El famoso máster de la Presidenta de la Comunidad de Madrid ha puesto sobre la mesa muchas situaciones incómodas, algunas de las cuales no eran, por desgracia, imprevisibles. Las más desgraciadas son las que afectan a la Universidad, lo digo, en general, aunque no afectará de igual manera a cada una de las universidades individualmente consideradas.
La implantación del Plan Bolonia trajo consigo, excepto para Medicina y Arquitectura, que siguieron teniendo contenidos regulados, una devaluación de las antiguas carreras. De una manera consciente, o no, supongo que lo primero, se llevó al espíritu de la gente la idea de que, o se contaba, adicionalmente a los grados, con media docena de másteres, o no iba a ser posible acceder a un trabajo decente. La experiencia está demostrando que, con ellos, tampoco existe esa garantía, pero, esa idea, ha lanzado a los jóvenes españoles, no sé si a los de otros países, a la caza y captura de esos maravillosos títulos.
Era evidente desde un principio que ese planteamiento iba a conducir a crear un espacio de negocio para cubrir esa demanda; es más, también se creó una oferta, casi infinita, de titulaciones lo más rimbombantes posible para atraer a esos jóvenes. Este negocio era evidente para las universidades privadas, pero, también las públicas, cayeron en esa misma tentación. Es fácil ver por qué: Es una gran oportunidad para conseguir mayores ingresos de los que todas andan escasas. Con mayor razón cuando los ingresos de dinero público se han ido recortando año tras año, por razón, dicen, de la crisis económica.
Ante esta superabundancia de títulos ¿quien se resiste a no tener alguno? Aquí entran algunos de nuestros políticos, que si bien siempre, históricamente, se han visto tentados de "retocar" sus curriculums adornándose de estudios y títulos que no tenían, ahora han visto la posibilidad de "comprarlos" de una manera casi "legal"¿Tendrá esto que ver con un cierto complejo de inferioridad?
¿Serán, aunque sea de una manera vaga, conscientes de sus carencias?
jueves, 19 de abril de 2018
jueves, 5 de abril de 2018
Inteligencia artificial VI
En pocas palabras,
intenté explicarle todas mis dudas y los problemas que me había planteado, en
lo personal, la propuesta de Mr. Brown.
― Entiendo Mr. Ramos.
En cuanto al proyecto le diré que es el más ambicioso que hemos abordado, ahora
le explicaré en que consiste. El tiempo de desarrollo es difícil de estimar,
pero no esperamos tener los primeros resultados en menos de cinco años. Durante
todo el tiempo que dure el proyecto, deberá vivir aquí, salvo los cortos
periodos de vacaciones que podrá pasar en su país, y no le puedo garantizar que,
en ese tiempo, el proyecto, o su intervención en él, hayan concluido. Tenga en cuenta todo
esto para tomar sus decisiones. Respecto al proyecto, como ya le he dicho, es
muy ambicioso: se trata de desarrollar agentes inteligentes, conjuntos de
objetos, máquinas y software, capaces de funcionar sin la intervención de
humanos una vez programados. En un segundo paso, estos agentes “aprenderán” a
mejorar su funcionamiento a través de la experiencia y la repetición de acciones
y serán capaces de “tomar decisiones”, eligiendo la mejor acción entre varias
posibles. En una tercera etapa deberán ser capaces de programar a otros agentes
o de auto-programarse. Estoy seguro de que le gustará el trabajo. En él, podrá
desarrollar todos sus conocimientos y experiencias anteriores.
La conversación con
Paula fue tormentosa. No aceptó ninguna opción. Tampoco yo esperaba otra cosa.
― ¡O abandonas esa
empresa de negreros y vuelves de inmediato, o te olvidas de mí! ¿Sabes? Me han
hecho socia del estudio de arquitectura y no estoy dispuesta a dejar mi carrera
para ir a aburrirme a los Estados Unidos, mientras pierdes tu vida en un
laboratorio diseñando maquinitas. Ni lo sueñes ― me dijo.
***
“Han pasado más de cinco
años. Mr. Brown hace tres años que sustituyó a Mr. Hince en la dirección del
proyecto, que se está desarrollado bajo los parámetros previstos, aunque aún
no ha terminado ― estos proyectos nunca terminan
―. Algunos agentes han conseguido suplantar a humanos en actividades y
actitudes y son capaces de desarrollar relaciones afectivas y establecer grupos
afines, pero también observo como se establecen rechazos entre estos grupos y aparecen
conatos de enfrentamiento, reacciones violentas que me preocupan. Hemos
conseguido los primeros agentes auto programados que aparentan ser más
“inteligentes” que los primitivos. Se están imponiendo a ellos y convirtiéndose
en sus jefes…”
“¿Cuánto tiempo hace
que no he vuelto a mi país ni tomado vacaciones? ¿Estaré perdiendo mi vida en
el laboratorio, como me vaticinó Paula…? ¡Paula! Hace mucho tiempo que no sé de
ella. Su trabajo sí habrá sido útil a los seres humanos, pero no sé si puedo yo
decir lo mismo del mío. Es cierto que he colaborado a producir algo que era
impensable cuando llegué aquí, pero he perdido el contacto con el mundo de los
míos, con mi país, con mi vida anterior... Tengo la sensación de que los
agentes acabarán fagocitando mi cerebro, como lo hicieron con el de Mr. Hince”.
domingo, 1 de abril de 2018
Inteligencia artificial V
Hasta la llegada de Mr.
Brown, dediqué las tardes a visitar la ciudad. Había pasado un mes desde mi llegada
a Atlanta sin poder hacer otra cosa que empaparme de toda la documentación que
me proporcionó Mr. Hince. Aprovecharía estas tardes y, en el fin de semana, iré
a ver un partido de football Americano.
Me sorprendió el down
town, su arquitectura era ultra moderna: enormes edificios, sede muchos de
ellos de algunas de las empresas mayores del mundo, donde predominan el acero y
el cristal, comunicados por amplias autovías que se entrelazan a diferentes
niveles… Es una de las áreas del sur de los Estados Unidos que más han evolucionado
después de la terminación de la guerra de secesión, y Atlanta se ha convertido
en una de las ciudades del mundo con mayor desarrollo económico en los últimos
tiempos.
El football americano
me defraudó sobremanera: interminable, con continuos cortes…de las casi tres
horas que duró el partido, no hubo más de media hora de juego real. Entendí la
necesidad de las patatas fritas, la cerveza, la música, las majorettes…, sin
todo ello, aquel, hubiera sido un espectáculo insufrible.
