos. La innovación tecnológica, ligada a la reinvención de los procesos de producción, tecnologías de análisis de datos, simulación, nuevos materiales e impresión 3D, cambiarán significativamente los procesos de producción industrial que serán impulsados en el futuro por la combinación de las tecnologías informáticas e industriales. La mayoría de los desarrollos que ha visto en la sala anterior, han salido de las ideas surgidas en estos grupos de trabajo...

lunes, 26 de marzo de 2018

Inteligencia artificial II


Cuando el lunes llegué a Projects Corporation y pregunté por Pat, la secretaria de Mr. Brown, enseguida salió a recibirme.
― Que tal Sr. Ramos, buenos días. Le voy a acompañar a su despacho. Es provisional, por lo tanto no es necesario que haga una instalación formal. Sobre la mesa tiene un billete de avión para ir a Atlanta la próxima semana y unos cuantos manuales de la compañía para que los vaya leyendo durante esta semana. Ahora, lo primero que debe hacer es pasar por el departamento de Recursos Humanos para formalizar su contrato. Cuando acabe, pregunte de nuevo por mí y le daré más detalles sobre la planificación.
Me soltó todo el rollo con el mismo tono que había utilizado Mr. Brown la semana pasada y con el mismo acento sureño ¿serían familia o era una forma de actuación de la compañía? Solo acerté a decir: ―Gracias. Luego la veré.
No pude dedicarle menos de dos horas a leer el farragoso contrato de trabajo que me tenían preparado en RR.HH ¿Por qué serían tan meticulosos los americanos con estos documentos en los que había párrafos absurdos? Siempre recordaré el párrafo de un contrato de derecho de uso que firmaban los clientes de la primera compañía americana donde trabajé. Decía que la compañía no se responsabilizaba de las muertes que pudiera causar el uso del software financiero objeto de aquel contrato ¿Cómo ese uso podría causar una muerte? Sería por estas cosas que, según había leído en un periódico de Minnesota, el 75% de los abogados del mundo trabajaban en los Estados Unidos. Firmé el contrato sin darle más vueltas y volví al despacho para ver a Pat, con el convencimiento de que las preguntas que me había hecho sobre mis posibilidades de influir en la decisión del campo de trabajo en el que se desarrollaría mi actividad dentro de la compañía no tenían sentido. La llegada de Pat a mi despacho, terminó de despejar mis dudas.
― Sr. Ramos ¿ha firmado ya su contrato de trabajo? ― preguntó de forma retórica ― Supongo que ya ha visto su billete de vuelo a Atlanta. Estará allí dos meses tomando contacto con algunas de las divisiones en las que podría trabajar en el futuro. Está todo planificado pero, de todas formas, la fecha de vuelta no está cerrada en previsión de algún cambio que se pueda producir a última hora. Cuando llegue, pregunte por mi compañera Renée; ella le presentará a sus contactos allí ¡Ah!  El Sr. Brown estará fuera toda la semana ― dijo mientras salía del despacho ―  Quizás, tenga la oportunidad de verle en Atlanta durante su estancia allí. Si necesita cualquier cosa durante esta semana, no dude en pedírmela…
Cuando salí de Projects Corporation, lo primero que hice fue ir  a ver a Paula, ya estaba un poco mosca desde que había decidido entablar negociaciones con la compañía y no sabía cómo aceptaría mi marcha inmediata.
No puso buena cara, pero dijo: ― “Bueno, si solo son dos meses, no está mal. Espero que no haya sorpresas y podamos llevar adelante nuestros planes de vida en común” ―. Unos días más tarde, sentado en una plaza business, volaba hacia Atlanta, previa escala en Miami.

