domingo, 27 de febrero de 2022

UCRANIA

Al fin y después de muchas dilaciones, intentos de conversaciones para evitarlo y múltiples mentiras por parte del zar Putin, Rusia ha invadido Ucrania.

Yo tenía alguna esperanza de que el hecho no llegara a producirse. Veía muchas similitudes con la situación creada en 1962 con la llamada "Crisis de los misiles" en Cuba. Los EE.UU. descubrieron la existencia de baterías de misiles instalados en Cuba por los soviéticos y apuntando a los EE.UU y, naturalmente, no podían permitirlo. Se creó una situación de gran tensión, que estuvo a punto de provocar una tercera guerra mundial. Afortunadamente, el sentido común y la diplomacia se impusieron y los mandatarios de los EE.UU. y la U.R.S.S., a la sazón Kennedy y Kruchef llegaron a un acuerdo: La U.R.S.S. retiraría sus misiles de Cuba y los EE.UU. se comprometían a no invadir Cuba y a retirar las baterías de misiles que tenían instalados en Turquía e Italia apuntando hacia la U.R.S.S.

Ahora, la situación me parecía similar: Rusia no puede admitir la presencia de bases de la OTAN en sus fronteras, algo posible, ya que el gobierno ucraniano está solicitando la incorporación a dicha organización, y el zar Putin está presionando a Ucrania, y a toda Europa, para que eso no suceda. Yo pensaba que la solución podría haber sido similar a la que se dio en aquella ocasión: Rusia se comprometía a no invadir Ucrania y la OTAN a no incorporar a dicho país a su organización. Está claro que los objetivos de Putin van mucho más allá.

Ucrania se  convirtió en país independiente en 1991 cuando se desmembró y desapareció la antigua U.R.S.S., de la que Ucrania formaba parte como una República Socialista más dentro de ella. En realidad, antes de eso, era una región dividida entre Polonia y Rusia, siempre luchando por su independencia de ambos, pero divida en dos areas con intereses e ideologías diferentes.

Parece que, aunque no haya un compromiso escrito, se prometió a Gorvachof, ante la desaparición de la U.R.S.S., que la OTAN no incorporaría a la organización a los países orientales europeos que, hasta ese momento, habían estado bajo la regla soviética, cosa que, evidentemente, no se ha respetado, y Putin siente esa amenaza más cercana.

En algún momento, después de la independencia de Ucrania, el gobierno fue pro-ruso, en 2013 con Viktor Ynukóvich, que rechazó un acuerdo de asociación con la U.E.  para estrechar relaciones con dicha Federación, lo que tranquilizaba a Putin.

En todo caso, la situación provocó manifestaciones y revueltas que acabaron con ese gobierno huido a la Federación de Rusia, aunque la inestabilidad creada fue aprovechada por Rusia para invadir y anexionarse la Península de Crimea, establecer una base naval en el Mar Negro y asegurarse así su salida al Mediterráneo. Al mismo tiempo, dar apoyo a las áreas pro-rusas del este del país: Lugansk, Donest, Odesa..., lo que, desde entonces, mantiene una situación de guerra soterrada de estos territorios con el gobierno de Kiev. 

En la situación actual, la invasión de Ucrania ha estado precedida del reconocimiento de la independencia de estas áreas por Rusia y ha sido uno de los pretextos para la misma. La pregunta es      ¿ Cual es el objetivo final de Putin con esta invasión? ¿Imponer un gobierno pro-ruso similar al de Bielorrusia? ¿Mantener la ocupación rusa indefinidamente en Ucrania? En todo caso, y viendo la actitud de los ucranianos, el tiempo no va a jugar a favor de Putin. Incluso parece que la invasión va más lenta de lo que parecía en un principio y que los países europeos y los EE.UU. están enviando material militar de ayuda al gobierno de Kiev, lo que parecería indicar que el conflicto no tendría un final rápido... Si fuera así, el tiempo jugaría contra Putin, pero... Es imposible fiarse de un individuo así, y ya hemos oído sus amenazas ante la posibilidad de que países cono Finlandia o Suecia pudiesen entrar a formar parte de la organización OTAN...

Lo que es evidente, es que esta situación no va a favorecer a nadie y que, todos, vamos a sufrir las consecuencias: Subida impredecible del precio de las energías, desabastecimientos varios, problemas con refugiados, inflación, desconfianza entre países, sanciones mutuas,  riesgo de guerra fría o caliente, desvío de recursos para otros problemas como la pandemia, el hambre...

Al principio del curso, comenté que se avecinaba un invierno muy frío, por el precio de la energía, pero se ha calentado demasiado.