La llegada de Mr. Brown
produjo un cierto revuelo en la compañía. Se sucedieron las reuniones entre
directivos y estuve tres días sin tener contacto con nadie. Mr. Hince estaba
desaparecido, continuamente reunido con Mr. Brown, según me dijo Rennée. Yo
estaba cada vez más inquieto, sin parar de leer las documentaciones sobre
proyectos, productos… ¿por dónde me vendrían los tiros?
Por fin apareció Mr.
Brown. Entró en mi despacho sin llamar y me abordó directamente ― ¿Qué tal Mr.
Ramos, como le va en nuestra ciudad? Perdone que no haya podido hablar antes
con usted, ya sabe, cada día aparecen nuevos problemas, bueno, oportunidades…―
dijo riendo ― Hemos estado discutiendo sobre la conveniencia de iniciar algunos
nuevos proyectos, Este mundo es cada vez más dinámico y no podemos dejar las oportunidades
de negocio a los competidores. O comes, o te comen. Es mucho lo que nos jugamos
en cada decisión.
― Entiendo, Mr. Brown,
no se preocupe. Tampoco he tenido mucho tiempo para para aburrirme. Mr. Hince
no ha dejado de proporcionarme información sobre la compañía y los proyectos y
todavía estoy asimilándola. La ciudad me ha parecido muy moderna, me ha
sorprendido gratamente…
No me dejó continuar,
de inmediato entró en materia.
― Si, sobre eso quería
hablar con usted. Hay un proyecto nuevo que requiere la incorporación de nuevos
recursos. Ya sé que su estancia aquí estaba prevista para dos meses, pero sería
muy conveniente que se incorporase a él de inmediato. Trabajaría usted aquí
hasta que el proyecto estuviese acabado.
La petición me dejó
noqueado. Me esperaba cualquier cosa, menos esta urgencia. Como iba a decidir
algo tan importante en segundos…
― No sé, Mr. Brown. No
esperaba una propuesta tan imperativa; mi familia, mis planes personales en mi
país… ¿En qué tipo de proyecto tendría que trabajar? ¿Cuánto tiempo de
desarrollo se estima para el proyecto?
― Este no es un mundo
para pusilánimes Mr. Ramos. Usted ha decidido firmar un contrato con nosotros
de total disponibilidad y la compañía ha invertido ya mucho en usted porque
creemos que su experiencia y conocimientos nos serán útiles y que su compromiso
con nosotros es real. De los problemas que la situación pueda generar a su
familia ya hablaremos, pero necesitamos una respuesta rápida. El tiempo es el
recurso más escaso. En cuanto al tipo de proyecto sería en el campo de la
Inteligencia Artificial. Trabajaría en uno de los equipos de Mr. Hince. Él le
dará los detalles. Parece que está muy satisfecho con usted y ha sido él quien
ha hecho la propuesta para que se incorpore al proyecto.
Mr. Brown salió del
despacho dejándome en un mar de dudas: “¿cómo planteo a Paula la situación?
Tenemos planes de vida en común, pero, ¿aceptará aplazarlos? ¿Estaría dispuesta
a dejar su carrera para venirse aquí? ¿Por cuánto tiempo? ¿Debería continuar
aquí una vez acabado este proyecto? O, visto de otro modo ¿Estoy dispuesto a
abandonar la que puede ser la mejor oportunidad profesional de mi vida? No le
puedo plantear a Paula todas estas dudas…; tengo que hablar con Mr. Hince para
que me clarifique más la situación”. Pediré a Renée para que me consiga una
reunión con Mr. Hince.
Mr. Hince no me hizo
esperar mucho y me recibió sonriente ― Hola Mr. Ramos, ya tenía previsto
recibirlo, una vez que Mr. Brown le ha puesto en antecedentes. ¿Tiene algo que
plantearme en particular?...
sábado, 31 de marzo de 2018
Inteligencia artificial IV
No podía creer todo lo
que estaba viendo. Era como reunir todos mis sueños profesionales en uno solo.
En esta compañía tendría a mi alcance todos los recursos necesarios para
desarrollar todas las ideas que se agolpaban en mi cabeza…la voz de Mr. Hince,
me sacó de mis reflexiones.
― Creo que por hoy ha
sido suficiente ― me dijo ―, yo tengo que ocuparme de mi trabajo diario y usted
debe reflexionar sobre todo lo que ha visto y sobre su futuro lugar en esta
compañía. Si necesita alguna cosa, pidasela a Renée.
― Cierto Mr. Hince,
muchas gracias por su atención. Estoy a su entera disposición ― le dije.
“No sé si he vendido mi
alma al diablo, pero la he vendido a buen precio. En esta compañía voy a tener
la posibilidad de investigar sobre cualquier cosa que pueda haber imaginado.
Los cambios que el uso de todas estas tecnologías van a producir en la sociedad
van a ser enormes. No me atrevo a imaginar qué más posibilidades me van a abrir
las siguientes reuniones con Mr. Hince, pero los cambios tecnológicos que se
vislumbran serán dramáticos. Me pregunto cuántas personas perderán sus puestos
de trabajo, poco cualificados, sustituidos por estas nuevas herramientas. En la
historia de la humanidad, cada avance tecnológico ha dejado en la cuneta a
aquellos menos preparados ¿Cómo vamos a poder pagar el coste social que estos
avances van a producir? Y, a cambio, ¿a quienes beneficiarán? Stephen Hawking y
otros científicos han firmado un Manifiesto para el control de la Inteligencia
Artificial, estableciendo unas normas para su uso correcto. Lo que demuestra
que, incluso para los expertos, el tema de su aplicación plantea serias dudas ¿Cómo
tendrían que cambiar los sistemas de educación para preparar a las nuevas
generaciones y poder obtener de estos recursos todo su rendimiento y, además,
continuar investigando en nuevos avances? Quizás en los Estados Unidos están preparados
para ello, pero no en todos los lugares existe la misma situación ¿Estamos
ciegos?”
“Además ¿dónde
desarrollaré mi trabajo? ¿Tendrá la compañía recursos suficientes en mi país
para llevar adelante algunos de estos proyectos? ¿Tendré que venir a los
Estados Unidos a integrarme en estos equipos? Algo ha insinuado Mr. Hince,
pero, hasta ahora nadie me había indicado nada en ese sentido…No recuerdo haber
leído en mi contrato nada sobre el lugar de trabajo, solo sobre “total
disponibilidad”… Demasiadas preguntas para el primer día. Dejemos que las cosas
fluyan”.