domingo, 25 de marzo de 2018

Inteligencia artificial


― Le contrataremos como free-lance. Nos interesan personas emprendedoras como usted, con ideas de futuro como las que nos ha expuesto. Las condiciones de salario son excelentes, pero los proyectos que desarrolle quedarán propiedad de la compañía. Investigaciones sobre grafeno, energías renovables, inteligencia artificial, materiales programables, aprendizaje adaptativo y computación cognitiva son de nuestro interés y coinciden con algunas de sus propuestas. Si acepta las condiciones, en una siguiente reunión decidiremos sobre el campo en que empezará a desarrollar su trabajo.
Mientras Mr. Brown me decía todo esto como recitando una fórmula, yo trataba de identificar su acento. Parecía ser del sur de los Estados unidos, la central de la compañía estaba ubicada en Atlanta ― Georgia ―, y el acento se podía asociar con esa zona.
Abandoné ese detalle para centrarme en las malditas condiciones que me estaba imponiendo. No me gustaba nada el tener que renunciar a los éxitos que pudieran tener mis investigaciones. Mi nombre no aparecería en aquellos avances que pudiera lograr, pero, por otra parte, la compañía pondría a mi disposición medios para alcanzarlos, que, de otra manera, no podría obtener. “Es el sino de los tiempos” ― me dije ―, incluso, ya hay un nombre para esta especie de esclavitud moderna: “Intraemprendedor”.
 ― De acuerdo Mr. Brown, la semana próxima empezaré a trabajar para ustedes― le dije.
― Excelente Sr. Ramos ― dijo Mr. Brown mientras se levantaba del sillón para darme su mano ―, espero que tenga usted un gran éxito en nuestra compañía. La semana próxima tendrá un despacho esperándole. Pregunte por mi secretaria, Pat, cuando llegue. Ella se encargará de todo.
Los siguientes días los dediqué a profundizar mi conocimiento sobre la compañía a la que iba a dedicar todos mis esfuerzos y una buena parte de mi vida: The Projects Corporation S.A. era una gran multinacional con varias divisiones dedicadas a la investigación de tecnologías punta. No tenía claro en cuál de ellas pensaba Mr.Brown cuando dijo aquello de “decidiremos sobre el campo en que empezará a desarrollar su trabajo”. ¿Decidiremos quiénes? ¿Ellos? ¿Me dejarán intervenir en la decisión? Tendría que llevar bien estudiada mi estrategia para la próxima cita. Dentro de los temas de los que habíamos hablado, yo también tenía mis preferencias, mis intereses…He dedicado mucho tiempo a estudiar sobre Inteligencia artificial, también sobre materiales avanzados diferentes de los conocidos actualmente, a materiales biocompatibles de aplicación en medicina…
Creo que, en la compañía, se están iniciando investigaciones en otras líneas que me podrían interesar, como materiales programables con los que construir nano-robots reconfigurables, cátomos diseñados para formar mecanismos o máquinas a gran escala, computadoras sub-milimétricas capaces de moverse, comunicarse y conectarse electrostáticamente a otras computadoras para formar nuevos objetos. Los objetos hechos con cátomos, podrán transformarse en casi cualquier otro objeto. Los campos de investigación son casi infinitos…