                                                    





viernes, 25 de febrero de 2022

CUBA - ÚLTIMA ENTREGA

 

Había tenido mucha suerte con el tiempo que había podido disfrutar hasta el momento. Todos los días soleados, ni una sola amenaza de lluvia…Eso era muy raro en el Caribe en el mes de mayo, cuando ya empieza la temporada de lluvias. La buena racha se rompió, justo, el último día.

Amaneció tormentoso, con chaparrones intermitentes que hacían imposible la permanencia en la playa. Como no había recibido ninguna noticia de la hora en la que pasarían a recogerme, en cuanto terminé de desayunar dejé el equipaje hecho para estar preparado para la partida, además tenía que dejar libre la habitación.

Los días de salida de un hotel se me hacen tremendamente incomodos. Sobre todo, cuando el medio de transporte no depende de mí y tengo que esperarlo sin poder hacer uso de las pertenencias ya empaquetadas y almacenadas en una especie de almacén con otros muchos equipajes; el tiempo se me hace interminable, y más en este caso que, como ya he dicho, no tenía ninguna referencia de la hora de recogida. Suponía que sería por la tarde, porque el avión salía del aeropuerto de La Habana a primera hora de la noche, pero era eso, una suposición.

Traté de entretenerme con las actividades que los monitores de animación intentaban, dentro del hotel, claro, la lluvia no permitía otra cosa. Llegó la hora de la comida y yo seguía sin tener ninguna noticia.

Mi nerviosismo seguía creciendo, y más, cuando por la tarde empezaron a llegar al hotel autobuses de diferentes agencias para llevar pasajeros a La Habana. A cada uno que llegaba le preguntaba si tenía mi nombre. La respuesta era siempre negativa.

De tiempo en tiempo pasaba por la recepción del hotel a ver si habían recibido alguna nota sobre cuando pasaría alguien a recogerme. Nadie sabía nada, seguía lloviendo, seguían llegando  autobuses de agencias a recoger pasajeros para La Habana, pero en ninguna de las listas que llevaban estaba mi nombre. Empezaba a pensar que me iba a quedar en Cuba.

Ya anochecía, y gracias a las nubes de tormenta, más temprano que el resto de los días, cuando apareció por el hotel un cubano bastante gordo preguntando por mí. Era el chofer que me iba a llevar al aeropuerto, en un coche Hyundai de los que había comprado el gobierno cubano para utilizarlos como taxis. Por fin me pude relajar un poco.

No demasiado, cuando nos metimos en la carretera, ya noche cerrada, no había ni una sola luz que la iluminase, no entendía como el chofer no se perdía en aquella obscuridad, posiblemente no tenía otra carretera alternativa que le pudiese equivocar en su trayecto para llegar al aeropuerto. El chofer me iba hablando de cosas intrascendentes a las que yo no ponía mucha atención, cuando, de pronto, me sorprendió con una pregunta que me sacó de mis cavilaciones.

¿Le importa que haga una paradita?, tengo que dar un recado a unos familiares míos que viven en la ruta —.

Me dieron ganas de decirle que no quería paraditas, que estaba harto de día y que lo que quería era llegar cuanto antes al aeropuerto…No le dije nada de esto, paramos un momento, frente a una casita en la que vivía una familia, que conocí porque me baje del coche con el conductor, por no perderlo de vista; les dio su recado, y tras mantener unos  minutos de charla con ellos, reanudamos el viaje al aeropuerto. 

En el camino, me contó algo que, no sé porque, no me sorprendió.

Aquí, en estas casas en el campo, fuera de las ciudades, casi todo el mundo se ha fabricado antenas de TV. para poder captar las emisiones de las cadenas de los EE.UU, y poderse enterar de las noticias que dan desde allí.

Estaba claro que, en este país, cada cual se buscaba las mañas para, de cualquier manera posible, poder sobrevivir. La imaginación no tiene límites.

Por fin llegamos al aeropuerto. La humedad y el calor creaban una atmosfera muy pesada. Una vez pasada la aduana, me dio tiempo de comprar una botella de ron en el pobre y desabastecido Duty free y entré en el autobús que, abarrotado, nos llevó hacia el avión. Dentro hacía un bochorno y una humedad que era aún más insoportable, mientras, fuera, diluviaba. Para acabar de hacer inaguantable el trayecto, tuvimos que esperar un rato en aquella atmósfera irrespirable, antes de poder subir la escalerilla del avión sin ponernos como una sopa. Al fin, conseguimos entrar en el avión, que nos esperaba con el aire acondicionado a tope.

En el autobús siguiente, llegó el que sería mi compañero de viaje, al que tuve que dejar  pasar a su asiento junto a la ventanilla. Como siempre en viajes largos, había pedido asiento de pasillo.