En los siguientes días,
Mr. Hince me habló de otros proyectos que superaron mis previsiones: sistemas
cognitivos con manejo de inmensas bases de datos, nuevos materiales capaces de
auto repararse, nuevos polímeros, materiales cerámicos, biomateriales,
reciclaje de tierras raras, materiales avanzados para telecomunicaciones,
sensores, automoción, nano partículas utilizadas en medicina para atacar
objetivos específicos en pacientes, materiales carbono negativos capaces de
captar el CO2 del aire.
― De acuerdo Mr. Hince.
Gracias por darme esa oportunidad, han sido demasiadas informaciones en poco
tiempo y tengo que asimilarlas...
miércoles, 28 de marzo de 2018
Inteligencia artificial III
Llegué a mi destino ya
de noche, sin más retrasos que los producidos en los consabidos controles
aduaneros de los Estados Unidos. En el aeropuerto, mientras recogía el coche
que me tenía reservado la compañía, el calor bochornoso y algunos relámpagos,
presagiaban una tormenta que se desencadenó no más subí al coche. No era el
ambiente más propicio para conducir en un lugar desconocido, dado que el hotel
estaba situado fuera del Down Town, tras salir de la autopista en un par de
ocasiones por el lugar incorrecto, el GPS del coche me dirigió hasta el hotel.
Realicé el registro y me tiré a la cama sin cenar. A la mañana siguiente
debería madrugar para presentarme a la compañía.
Con la información que
llevaba de su situación y la ayuda del GPS no me fue difícil encontrarla. En
cuanto pregunté por Rennée, ella apareció a los pocos minutos, me dio la
bienvenida y me acompañó hasta la tercera planta. Allí me presentó a Mr. Hince,
el director de la división de inteligencia artificial. ― Le dejo en sus manos―
me dijo ― Con él tendrá que trabajar los próximos días. Le deseo una feliz
estancia en nuestra ciudad.
Mr. Hince era un tipo
amable, algo entrado en carnes, rubio, no muy alto y de una edad poco mayor que
la mía. ― Tengo órdenes de Mr. Brown de mostrarle el trabajo que hacemos en
nuestra división ― comenzó ―. Como según su informe, usted ya tiene una amplia
experiencia en este campo, no me voy a extender en detalles. Solo advertirle
que, de acuerdo con la cláusula de estricta confidencialidad de su contrato, no
puede hacer ningún comentario fuera de la compañía de las investigaciones que
estamos llevando a cabo. Acompáñeme, por favor.
Tras caminar durante un
par de minutos por un pasillo y bajar hasta la planta -2 en un ascensor para
cuyo acceso era necesario utilizar una tarjeta personal, a la salida, me
encontré con una sala inmensa en la que vi la mejor exposición de robots que
nunca había imaginado: para montaje de vehículos de automoción, para
aplicaciones quirúrgicas de precisión, drones para aplicaciones civiles y
militares, robots industriales adaptativos capaces de realizar tareas distintas
en una cadena de producción, todo aquello en lo que siempre había deseado
trabajar…
― Bueno ―oí que me
decía Mr Hince ―, no se entretenga demasiado con estos ejemplos. En realidad,
su tecnología ya no tiene demasiado interés para nosotros, aunque seguimos
perfeccionándolos ya que continúan proporcionándonos unos interesantes
beneficios económicos, pero estamos investigando en otros temas que
consideramos de futuro. ― Mientras decía esto, salimos de aquel lugar y tras
caminar algunos metros, abrió una nueva puerta que nos llevó a una segunda sala.
En esta sala el
panorama era diferente, grupos de personas trabajaban con potentes ordenadores,
diseñando elementos que, en algunos casos, se estaban representando en
impresoras 3D.
― Estos equipos de
personas ― dijo Mr. Hince ―, tienen como objetivo convertir ideas en valor,
trabajan en lo que llamamos un sistema de innovación sistemática, algo que
requiere una combinación de actitud, método, y un sistema de métricas fiable. Probablemente,
usted formará parte de uno de estos grupos. La innovación tecnológica, ligada a
la reinvención de los procesos de producción, tecnologías de análisis de datos,
simulación, nuevos materiales e impresión 3D, cambiarán significativamente los
procesos de producción industrial que serán impulsados en el futuro por la
combinación de las tecnologías informáticas e industriales. La mayoría de los
desarrollos que ha visto en la sala anterior, han salido de las ideas surgidas
en estos grupos de trabajo...
lunes, 26 de marzo de 2018
Inteligencia artificial II
Cuando el lunes llegué
a Projects Corporation y pregunté por Pat, la secretaria de Mr. Brown, enseguida
salió a recibirme.
― Que tal Sr. Ramos,
buenos días. Le voy a acompañar a su despacho. Es provisional, por lo tanto no
es necesario que haga una instalación formal. Sobre la mesa tiene un billete de
avión para ir a Atlanta la próxima semana y unos cuantos manuales de la
compañía para que los vaya leyendo durante esta semana. Ahora, lo primero que
debe hacer es pasar por el departamento de Recursos Humanos para formalizar su
contrato. Cuando acabe, pregunte de nuevo por mí y le daré más detalles sobre
la planificación.
Me soltó todo el rollo
con el mismo tono que había utilizado Mr. Brown la semana pasada y con el mismo
acento sureño ¿serían familia o era una forma de actuación de la compañía? Solo
acerté a decir: ―Gracias. Luego la veré.
No pude dedicarle menos
de dos horas a leer el farragoso contrato de trabajo que me tenían preparado en
RR.HH ¿Por qué serían tan meticulosos los americanos con estos documentos en
los que había párrafos absurdos? Siempre recordaré el párrafo de un contrato de
derecho de uso que firmaban los clientes de la primera compañía americana donde
trabajé. Decía que la compañía no se responsabilizaba de las muertes que
pudiera causar el uso del software financiero objeto de aquel contrato ¿Cómo
ese uso podría causar una muerte? Sería por estas cosas que, según había leído
en un periódico de Minnesota, el 75% de los abogados del mundo trabajaban en
los Estados Unidos. Firmé el contrato sin darle más vueltas y volví al despacho
para ver a Pat, con el convencimiento de que las preguntas que me había hecho
sobre mis posibilidades de influir en la decisión del campo de trabajo en el que
se desarrollaría mi actividad dentro de la compañía no tenían sentido. La
llegada de Pat a mi despacho, terminó de despejar mis dudas.