martes, 13 de marzo de 2018

Túnez VII


Después de un pequeño conciliábulo, uno de los hombres que estaban sentados alrededor de la mesita se dirigió a mí en árabe. Por señas, traté de hacerle ver que no había entendido nada. Eso pareció sorprenderles, entonces, otro de los secuestradores se dirigió a mí en francés.
Solo había estudiado francés durante un corto espacio de tiempo, durante el bachillerato, pero pude entender que me preguntaba quién era yo, aunque, como si ya lo supiesen. Como pude, les expliqué que yo era español, les di mi nombre, les entregué mi documentación y, cuando la vieron, se excitaron sobre manera. Parecían discutir si yo era quien decía ser, o estaba disimulando mi identidad.
El tiempo había pasado, el sol amenazaba con aparecer en el horizonte y eso les puso nerviosos; recogieron las jaimas con mucha prisa, montamos en los todoterrenos de que disponían y partimos de nuevo hacia el sur.
No sé cuántos días estuvimos viajando. Tan pronto llegábamos a aldeas donde les recibían con vítores, como entraban en poblados a sangre y fuego y arrasaban todo lo que encontraban a su paso. Nunca había visto una gente tan violenta. En los descansos de aquellas correrías volvían a interrogarme y cuando, finalmente, se convencieron de que yo no era quien ellos habían esperado, se propusieron conseguir un rescate por mí. Les dije que no tenía familia con quien contactar, que se pusiesen en contacto con un consulado español, que mis compañeros de excursión habrían denunciado el secuestro y  me estaría buscando la policía tunecina, la embajada española…, yo que sé.
No sé qué gestiones hicieron, o si hicieron alguna, el hecho que me fueron asumiendo como alguien no tan extraño y me dejaban algún grado de libertad cuando descansaban en alguno de sus campamentos ¿Dónde iba a ir en medio del desierto? Me fui adaptando a sus costumbres y, todavía hoy, me pregunto por qué no me mataron después de tanto tiempo.
Un día, revolviendo en mí ya destrozada mochila, encontré la tarjeta de visita que Omar me había dado en el vuelo hacia Túnez y se la entregué. Les dije que se pusiesen en contacto con él, que era una persona importante y que quizás les pudiese dar alguna salida a mí situación… Pareció interesarles la posibilidad y se quedaron con la tarjeta. Como dos semanas después, en uno de los descansos, uno de los secuestradores me puso en la oreja un teléfono móvil. Al otro lado de la línea pude oír la voz de Omar:
― ¿Cómo se encuentra usted? No sabe cómo lamento lo que le ha sucedido, le pido disculpas en nombre de mi país. Hubo una gran conmoción cuando sus compañeros de excursión volvieron y relataron su secuestro. Mi gobierno y la embajada española han estado investigando sin conseguir saber nada de usted. Ahora, que hace ya más de dos años de su desaparición y nadie contaba con que usted estuviese vivo, he recibido esta llamada, no sé de dónde, y me piden un rescate por usted ¿Qué puedo hacer?
― No sé qué decirle, Omar. Usted no tendría que estar involucrado en esto, pero su tarjeta me pareció la última oportunidad que tenía de contactar con alguien. Pida toda la ayuda que necesite a la embajada española y vean si pueden negociar mi libertad con suficientes garantías. Yo me haría cargo, en cuanto llegase a España, de devolverles el coste del rescate que hayan tenido que pagar. No veo otra alternativa a la situación.
― No tenga duda ― me dijo ― cuente con que haré todo lo que esté en mi mano.
― El hombre que me vigilaba me quitó el teléfono de la oreja y, tras decirle algo a Omar, cortó la comunicación.
Como un mes más tarde, el mismo grupo de hombres que me había secuestrado me subieron de nuevo al todoterreno y, después de tres días de viaje, me dejaron en una casucha semiderruida en medio del desierto; me desataron, me dejaron agua y algunos dátiles y se marcharon a toda velocidad hacia el sur. No sé qué tiempo pasó ― estaba totalmente aturdido ― hasta que un destacamento del ejército tunecino llegó a rescatarme y me trasladaron a la capital, donde, después de unos interrogatorios ante el embajador español, tratando de averiguar lo que había sucedido a lo largo de tanto tiempo, me entregaron a él, quien me llevó a la embajada. Allí me encontré con Omar y Hafed que se mostraron absolutamente felices de verme de vuelta. Les agradecí su interés y su actuación en pos de mi liberación de la forma más efusiva que me fue posible. Si no les hubiera conocido en el vuelo y sin su intervención posterior, puede ser que no estuviera aquí contándote esta historia.

domingo, 11 de marzo de 2018

Túnez VI


En el último día de excursión, tocaba ver las llamadas casas trogloditas. Casas horadadas en la arena. Como eran pocos los interesados en ese viaje, un todoterreno fue recogiendo de los diferentes hoteles a las cinco personas interesadas en la excursión. 

Quizás porque parte del viaje discurría por los aledaños del desierto, el aire acondicionado del coche iba a una temperatura bajísima. Al menos, así me lo parecía. Iba de lo más incómodo, deseando de salir del coche para sentir el calor del desierto. Pensaba que, unos minutos más a esa temperatura tendría que sufrir, seguro, una pulmonía, pero el todoterreno parecía no tener intención de parar nunca.

Al fin lo hizo y todos pudimos estirar las piernas y compensar el frio del coche con la alta temperatura exterior. Ya se había hecho la hora de comer y el conductor del todoterreno nos llevó a un hotel horadado en la tierra. Tuvimos que recorrer un interminable pasillo que, salvando varios desniveles, daba acceso a una red de habitáculos, llenos ya de comensales, hasta llegar al nuestro. La temperatura era excelente, constante a lo largo del año, según nos dijo el conductor, mientras nos servían un estupendo kus-kus.
Una vez acabada la comida, fuimos a visitar algunas de aquellas llamadas “casas trogloditas”. No me pareció apropiado el nombre; todas ellas estaban, como el hotel, horadadas en la tierra y compuestas por diferentes habitaciones, de una pulcritud y una limpieza admirables, adornadas con almohadones y tapices multicolores, similares a los que había visto en el telar de Sidi Bou Said y habitadas por personas amables que me parecieron como que cumplían con un trabajo por el que, quizás, recibieran alguna compensación económica, pero que les sometía a mostrar su intimidad a personas que, en muchos casos, no verían en aquello más que una postal de viaje. Supuse que debían estar hartos de aquella continua verbena…