Mi vecino de asiento era español de los que cumplían el estereotipo: relativamente joven, bajito, gordo y medio calvo. Llegó resoplando, y en cuanto se sentó, le faltó tiempo para contarme  que, cada tres meses, hacia un viaje de una semana a Cuba para  ¡FOLLAR¡ ¡Un auténtico cerdo!

Dicho esto, debía de estar tan agotado por tanto esfuerzo, que se quedó dormido;  resoplando, tal y  como había llegado.

En cuanto el avión despegó, la temperatura del aire acondicionado se puso inaguantable, tuve que pedir una manta para protegerme del frío. Mi compañero de viaje, ni se enteró, siguió resoplando durante todo el viaje y no despertó, eso sí, aterido de frío y estornudando como un poseso, hasta que el avión aterrizó en Madrid.



 

sábado, 19 de febrero de 2022

CUBA- VARADERO IV

 

Terminada la mañana, después de comer, me fui al muelle del que debía de salir el barco. En esta ocasión se trataba de una embarcación a motor. La línea era más moderna que el del otro día, pero resultó ser más incómodo. Había menos espacio y, si intentabas bajar las escalerillas para protegerte del sol en el interior del barco, un olor, más bien desagradable, te invitaba a salir al exterior. Creo que no se esmeraban mucho en la limpieza interior del barco.

Ya en alta mar, fuimos a una zona de pequeños islotes que, nos dijeron, eran el lugar de Cuba más cercano a la Florida y, aunque parecían estar abandonados, mostraban  algunas fortificaciones. En muchos de ellos se veían nidos de ametralladoras. Según nos dijeron, después de la fracasada invasión de Bahía Cochinos, el gobierno cubano había fortificado estos islotes para protegerse de otro posible ataque.

Cuando abandonamos este lugar, nos dirigimos a un espacio absolutamente abierto, con un fondo de arena blanquísima que se podía percibir claramente gracias a la transparencia del agua. El patrón del barco nos dijo que en aquel lugar se podían coger gran cantidad de langostas y que, a los voluntarios que se prestasen a ello, se les proveería de útiles para poder hacerlo. Rápidamente se ofrecieron varios voluntarios que se tiraron al agua para conseguir las presas, provistos de gafas submarinas y ganchos.

En todo caso, algunos miembros de la tripulación también bajaron, no sé si decir a pescar, para después, organizar una merienda en el barco con las presas capturadas.

Las langostas no se veían a simple vista; se encontraban escondidas bajo las piedras cubiertas con una costra de vida marina, que, de trecho en trecho, jalonaban aquel fondo arenoso. Los pescadores, con los ganchos de los que iban provistos, levantaban las piedras y, en muchos de los casos, encontraban el botín. En no más de una hora, habían cogido más langostas de lo que yo hubiera podido suponer. Un par de cubos llenos con las langostas recogidas. Todo el mundo se fotografió con algunas, incluso yo, que no había sido de los voluntarios que se tiraron al agua, me fotografié con dos. Una en cada mano.

El paso siguiente fue la subasta. El que quisiera comer langosta, tenía que pagarla. No soy un entusiasta del marisco, pero no me pude contener y compré una mediana. El tripulante que oficiaba como cocinero del barco las habría por la mitad de un hachazo, y las ponía en una plancha. Creo que no quedó nadie sin probar las langostas.

Como dije, no soy un entusiasta ni, en consecuencia, un experto en mariscos, mi langosta me pareció bastante insípida, Creo que, dada la calidad y temperatura del agua, no podía compararse con las del Cantábrico. En todo caso, la experiencia fue buena y el ambiente con la gente en el barco, muy agradable. Volvimos a Varadero con el crepúsculo tiñendo de un color anaranjado el cielo caribeño que, parecía poner una nota de melancolía en el inmediato fin de las vacaciones en Cuba que, al día siguiente, terminaban. La tarde había valido la pena.

                                                        



sábado, 12 de febrero de 2022

CUBA - VARADERO III

 

El día siguiente, después de salir del hotel, fui a dar una vuelta por el entorno y ver lo que me fuese posible sobre el estado de construcción del campo de golf. Enseguida pude  constatar que la temperatura era muy alta y el alto grado de humedad la convertía en insufrible, visto lo cual, decidí volver al hotel con el propósito de pasear por el jardín y descansar en la playa que, además, era privada. Aquel trozo de playa, ante el hotel, era para uso exclusivo de los clientes del mismo.