― Sr. Ramos ¿ha firmado
ya su contrato de trabajo? ― preguntó de forma retórica ― Supongo que ya ha
visto su billete de vuelo a Atlanta. Estará allí dos meses tomando contacto con
algunas de las divisiones en las que podría trabajar en el futuro. Está todo
planificado pero, de todas formas, la fecha de vuelta no está cerrada en
previsión de algún cambio que se pueda producir a última hora. Cuando llegue,
pregunte por mi compañera Renée; ella le presentará a sus contactos allí
¡Ah! El Sr. Brown estará fuera toda la
semana ― dijo mientras salía del despacho ―
Quizás, tenga la oportunidad de verle en Atlanta durante su estancia
allí. Si necesita cualquier cosa durante esta semana, no dude en pedírmela…
Cuando salí de Projects
Corporation, lo primero que hice fue ir
a ver a Paula, ya estaba un poco mosca desde que había decidido entablar
negociaciones con la compañía y no sabía cómo aceptaría mi marcha inmediata.
No puso buena cara,
pero dijo: ― “Bueno, si solo son dos meses, no está mal. Espero que no haya
sorpresas y podamos llevar adelante nuestros planes de vida en común” ―. Unos días
más tarde, sentado en una plaza business, volaba hacia Atlanta, previa escala
en Miami.
domingo, 25 de marzo de 2018
Inteligencia artificial
― Le contrataremos como
free-lance. Nos interesan personas emprendedoras como usted, con ideas de
futuro como las que nos ha expuesto. Las condiciones de salario son excelentes,
pero los proyectos que desarrolle quedarán propiedad de la compañía.
Investigaciones sobre grafeno, energías renovables, inteligencia artificial,
materiales programables, aprendizaje adaptativo y computación cognitiva son de
nuestro interés y coinciden con algunas de sus propuestas. Si acepta las condiciones,
en una siguiente reunión decidiremos sobre el campo en que empezará a
desarrollar su trabajo.
Mientras Mr. Brown me
decía todo esto como recitando una fórmula, yo trataba de identificar su acento.
Parecía ser del sur de los Estados unidos, la central de la compañía estaba
ubicada en Atlanta ― Georgia ―, y el acento se podía asociar con esa zona.
Abandoné ese detalle
para centrarme en las malditas condiciones que me estaba imponiendo. No me
gustaba nada el tener que renunciar a los éxitos que pudieran tener mis
investigaciones. Mi nombre no aparecería en aquellos avances que pudiera
lograr, pero, por otra parte, la compañía pondría a mi disposición medios para
alcanzarlos, que, de otra manera, no podría obtener. “Es el sino de los
tiempos” ― me dije ―, incluso, ya hay un nombre para esta especie de esclavitud
moderna: “Intraemprendedor”.
― De acuerdo Mr. Brown, la semana próxima
empezaré a trabajar para ustedes― le dije.
― Excelente Sr. Ramos ―
dijo Mr. Brown mientras se levantaba del sillón para darme su mano ―, espero que
tenga usted un gran éxito en nuestra compañía. La semana próxima tendrá un
despacho esperándole. Pregunte por mi secretaria, Pat, cuando llegue. Ella se
encargará de todo.
Los siguientes días los
dediqué a profundizar mi conocimiento sobre la compañía a la que iba a dedicar
todos mis esfuerzos y una buena parte de mi vida: The Projects Corporation S.A.
era una gran multinacional con varias divisiones dedicadas a la investigación
de tecnologías punta. No tenía claro en cuál de ellas pensaba Mr.Brown cuando
dijo aquello de “decidiremos sobre el campo en que empezará a desarrollar su
trabajo”. ¿Decidiremos quiénes? ¿Ellos? ¿Me dejarán intervenir en la decisión?
Tendría que llevar bien estudiada mi estrategia para la próxima cita. Dentro de
los temas de los que habíamos hablado, yo también tenía mis preferencias, mis
intereses…He dedicado mucho tiempo a estudiar sobre Inteligencia artificial, también
sobre materiales avanzados diferentes de los conocidos actualmente, a
materiales biocompatibles de aplicación en medicina…
Creo que, en la
compañía, se están iniciando investigaciones en otras líneas que me podrían
interesar, como materiales programables con los que construir nano-robots reconfigurables,
cátomos diseñados para formar mecanismos o máquinas a gran escala, computadoras
sub-milimétricas capaces de moverse, comunicarse y conectarse
electrostáticamente a otras computadoras para formar nuevos objetos. Los
objetos hechos con cátomos, podrán transformarse en casi cualquier otro objeto.
Los campos de investigación son casi infinitos…
martes, 13 de marzo de 2018
Túnez VII
Después de un pequeño
conciliábulo, uno de los hombres que estaban sentados alrededor de la mesita se
dirigió a mí en árabe. Por señas, traté de hacerle ver que no había entendido
nada. Eso pareció sorprenderles, entonces, otro de los secuestradores se
dirigió a mí en francés.
Solo había estudiado francés
durante un corto espacio de tiempo, durante el bachillerato, pero pude entender
que me preguntaba quién era yo, aunque, como si ya lo supiesen. Como pude, les
expliqué que yo era español, les di mi nombre, les entregué mi documentación y,
cuando la vieron, se excitaron sobre manera. Parecían discutir si yo era quien
decía ser, o estaba disimulando mi identidad.
El tiempo había pasado, el
sol amenazaba con aparecer en el horizonte y eso les puso nerviosos; recogieron
las jaimas con mucha prisa, montamos en los todoterrenos de que disponían y partimos
de nuevo hacia el sur.
No sé cuántos días estuvimos
viajando. Tan pronto llegábamos a aldeas donde les recibían con vítores, como
entraban en poblados a sangre y fuego y arrasaban todo lo que encontraban a su
paso. Nunca había visto una gente tan violenta. En los descansos de aquellas
correrías volvían a interrogarme y cuando, finalmente, se convencieron de que yo
no era quien ellos habían esperado, se propusieron conseguir un rescate por mí.
Les dije que no tenía familia con quien contactar, que se pusiesen en contacto
con un consulado español, que mis compañeros de excursión habrían denunciado el
secuestro y me estaría buscando la
policía tunecina, la embajada española…, yo que sé.
No sé qué gestiones
hicieron, o si hicieron alguna, el hecho que me fueron asumiendo como alguien
no tan extraño y me dejaban algún grado de libertad cuando descansaban en
alguno de sus campamentos ¿Dónde iba a ir en medio del desierto? Me fui
adaptando a sus costumbres y, todavía hoy, me pregunto por qué no me mataron
después de tanto tiempo.