En un segundo, el paisaje cambió completamente. Acabábamos de salir de visitar una de aquellas casas, con un sol abrasador cayendo sobre nuestras espaldas que nos hacía añorar la temperatura amable de las cuevas, cuando un grupo de hombres armados, con las caras cubiertas por tidjelmousts que no dejaban ver más que sus ojos, se abalanzaron sobre nosotros, pusieron a todos cuerpo a tierra y, el que parecía ser el jefe, me agarró de la camisa, me levantó del suelo, y amenazó a todos los del grupo con matarlos si se movían de allí antes de que ellos desaparecieran. Para refrendar su amenaza, disparó al aire una ráfaga del fusil ametrallador con que iba armado y me arrastró, hacia un todoterreno Toyota que tenían a pocos metros. En pocos segundos, desaparecimos en dirección al desierto. Nadie de los que presenciaron el hecho hizo un movimiento para impedirlo. Según pude saber después de mi liberación, el guía recomendó al grupo de turistas no seguir allí ni un minuto más, subieron a su vehículo y emprendieron la vuelta a Hammamet. Allí denunciaron el asalto de que habían sido objeto y mi secuestro.

Como te decía, una vez en el todoterreno, estuvimos viajando toda la tarde, y parte de la noche, por el desierto. Siempre hacia el sur y pienso que salimos de Túnez ¿A Argelia? ¿A Libia? No lo sé. Si, en general, las fronteras no tienen mucho sentido, en el desierto mucho menos. Durante el viaje, nadie habló, la luz del día se fue apagando y se hizo noche cerrada antes de llegar a nuestro destino.


Cuando paramos, lo hicimos junto a un grupo de jaimas instaladas en lo que debía ser un pequeño oasis, me instaron a bajar del todoterreno, me introdujeron en una de las tiendas, me desataron y me pusieron ante una mesita, rodeada por otros hombres vestidos como los que me habían secuestrado, y me instaron a comer algunas cosas como las que te estoy ofreciendo; te puedo asegurar que lo hice sin hacerme demasiado de rogar. Allí probé un té que me pareció mucho mejor, aunque te pueda parecer extraño dadas las circunstancias, que el que había probado en Sidi Bou Said...