Un día, revolviendo en mí ya
destrozada mochila, encontré la tarjeta de visita que Omar me había dado en el
vuelo hacia Túnez y se la entregué. Les dije que se pusiesen en contacto con
él, que era una persona importante y que quizás les pudiese dar alguna salida a
mí situación… Pareció interesarles la posibilidad y se quedaron con la tarjeta.
Como dos semanas después, en uno de los descansos, uno de los secuestradores me
puso en la oreja un teléfono móvil. Al otro lado de la línea pude oír la voz de
Omar:
― ¿Cómo se encuentra usted?
No sabe cómo lamento lo que le ha sucedido, le pido disculpas en nombre de mi
país. Hubo una gran conmoción cuando sus compañeros de excursión volvieron y
relataron su secuestro. Mi gobierno y la embajada española han estado
investigando sin conseguir saber nada de usted. Ahora, que hace ya más de dos
años de su desaparición y nadie contaba con que usted estuviese vivo, he
recibido esta llamada, no sé de dónde, y me piden un rescate por usted ¿Qué
puedo hacer?
― No sé qué decirle, Omar.
Usted no tendría que estar involucrado en esto, pero su tarjeta me pareció la
última oportunidad que tenía de contactar con alguien. Pida toda la ayuda que
necesite a la embajada española y vean si pueden negociar mi libertad con
suficientes garantías. Yo me haría cargo, en cuanto llegase a España, de
devolverles el coste del rescate que hayan tenido que pagar. No veo otra
alternativa a la situación.
― No tenga duda ― me dijo ―
cuente con que haré todo lo que esté en mi mano.
― El hombre que me vigilaba
me quitó el teléfono de la oreja y, tras decirle algo a Omar, cortó la comunicación.
Como un mes más tarde, el
mismo grupo de hombres que me había secuestrado me subieron de nuevo al
todoterreno y, después de tres días de viaje, me dejaron en una casucha semiderruida
en medio del desierto; me desataron, me dejaron agua y algunos dátiles y se
marcharon a toda velocidad hacia el sur. No sé qué tiempo pasó ― estaba
totalmente aturdido ― hasta que un destacamento del ejército tunecino llegó a
rescatarme y me trasladaron a la capital, donde, después de unos
interrogatorios ante el embajador español, tratando de averiguar lo que había
sucedido a lo largo de tanto tiempo, me entregaron a él, quien me llevó a la
embajada. Allí me encontré con Omar y Hafed que se mostraron absolutamente
felices de verme de vuelta. Les agradecí su interés y su actuación en pos de mi
liberación de la forma más efusiva que me fue posible. Si no les hubiera
conocido en el vuelo y sin su intervención posterior, puede ser que no
estuviera aquí contándote esta historia.
domingo, 11 de marzo de 2018
Túnez VI
En el último día de excursión, tocaba ver las llamadas casas
trogloditas. Casas horadadas en la arena. Como eran pocos los interesados en
ese viaje, un todoterreno fue recogiendo de los diferentes hoteles a las cinco
personas interesadas en la excursión.
Quizás porque parte del viaje discurría
por los aledaños del desierto, el aire acondicionado del coche iba a una
temperatura bajísima. Al menos, así me lo parecía. Iba de lo más incómodo,
deseando de salir del coche para sentir el calor del desierto. Pensaba que, unos
minutos más a esa temperatura tendría que sufrir, seguro, una pulmonía, pero el
todoterreno parecía no tener intención de parar nunca.
Al fin lo hizo y todos
pudimos estirar las piernas y compensar el frio del coche con la alta
temperatura exterior. Ya se había hecho la hora de comer y el conductor del
todoterreno nos llevó a un hotel horadado en la tierra. Tuvimos que recorrer un
interminable pasillo que, salvando varios desniveles, daba acceso a una red de
habitáculos, llenos ya de comensales, hasta llegar al nuestro. La temperatura
era excelente, constante a lo largo del año, según nos dijo el conductor,
mientras nos servían un estupendo kus-kus.
Una vez acabada la comida,
fuimos a visitar algunas de aquellas llamadas “casas trogloditas”. No me
pareció apropiado el nombre; todas ellas estaban, como el hotel, horadadas en
la tierra y compuestas por diferentes habitaciones, de una pulcritud y una
limpieza admirables, adornadas con almohadones y tapices multicolores,
similares a los que había visto en el telar de Sidi Bou Said y habitadas por
personas amables que me parecieron como que cumplían con un trabajo por el que,
quizás, recibieran alguna compensación económica, pero que les sometía a
mostrar su intimidad a personas que, en muchos casos, no verían en aquello más
que una postal de viaje. Supuse que debían estar hartos de aquella continua
verbena…
En un segundo, el paisaje cambió
completamente. Acabábamos de salir de visitar una de aquellas casas, con un sol
abrasador cayendo sobre nuestras espaldas que nos hacía añorar la temperatura
amable de las cuevas, cuando un grupo de hombres armados, con las caras
cubiertas por tidjelmousts que no dejaban ver más que sus ojos, se abalanzaron
sobre nosotros, pusieron a todos cuerpo a tierra y, el que parecía ser el jefe,
me agarró de la camisa, me levantó del suelo, y amenazó a todos los del grupo
con matarlos si se movían de allí antes de que ellos desaparecieran. Para
refrendar su amenaza, disparó al aire una ráfaga del fusil ametrallador con que
iba armado y me arrastró, hacia un todoterreno Toyota que tenían a pocos metros.
En pocos segundos, desaparecimos en dirección al desierto. Nadie de los que presenciaron
el hecho hizo un movimiento para impedirlo. Según pude saber después de mi
liberación, el guía recomendó al grupo de turistas no seguir allí ni un minuto
más, subieron a su vehículo y emprendieron la vuelta a Hammamet. Allí denunciaron
el asalto de que habían sido objeto y mi secuestro.
Como te decía, una vez en el
todoterreno, estuvimos viajando toda la tarde, y parte de la noche, por el
desierto. Siempre hacia el sur y pienso que salimos de Túnez ¿A Argelia? ¿A
Libia? No lo sé. Si, en general, las fronteras no tienen mucho sentido, en el
desierto mucho menos. Durante el viaje, nadie habló, la luz del día se fue
apagando y se hizo noche cerrada antes de llegar a nuestro destino.
Cuando paramos, lo hicimos junto
a un grupo de jaimas instaladas en lo que debía ser un pequeño oasis, me
instaron a bajar del todoterreno, me introdujeron en una de las tiendas, me
desataron y me pusieron ante una mesita, rodeada por otros hombres vestidos
como los que me habían secuestrado, y me instaron a comer algunas cosas como
las que te estoy ofreciendo; te puedo asegurar que lo hice sin hacerme
demasiado de rogar. Allí probé un té que me pareció mucho mejor, aunque te
pueda parecer extraño dadas las circunstancias, que el que había probado en
Sidi Bou Said...
sábado, 10 de marzo de 2018
Túnez V
Una vez allí, me encantó su
tipo de arquitectura, con sus tortuosas calles empedradas, con todas las casas
encaladas de blanco, con puertas y ventanas pintadas de azul, como las celosías...,
me interesó más cuando la guía nos contó que, ésta, fue una tradición que llevaron
a Túnez los moriscos andalusíes que llegaron de España y que, en 1912, el barón Rodolphe d’Erlanger,
estableció como una obligación para mantener la personalidad de la ciudad.
Entre las visitas, una fue a una pequeña fábrica artesanal en el que, mujeres
muy pequeñas ― se las podía catalogar de enanas ―, manejaban, con gran
habilidad, antiguos telares de donde salían unos preciosos tapices
multicolores. Parecían muy felices de mostrar su habilidad en el manejo de
aquellos artefactos y sonreían continuamente. A la salida, nos obsequiaron con
un excelente té a la menta. Allí, mientras tomábamos el té, volví a tener la
inquietante sensación de que alguien me espiaba, pero ¿por qué tenía que ser a
mí precisamente? Como por la mañana, decidí hacer caso omiso de esa maldita
sensación y, un rato más tarde, el autobús de la excursión volvía a Hammamet para
dejarnos en los hoteles.
― Pero ¿qué te hacía sospechar que te espiaban? No parece lógico ― dijo
mi amigo ―,
― De eso trataba de convencerme, pero no podía dejar de sentir esa
sensación. Como al día siguiente no tenía contratada ninguna excursión, pasé el
día disfrutando de las instalaciones del hotel y tomando el sol en el jardín,
junto a la playa, en un lugar resguardado del viento.
La siguiente excursión me llevó a la gran mezquita de Kairuán. La guía
nos contó que era considerada por los musulmanes como la más prestigiosa del
Magreb, y también, la más antigua del Occidente musulmán. Me sorprendió su
extraordinario estado de conservación, a pesar de que, a primera vista, en el
exterior, el material predominante parecía ser el ladrillo de barro, aunque
había resistido muy bien el paso del tiempo. Una vez en el interior del gran
patio central, después de admirar el alminar, di una vuelta completa bajo las preciosas
arquerías que circundaban el patio, y que daban acceso a las diferentes
estancias, Decidí entrar en una de ellas, al azar. No supe cuál fue mi
equivocación, o si pretendí introducirme en algún lugar prohibido a los
infieles, pero, del interior en penumbra, surgió un grito, como de repulsa, en
cuanto puse un pie en el umbral de la puerta. Fue de tal intensidad, que me
hizo dar un paso atrás y que me quitó las ganas de entrar en ningún otro
habitáculo de la mezquita.
Una vez terminada la visita a Kairuán, la excursión siguió su camino en
dirección a Monastir, cuna de la familia Burguiba. Allí, lo más espectacular
que encontré fue el extraordinario mausoleo dedicado a Habib Burguiba. Me
pareció algo extraordinario, pero excesivo para una persona. Está claro que
Burguiba había sido el líder de la independencia de Túnez pero, en mi opinión,
ese hecho no justificaba una construcción de esa dimensión ni con esa
abundancia de riqueza. Volví a Hammamet con un cierto mal sabor de boca...
viernes, 9 de marzo de 2018
Túnez IV
Sin acabar de salir de mi
sorpresa, entré en una estación de autobuses caótica. Los autobuses eran, en
realidad, furgonetas para no más de seis u ocho pasajeros que no tenían horario
prefijado de salida. Me subí en una de ellas que, en cuanto se llenó, salió
disparada hacia Hammamet. La primera etapa del viaje la estaba realizando por
el costo equivalente de un euro debido a la ayuda que me habían prestado Omar y
su hermano. Ese recorrido, más o menos de una hora, en un taxi, me habría
costado muchísimo más.
Pude ver que, llegando a las
cercanías de Hammamet, el paisaje se iba cubriendo de campos de golf mostrando
ser una zona turística de calidad. Quizás, pensé, no había elegido un mal lugar
para pasar mis vacaciones. Una vez llegada la furgoneta a su estación de destino,
solo había que coger un taxi, para llegar al hotel. Unos minutos más tarde, me estaba
registrando en el mostrador de recepción.
Una vez instalado, me puse a
recorrer las instalaciones del hotel. Éste disponía de un gran jardín que daba
directamente a un trozo de playa que parecía ser privada. Lástima que, por la
fecha, la temperatura, a pesar de haber un sol espléndido, era un poco baja
para disfrutarla durante mucho tiempo. De todas formas, mi objetivo no era
tumbarme en la playa, sino conocer de cerca el país haciendo excursiones y me
dirigí a la recepción para ver que opciones me ofrecían en ese sentido. Tras
una no muy larga conversación con la señorita representante de la agencia de viajes,
reservé tres excursiones: Túnez-Cartago-Sidi Bou Said, Monastir - Gran Mezquita
de Kairuán, y Casas trogloditas de Matmata. Con todo esto, pensé, ya tenía
cubiertos mis objetivos. Dos días más tarde, inicié la excursión hacia la
primera de ellas.
Lo que más me sorprendió en
los alrededores de Túnez, en Cartago, fue la falta de restos arqueológicos de
la cultura cartaginesa, esperaba ver algunas ruinas de esa época, pero todo lo
que había eran restos arqueológicos romanos: mosaicos, columnas… Al parecer,
los romanos tuvieron gran interés en
arrasar con cualquier vestigio de la civilización cartaginesa; de borrar de la
memoria cualquier elemento que recordase a los que, durante muchos años, habían
sido sus enemigos más encarnizados. Tanto, que llegaron a poner en peligro su
supervivencia y la supremacía de Roma en las costas mediterráneas. Cuando,
finalmente, los derrotaron, arrasaron todo aquello que recordase su cultura.