sábado, 10 de marzo de 2018

Túnez V


Una vez allí, me encantó su tipo de arquitectura, con sus tortuosas calles empedradas, con todas las casas encaladas de blanco, con puertas y ventanas pintadas de azul, como las celosías..., me interesó más cuando la guía nos contó que, ésta, fue una tradición que llevaron a Túnez los moriscos andalusíes que llegaron de España y que, en 1912, el barón Rodolphe d’Erlanger, estableció como una obligación para mantener la personalidad de la ciudad.
Entre las visitas, una fue a una pequeña fábrica artesanal en el que, mujeres muy pequeñas ― se las podía catalogar de enanas ―, manejaban, con gran habilidad, antiguos telares de donde salían unos preciosos tapices multicolores. Parecían muy felices de mostrar su habilidad en el manejo de aquellos artefactos y sonreían continuamente. A la salida, nos obsequiaron con un excelente té a la menta. Allí, mientras tomábamos el té, volví a tener la inquietante sensación de que alguien me espiaba, pero ¿por qué tenía que ser a mí precisamente? Como por la mañana, decidí hacer caso omiso de esa maldita sensación y, un rato más tarde, el autobús de la excursión volvía a Hammamet para dejarnos en los hoteles.
― Pero ¿qué te hacía sospechar que te espiaban? No parece lógico ― dijo mi amigo ―,
― De eso trataba de convencerme, pero no podía dejar de sentir esa sensación. Como al día siguiente no tenía contratada ninguna excursión, pasé el día disfrutando de las instalaciones del hotel y tomando el sol en el jardín, junto a la playa, en un lugar resguardado del viento.
La siguiente excursión me llevó a la gran mezquita de Kairuán. La guía nos contó que era considerada por los musulmanes como la más prestigiosa del Magreb, y también, la más antigua del Occidente musulmán. Me sorprendió su extraordinario estado de conservación, a pesar de que, a primera vista, en el exterior, el material predominante parecía ser el ladrillo de barro, aunque había resistido muy bien el paso del tiempo. Una vez en el interior del gran patio central, después de admirar el alminar, di una vuelta completa bajo las preciosas arquerías que circundaban el patio, y que daban acceso a las diferentes estancias, Decidí entrar en una de ellas, al azar. No supe cuál fue mi equivocación, o si pretendí introducirme en algún lugar prohibido a los infieles, pero, del interior en penumbra, surgió un grito, como de repulsa, en cuanto puse un pie en el umbral de la puerta. Fue de tal intensidad, que me hizo dar un paso atrás y que me quitó las ganas de entrar en ningún otro habitáculo de la mezquita.
Una vez terminada la visita a Kairuán, la excursión siguió su camino en dirección a Monastir, cuna de la familia Burguiba. Allí, lo más espectacular que encontré fue el extraordinario mausoleo dedicado a Habib Burguiba. Me pareció algo extraordinario, pero excesivo para una persona. Está claro que Burguiba había sido el líder de la independencia de Túnez pero, en mi opinión, ese hecho no justificaba una construcción de esa dimensión ni con esa abundancia de riqueza. Volví a Hammamet con un cierto mal sabor de boca...

viernes, 9 de marzo de 2018

Túnez IV


Sin acabar de salir de mi sorpresa, entré en una estación de autobuses caótica. Los autobuses eran, en realidad, furgonetas para no más de seis u ocho pasajeros que no tenían horario prefijado de salida. Me subí en una de ellas que, en cuanto se llenó, salió disparada hacia Hammamet. La primera etapa del viaje la estaba realizando por el costo equivalente de un euro debido a la ayuda que me habían prestado Omar y su hermano. Ese recorrido, más o menos de una hora, en un taxi, me habría costado muchísimo más.
Pude ver que, llegando a las cercanías de Hammamet, el paisaje se iba cubriendo de campos de golf mostrando ser una zona turística de calidad. Quizás, pensé, no había elegido un mal lugar para pasar mis vacaciones. Una vez llegada la furgoneta a su estación de destino, solo había que coger un taxi, para llegar al hotel. Unos minutos más tarde, me estaba registrando en el mostrador de recepción.
Una vez instalado, me puse a recorrer las instalaciones del hotel. Éste disponía de un gran jardín que daba directamente a un trozo de playa que parecía ser privada. Lástima que, por la fecha, la temperatura, a pesar de haber un sol espléndido, era un poco baja para disfrutarla durante mucho tiempo. De todas formas, mi objetivo no era tumbarme en la playa, sino conocer de cerca el país haciendo excursiones y me dirigí a la recepción para ver que opciones me ofrecían en ese sentido. Tras una no muy larga conversación con la señorita representante de la agencia de viajes, reservé tres excursiones: Túnez-Cartago-Sidi Bou Said, Monastir - Gran Mezquita de Kairuán, y Casas trogloditas de Matmata. Con todo esto, pensé, ya tenía cubiertos mis objetivos. Dos días más tarde, inicié la excursión hacia la primera de ellas.
Lo que más me sorprendió en los alrededores de Túnez, en Cartago, fue la falta de restos arqueológicos de la cultura cartaginesa, esperaba ver algunas ruinas de esa época, pero todo lo que había eran restos arqueológicos romanos: mosaicos, columnas… Al parecer, los romanos tuvieron  gran interés en arrasar con cualquier vestigio de la civilización cartaginesa; de borrar de la memoria cualquier elemento que recordase a los que, durante muchos años, habían sido sus enemigos más encarnizados. Tanto, que llegaron a poner en peligro su supervivencia y la supremacía de Roma en las costas mediterráneas. Cuando, finalmente, los derrotaron, arrasaron todo aquello que recordase su cultura.
Disfruté con la visita a la medina de Túnez. Allí se respiraba la verdadera cultura del país, en realidad, de cualquier país musulmán: las callejuelas estrechas, muchas de ellas cubiertas con telas decoradas con dibujos geométricos, llenas de tiendas, con una mezcla de colores y olores que  inundaban los sentidos con sensaciones no vividas hasta ese momento: la maestría en el regateo de los comerciantes, las mezquitas, las madrasas…A pesar de estar viviendo todas estas emociones, nuevas para mí, una sospecha se iba superponiendo a ellas. Me sentía espiado, como vigilado por alguien, pero ¿quién podía tener algún interés en mí en este lugar del mundo? Decidí que mi sospecha no tenía sentido y traté de seguir disfrutando con la visita. Una vez terminado el recorrido por el zoco, la guía nos llevó a comer en un restaurante para turistas antes de ir hacia Sidi-Bou-Said.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Túnez III