Disfruté con la visita a la
medina de Túnez. Allí se respiraba la verdadera cultura del país, en realidad,
de cualquier país musulmán: las callejuelas estrechas, muchas de ellas
cubiertas con telas decoradas con dibujos geométricos, llenas de tiendas, con
una mezcla de colores y olores que inundaban los sentidos con sensaciones no
vividas hasta ese momento: la maestría en el regateo de los comerciantes, las
mezquitas, las madrasas…A pesar de estar viviendo todas estas emociones, nuevas
para mí, una sospecha se iba superponiendo a ellas. Me sentía espiado, como vigilado
por alguien, pero ¿quién podía tener algún interés en mí en este lugar del
mundo? Decidí que mi sospecha no tenía sentido y traté de seguir disfrutando
con la visita. Una vez terminado el recorrido por el zoco, la guía nos llevó a
comer en un restaurante para turistas antes de ir hacia Sidi-Bou-Said.
miércoles, 7 de marzo de 2018
Túnez III
― El viaje desde Madrid fue
tedioso y largo. El avión, hacía una escala en Barcelona antes de llegar a
Túnez. Allí, entre otros pasajeros, subieron al avión dos de ellos que
resultaron ser hermanos. Uno se sentó junto a mí, mientras el otro, un hombre
más grueso, se sentaba, en paralelo a él, al otro lado del pasillo. Ambos
vestían bien aunque el primero tenía más elegancia personal. El tiempo de
espera hasta que el avión partió de nuevo se hizo largo y, como en todos los aviones,
el espacio, estrecho. Mi compañero de asiento, el recién llegado, se presentó,
me dio una tarjeta profesional y trató de iniciar una conversación.
Según decía su tarjeta, se
llamaba Omar y era arquitecto. Me contó que había venido a Barcelona por motivos
profesionales y, ahora, volvía a su país, junto con su hermano, que se llamaba
Hafed. Se presentó como un buen musulmán, observante de las normas del Corán,
casado, con dos hijos que, junto con su mujer, estarían esperándole en el
aeropuerto de Cartago. A su hermano lo presentó como a alguien que se saltaba
los ritos religiosos, que bebía alcohol, que fumaba y que tenía un negocio de
material eléctrico. La conversación se estaba desarrollando en inglés, como
idioma común para ambos, aunque yo, disto
de ser un buen conocedor del mismo. En un momento de la charla, Omar me
preguntó por el lugar al que iba y por el motivo de mi visita a Túnez.
― Voy a Hammamet y es un
viaje de vacaciones, me acabo de jubilar ― le respondí.
― ¿Y cómo piensa llegar desde
el aeropuerto a Hammamet? ― preguntó Omar
― En taxi, supongo ― le dije.
― Eso le va a resultar muy
caro, hay bastante distancia, unos setenta Km. ― dijo Omar.
― Puede ser ― le dije ―,
pero no conozco otra manera.
Omar se volvió hacia su
hermano que, al otro lado del pasillo, no había intervenido en la conversación
y habló algo con él. Cuando acabó, se volvió de nuevo hacia mí.
― Mi hermano me dice que, en
Túnez, hay una estación de autobuses de donde salen algunos hacia Hammamet. El
taxi hasta la estación le será mucho más barato ― me dijo Omar.
― Seguramente, pero yo no
conozco Túnez y no sabría cómo llegar hasta esa estación ― le dije.
Omar volvió a tener un
conciliábulo con su hermano y, de vuelta, me trasladó unas instrucciones que no
entendí. Sin atreverme a continuar con la conversación, decidí seguir con mi
idea inicial de tomar un taxi hasta Hammamet. Al cabo de un rato, los hermanos
volvieron a mantener una conversación entre ellos. Al finalizarla, Omar se
dirigió se nuevo a mí.
― Mi hermano dice que es
usted un hombre afortunado; que él, se ofrece a llevarle a usted a la estación
de autobuses ― me dijo.
― Como ves, el tema se
estaba complicando; por un lado, parecían ser unas personas muy amables, pero a
las que no conocía de nada. Si no aceptaba, iba a parecer descortés, pero, si
aceptaba, me ponía en sus manos.
― Gracias ― acerté a
decirle.
― Durante el resto del
viaje, Omar me siguió contando cosas sobre Túnez. Lo presentó como un país muy
avanzado en relación con otros países musulmanes: la educación era mixta e
igual para niños y niñas…El país había sido gobernado por Habib Burguiba, el
héroe de la independencia, durante décadas hasta que, en 1987, su primer ministro Ben Ali
le había depuesto por motivos de senilidad… Finalmente el avión aterrizó en el
aeropuerto y allí se presentó un nuevo “conflicto”. Omar se dirigió a mí:
― Como le dije, mi hermano
consume alcohol y trae algunas botellas. Le pide, por favor, que usted se las
pase por la aduana; como extranjero, no tendrá problemas.
― Pensé que ahora sí me
había caído con todo el equipo al ver aparecer a Hafed con algunos botellones
de varios litros cada uno ¿Cómo iba a pasar todo eso? Y, si el alcohol no
estaba permitido para los musulmanes ¿Cuál podía ser la pena por llevarlo al
país?
― Menudo “embolao” ― dijo mi
amigo ― mientras daba buena cuenta de los frutos secos y del té.
― Ante mi sorpresa, al pasar
la aduana, Omar dijo algunas palabras al guardia señalándome y éste no pareció ver
el equipaje ni las botellas; había pasado sano y salvo.
Como había dicho Omar, su
mujer y sus hijos le estaban esperando en el Hall del aeropuerto, me los
presentó y me dijo:
― Yo vivo en una
urbanización cerca del aeropuerto y mi hermano tiene allí guardado su coche. Así
es que usted nos acompañará y mi hermano le llevará a la estación de autobuses
cuando recoja su coche.
― Cada momento que pasaba estaba
más intranquilo, te lo puedo asegurar. Me sentía en medio de un proceso en el
que no podía tomar ninguna decisión. No me quedaba más remedio que dejarme
llevar.
El coche con el que había
ido la mujer de Omar a buscarle era un pequeño utilitario, a duras penas
cabíamos los pasajeros. Fue necesario alquilar una pequeña camioneta para
llevar en ella los equipajes y a Hafed con ellos. Cuando llegamos a la
urbanización en la que vivía Omar, en un chalet adosado de dos plantas, de un
blanco deslumbrante, bajaron los equipajes de la camioneta y Hafed desapareció
dentro de la casa. Al cabo de unos minutos reapareció saliendo del garaje
montado en un Renault 505 de gas-oíl, en el que me dijo que subiese. Al
despedirme de la familia de Omar, éste, me dijo:
― Tiene el número de
teléfono de mi oficina en la tarjeta. Llámeme para contarme cómo le va su
estancia en Túnez… La amabilidad personificada.
― Veinte minutos más tarde,
Hafed me dejó a la puerta de la estación de autobuses sano, salvo y
tremendamente sorprendido, después de despedirse de mí con tres besos en las
mejillas como debía mandar el rito musulmán.
lunes, 5 de marzo de 2018
Túnez II
¿Habían pasado dos años?
¿Tres? No pude precisarlo en ese momento pero, un día, cuando ya no pensaba en
él, no al menos con tanta frecuencia como al principio de su desaparición, me
lo encontré en la calle. Me costó trabajo reconocerlo, y no sé si él me hubiera
reconocido a mí si no le hubiese tocado en el brazo. Iba como absorto, mirando
muy lejos, con unos ojos que parecían aún más claros de como siempre los había
tenido; mucho más delgado, con el pelo completamente blanco y muy moreno. No el
moreno de tres semanas de playa, un moreno introducido hasta lo más profundo de
su piel, un moreno que ya no se le iba a quitar aunque nunca más volviese a darle
el sol. Vestía una sahariana de manga corta y un pantalón, muy amplios, que
resaltaban más su extrema delgadez. Cuando me reconoció no dijo nada. Solo
sonrió de una manera suave y me dio un abrazo largo, tierno, silencioso. Creo
que estuvimos así algunos minutos, sin intercambiar palabra. Cuando acabó
nuestro saludo, me dijo:
― Tengo muchas cosas que
contarte, pásate mañana por la tarde por mi casa.
No me dijo más ni yo me
atreví a preguntarle; siguió con su paseo, mirando lejos, como si no le
interesase nada de lo que tenía a su alrededor.
Al día siguiente me recibió
vestido con un kaftan de color claro. Era evidente que durante el tiempo en el
que había estado desaparecido se había aficionado a las ropas amplias y
cómodas. Adiós a la ropa convencional, perecía decir su imagen. Su sonrisa
irradiaba paz y un cierto halo de melancolía. Daba la sensación de estar sin
estar, como de vivir en otro mundo.
― Que bien tenerte de nuevo
aquí ― le dije ― había, habíamos perdido la esperanza de volver a verte. No me
lo podía creer cuando te vi de nuevo ayer.
― No hace falta que seas
hipócrita. No creo que nadie me haya echado mucho de menos, ni mi familia ― la
poca que tengo ―. De todas maneras, nada de eso es importante. Han sido tres
años muy duros, en los que me han sucedido cosas en las que nunca hubiera
podido pensar.
― Pero, dime ¿qué te pasó?
Te ibas para un viaje de unos pocos días y has vuelto tres años más tarde y, en
este tiempo, nadie parece haber sabido nada de ti.
― Ya. No sé si recuerdas,
quizás ni te lo dije, que me fui a Túnez. Allí, durante la excursión a Matmata,
un grupo de guerrilleros de GSPD, la Al Quaeda del Magreb, ― esto lo supe más
tarde ― me secuestró ¿Por qué? Nunca supe por qué me eligieron a mí, al resto
de turistas que me acompañaban ni los tocaron. El hecho es que me vi envuelto
en algo que, ni remotamente, había pensado. Pero, perdona mi falta de
hospitalidad ¿quieres tomar algo? He preparado un té moruno. Espero que sea de
tu agrado. He tenido mucho tiempo para aprender a hacerlo bien.
Entonces reparé que en la
mesita del salón, había un servicio de té con platitos de exquisiteces de la
cultura árabe: dátiles, dulces, almendras…
― Que bien, no sabes lo que
me gustan todas estas cosas ― le dije.
Una vez que sirvió el té,
Adolfo empezó su relato, no sin antes remarcarme el carácter ritual que este
acto tiene para los habitantes del Magreb...
domingo, 4 de marzo de 2018
Túnez I
Adolfo Hernández era un tipo
solitario y contradictorio. Recién jubilado, vivía en un barrio de clase media,
era más bien bajo, tenía el pelo canoso y vestía de forma convencional. Cumplía
con las obligaciones de su religión católica, pero era fácil oírle defender
posturas políticas que atacaban a los estamentos religiosos. Era simpatizante
de organizaciones que defendían la igualdad entre los seres humanos, pero no
creía que fuesen ellas las que pudieran conseguir esa igualdad. No estaba de
acuerdo con el sistema, pero rechazaba a aquellos que querían destruirlo. Se le
podía ver saludando gente en su barrio y charlar animadamente con ellos, pero
no se le conocía intimidad con nadie y, en una conversación, siempre encontraba
argumentos para rebatir las opiniones de sus oponentes. En resumen, era un
“plantéame lo que quieras, que te lo voy a discutir”. No se le conocían
enemigos; más bien lo contrario, aunque no todo el mundo que lo conocía lo
aceptaba tal como era.
Según me contó en algunas de nuestras conversaciones,
durante su trayectoria profesional, su actitud independiente ante las luchas de
poder, le había ocasionado algunos problemas al no apoyar a cualquiera de los
bandos que se lo disputase. Siempre reservado, conmigo, a veces, tenía algún
descuido.
Con su recién estrenada
jubilación, decidió tomarse unas vacaciones, y se fue a Túnez. Pasaron los
días, algunas semanas, y no volvió. En el barrio, casi nadie percibió su falta:
el conserje de la finca, algún vecino…― Como nunca daba explicaciones…―. Quizás
había decidido cambiar de residencia, o hacer un largo viaje, ahora que se
había jubilado tal vez hubiera sentido añoranza de ellos. Más de una vez se le
había oído hablar de sus viajes por el extranjero…quizás solo yo le echaba
realmente de menos.
En una ocasión pregunté por él
al conserje de su casa. No sabía nada, solo que no había vuelto de un viaje para
el que partió; el coche seguía aparcado en la plaza de garaje y él, no tenía
ningún punto de contacto con alguien de su familia ― si es que la había ―.
Tenía las llaves de su piso, que nadie había reclamado, y sabía que el importe
de la cuota de comunidad era puntualmente pagado… Como si se lo hubiera tragado
la tierra…
jueves, 22 de febrero de 2018
La lideresa
Era la más chula. Azote de los infieles, nadie, como
ella, contenía las mejores esencias ni representaba mejor los valores patrios. Siempre
adulada por los suyos, criticaba sin piedad a sus oponentes: ineptos, falsos, corruptos
y con ideas caducas… Un día, también los suyos empezaron a desaparecer atacados
por los mismos vicios. Ella puso cara de sorpresa: ¡Aquello no era posible! ¡La
habían engañado! ¡Ella era inocente!... Finalmente, sola, también ella desapareció.
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