― El viaje desde Madrid fue tedioso y largo. El avión, hacía una escala en Barcelona antes de llegar a Túnez. Allí, entre otros pasajeros, subieron al avión dos de ellos que resultaron ser hermanos. Uno se sentó junto a mí, mientras el otro, un hombre más grueso, se sentaba, en paralelo a él, al otro lado del pasillo. Ambos vestían bien aunque el primero tenía más elegancia personal. El tiempo de espera hasta que el avión partió de nuevo se hizo largo y, como en todos los aviones, el espacio, estrecho. Mi compañero de asiento, el recién llegado, se presentó, me dio una tarjeta profesional y trató de iniciar una conversación.
Según decía su tarjeta, se llamaba Omar y era arquitecto. Me contó que había venido a Barcelona por motivos profesionales y, ahora, volvía a su país, junto con su hermano, que se llamaba Hafed. Se presentó como un buen musulmán, observante de las normas del Corán, casado, con dos hijos que, junto con su mujer, estarían esperándole en el aeropuerto de Cartago. A su hermano lo presentó como a alguien que se saltaba los ritos religiosos, que bebía alcohol, que fumaba y que tenía un negocio de material eléctrico. La conversación se estaba desarrollando en inglés, como idioma común para ambos, aunque yo,  disto de ser un buen conocedor del mismo. En un momento de la charla, Omar me preguntó por el lugar al que iba y por el motivo de mi visita a Túnez.
― Voy a Hammamet y es un viaje de vacaciones, me acabo de jubilar ― le respondí.
― ¿Y cómo piensa llegar desde el aeropuerto a Hammamet? ― preguntó Omar
― En taxi, supongo ― le dije.
― Eso le va a resultar muy caro, hay bastante distancia, unos setenta Km. ― dijo Omar.
― Puede ser ― le dije ―, pero no conozco otra manera.
Omar se volvió hacia su hermano que, al otro lado del pasillo, no había intervenido en la conversación y habló algo con él. Cuando acabó, se volvió de nuevo hacia mí.
― Mi hermano me dice que, en Túnez, hay una estación de autobuses de donde salen algunos hacia Hammamet. El taxi hasta la estación le será mucho más barato ― me dijo Omar.
― Seguramente, pero yo no conozco Túnez y no sabría cómo llegar hasta esa estación ― le dije.
Omar volvió a tener un conciliábulo con su hermano y, de vuelta, me trasladó unas instrucciones que no entendí. Sin atreverme a continuar con la conversación, decidí seguir con mi idea inicial de tomar un taxi hasta Hammamet. Al cabo de un rato, los hermanos volvieron a mantener una conversación entre ellos. Al finalizarla, Omar se dirigió se nuevo a mí.
― Mi hermano dice que es usted un hombre afortunado; que él, se ofrece a llevarle a usted a la estación de autobuses ― me dijo.
― Como ves, el tema se estaba complicando; por un lado, parecían ser unas personas muy amables, pero a las que no conocía de nada. Si no aceptaba, iba a parecer descortés, pero, si aceptaba, me ponía en sus manos.
― Gracias ― acerté a decirle.
― Durante el resto del viaje, Omar me siguió contando cosas sobre Túnez. Lo presentó como un país muy avanzado en relación con otros países musulmanes: la educación era mixta e igual para niños y niñas…El país había sido gobernado por Habib Burguiba, el héroe de la independencia, durante décadas  hasta que, en 1987, su primer ministro Ben Ali le había depuesto por motivos de senilidad… Finalmente el avión aterrizó en el aeropuerto y allí se presentó un nuevo “conflicto”. Omar se dirigió a mí:
― Como le dije, mi hermano consume alcohol y trae algunas botellas. Le pide, por favor, que usted se las pase por la aduana; como extranjero, no tendrá problemas.
― Pensé que ahora sí me había caído con todo el equipo al ver aparecer a Hafed con algunos botellones de varios litros cada uno ¿Cómo iba a pasar todo eso? Y, si el alcohol no estaba permitido para los musulmanes ¿Cuál podía ser la pena por llevarlo al país?
― Menudo “embolao” ― dijo mi amigo ― mientras daba buena cuenta de los frutos secos y del té.
― Ante mi sorpresa, al pasar la aduana, Omar dijo algunas palabras al guardia señalándome y éste no pareció ver el equipaje ni las botellas; había pasado sano y salvo.
Como había dicho Omar, su mujer y sus hijos le estaban esperando en el Hall del aeropuerto, me los presentó y me dijo:
― Yo vivo en una urbanización cerca del aeropuerto y mi hermano tiene allí guardado su coche. Así es que usted nos acompañará y mi hermano le llevará a la estación de autobuses cuando recoja su coche.
― Cada momento que pasaba estaba más intranquilo, te lo puedo asegurar. Me sentía en medio de un proceso en el que no podía tomar ninguna decisión. No me quedaba más remedio que dejarme llevar.
El coche con el que había ido la mujer de Omar a buscarle era un pequeño utilitario, a duras penas cabíamos los pasajeros. Fue necesario alquilar una pequeña camioneta para llevar en ella los equipajes y a Hafed con ellos. Cuando llegamos a la urbanización en la que vivía Omar, en un chalet adosado de dos plantas, de un blanco deslumbrante, bajaron los equipajes de la camioneta y Hafed desapareció dentro de la casa. Al cabo de unos minutos reapareció saliendo del garaje montado en un Renault 505 de gas-oíl, en el que me dijo que subiese. Al despedirme de la familia de Omar, éste, me dijo:
― Tiene el número de teléfono de mi oficina en la tarjeta. Llámeme para contarme cómo le va su estancia en Túnez… La amabilidad personificada.
― Veinte minutos más tarde, Hafed me dejó a la puerta de la estación de autobuses sano, salvo y tremendamente sorprendido, después de despedirse de mí con tres besos en las mejillas como debía mandar el rito musulmán.

lunes, 5 de marzo de 2018

Túnez II


¿Habían pasado dos años? ¿Tres? No pude precisarlo en ese momento pero, un día, cuando ya no pensaba en él, no al menos con tanta frecuencia como al principio de su desaparición, me lo encontré en la calle. Me costó trabajo reconocerlo, y no sé si él me hubiera reconocido a mí si no le hubiese tocado en el brazo. Iba como absorto, mirando muy lejos, con unos ojos que parecían aún más claros de como siempre los había tenido; mucho más delgado, con el pelo completamente blanco y muy moreno. No el moreno de tres semanas de playa, un moreno introducido hasta lo más profundo de su piel, un moreno que ya no se le iba a quitar aunque nunca más volviese a darle el sol. Vestía una sahariana de manga corta y un pantalón, muy amplios, que resaltaban más su extrema delgadez. Cuando me reconoció no dijo nada. Solo sonrió de una manera suave y me dio un abrazo largo, tierno, silencioso. Creo que estuvimos así algunos minutos, sin intercambiar palabra. Cuando acabó nuestro saludo, me dijo:
― Tengo muchas cosas que contarte, pásate mañana por la tarde por mi casa.
No me dijo más ni yo me atreví a preguntarle; siguió con su paseo, mirando lejos, como si no le interesase nada de lo que tenía a su alrededor.
Al día siguiente me recibió vestido con un kaftan de color claro. Era evidente que durante el tiempo en el que había estado desaparecido se había aficionado a las ropas amplias y cómodas. Adiós a la ropa convencional, perecía decir su imagen. Su sonrisa irradiaba paz y un cierto halo de melancolía. Daba la sensación de estar sin estar, como de vivir en otro mundo.
― Que bien tenerte de nuevo aquí ― le dije ― había, habíamos perdido la esperanza de volver a verte. No me lo podía creer cuando te vi de nuevo ayer.
― No hace falta que seas hipócrita. No creo que nadie me haya echado mucho de menos, ni mi familia ― la poca que tengo ―. De todas maneras, nada de eso es importante. Han sido tres años muy duros, en los que me han sucedido cosas en las que nunca hubiera podido pensar.
― Pero, dime ¿qué te pasó? Te ibas para un viaje de unos pocos días y has vuelto tres años más tarde y, en este tiempo, nadie parece haber sabido nada de ti.

― Ya. No sé si recuerdas, quizás ni te lo dije, que me fui a Túnez. Allí, durante la excursión a Matmata, un grupo de guerrilleros de GSPD, la Al Quaeda del Magreb, ― esto lo supe más tarde ― me secuestró ¿Por qué? Nunca supe por qué me eligieron a mí, al resto de turistas que me acompañaban ni los tocaron. El hecho es que me vi envuelto en algo que, ni remotamente, había pensado. Pero, perdona mi falta de hospitalidad ¿quieres tomar algo? He preparado un té moruno. Espero que sea de tu agrado. He tenido mucho tiempo para aprender a hacerlo bien.
Entonces reparé que en la mesita del salón, había un servicio de té con platitos de exquisiteces de la cultura árabe: dátiles, dulces, almendras…
― Que bien, no sabes lo que me gustan todas estas cosas ― le dije.

Una vez que sirvió el té, Adolfo empezó su relato, no sin antes remarcarme el carácter ritual que este acto tiene para los habitantes del Magreb...

domingo, 4 de marzo de 2018

Túnez I


Adolfo Hernández era un tipo solitario y contradictorio. Recién jubilado, vivía en un barrio de clase media, era más bien bajo, tenía el pelo canoso y vestía de forma convencional. Cumplía con las obligaciones de su religión católica, pero era fácil oírle defender posturas políticas que atacaban a los estamentos religiosos. Era simpatizante de organizaciones que defendían la igualdad entre los seres humanos, pero no creía que fuesen ellas las que pudieran conseguir esa igualdad. No estaba de acuerdo con el sistema, pero rechazaba a aquellos que querían destruirlo. Se le podía ver saludando gente en su barrio y charlar animadamente con ellos, pero no se le conocía intimidad con nadie y, en una conversación, siempre encontraba argumentos para rebatir las opiniones de sus oponentes. En resumen, era un “plantéame lo que quieras, que te lo voy a discutir”. No se le conocían enemigos; más bien lo contrario, aunque no todo el mundo que lo conocía lo aceptaba tal como era.
Según me contó en algunas de nuestras conversaciones, durante su trayectoria profesional, su actitud independiente ante las luchas de poder, le había ocasionado algunos problemas al no apoyar a cualquiera de los bandos que se lo disputase. Siempre reservado, conmigo, a veces, tenía algún descuido.

Con su recién estrenada jubilación, decidió tomarse unas vacaciones, y se fue a Túnez. Pasaron los días, algunas semanas, y no volvió. En el barrio, casi nadie percibió su falta: el conserje de la finca, algún vecino…― Como nunca daba explicaciones…―. Quizás había decidido cambiar de residencia, o hacer un largo viaje, ahora que se había jubilado tal vez hubiera sentido añoranza de ellos. Más de una vez se le había oído hablar de sus viajes por el extranjero…quizás solo yo le echaba realmente de menos.
En una ocasión pregunté por él al conserje de su casa. No sabía nada, solo que no había vuelto de un viaje para el que partió; el coche seguía aparcado en la plaza de garaje y él, no tenía ningún punto de contacto con alguien de su familia ― si es que la había ―. Tenía las llaves de su piso, que nadie había reclamado, y sabía que el importe de la cuota de comunidad era puntualmente pagado… Como si se lo hubiera tragado la tierra…

jueves, 22 de febrero de 2018

La lideresa


Era la más chula. Azote de los infieles, nadie, como ella, contenía las mejores esencias ni representaba mejor los valores patrios. Siempre adulada por los suyos, criticaba sin piedad a sus oponentes: ineptos, falsos, corruptos y con ideas caducas… Un día, también los suyos empezaron a desaparecer atacados por los mismos vicios. Ella puso cara de sorpresa: ¡Aquello no era posible! ¡La habían engañado! ¡Ella era inocente!... Finalmente, sola, también ella desapareció.