Lo primero que me sorprendió, era la calidad y la temperatura de la “arena” en la playa. A pesar de la altísima temperatura ambiente, estaba fría, no quemaba, y la textura también era diferente de las que había conocido hasta entonces. Alguien me informó de que, en realidad, no era arena. Eran partículas muy finas de conchas de moluscos que el paso de los siglos había ido triturando y almacenado en aquel lugar. A la sombra de una palmera de la playa, pasé un día feliz. La temperatura del agua en el Caribe está a mi medida, aunque, para otras personas, sea como meterse en una sopa.

Después de una buena siesta volví, como había prometido, a visitar la galería. La cuidadora/comercial de la misma, tan amable como el día anterior, siguió haciendo alabanzas sobre Manuel Hernández y su desarrollo como artista multidisciplinar. En todo caso yo ya había tomado mi decisión al respecto y, viendo el precio de las pinturas y las dificultades para trasportarlas a España, había decidido comprar algo que fuese más manejable: un plato de cerámica de Manuel, fácil de colocar entre la ropa en la maleta y que no “cantaría” en el paso por la aduana.

Una vez cerrado el trato, la conversación con ella derivó hacia la situación en Cuba. Celia, ese era su nombre, me dijo:

Yo sé que la situación no es buena. Desde que los soviéticos abandonaron la isla todo se complicó mucho y, de manera súbita, faltaron muchos artículos básicos y se provocó una situación de hambre, no estábamos preparados para esa situación, que se agravó con el bloqueo americano, pero no puedo aprobar lo que mucha gente hizo, en particular las mujeres y las chicas jóvenes que se prostituyeron, y aún lo hacen, por una pastilla de jabón, unas medias o cualquiera de los artículos que faltan aquí.

Después de una corta pausa, prosiguió:

Puede que Fidel no haya traído a Cuba lo que, en un principio, nos hizo creer, pero yo tengo mucho miedo a lo que pueda pasar a mis hijos si cambia el régimen. Fuera de Cuba, en el mundo capitalista, hay muchos peligros: la droga está matando a muchos jóvenes en los EE.UU. y muchos otros países accidentales y yo no quiero eso para mis hijos…Por otra parte, tampoco estoy de acuerdo con lo que pasa aquí, en Varadero; el hecho de que un lugar como este no pueda ser disfrutado por los cubanos, que tengan prohibida la entrada, salvo para quien tenga aquí su sitio de trabajo… Es todo muy complicado.

Estaba claro que Celia era una mujer con unos criterios éticos bastante claros, que trataba de ser muy neutral con la situación aunque, en parte, era evidente que también estaba siendo influenciada por la propaganda del Régimen Castrista.

Me despedí de ella deseándole suerte en lo personal y que la situación en el país se resolviese de la mejor manera posible, cosa que me agradeció. Pienso, mientras escribo estos recuerdos, que veinticinco años más tarde y después de la desaparición de los hermanos Castro del gobierno de la isla, cada uno por diferentes razones, la situación política y social apenas ha cambiado. Mejor decir, en nada ha cambiado. Durante el gobierno de Obama en los EE.UU., los términos del bloqueo se relajaron, se abrió la puerta a que los estadounidenses pudiesen viajar a Cuba y tuvimos la impresión de que la situación podría mejorar en la isla, pero la presión de los cubanos de Miami y la llegada de Trump a la presidencia de los EE.UU., provocó que el bloqueo se hiciese más duro y la reacción del gobierno cubano, también. Creo, que todo ha quedado peor que antes.

Como la excursión por el mar que había contratado se desarrollaría por la tarde, la mañana la pasé de nuevo en la playa, disfrutando de las actividades que los monitores organizaban para los huéspedes del hotel: diferentes deportes, bailes, juegos…todos amenizados con música caribeña que hicieron que la mañana pasase en un suspiro. La gente que viene a estos lugares siempre está dispuesta a pasarlo bien y se apuntan a todo aquello que, con el cambio de ambiente, les haga olvidar las rutinas diarias y les facilite derrochar energía.

    


                                                    

 

 

 

sábado, 5 de febrero de 2022

CUBA - VARADERO II


En un viaje por mar, aunque sea corto, en un velero, el sol pega de lo lindo, y si no te proteges, puedes terminar como un cangrejo. Recuerdo un viaje a Cancún, en el que llegué al hotel temprano, y tuve que esperar media mañana a que me diesen la habitación. Aunque estuve protegido bajo una sombrilla de la piscina, cuando llegué a la habitación, la piel de la cara se me caía a tiras. Tardé días en reparar el estropicio, a base de embadurnarme con una especie de moco verde. Fue mi primer contacto con el gel de aloe.

En esta ocasión, para evitarlo, empecé a darme la crema solar; como iba solo, tenía dificultad para hacerlo por la espalda; sin problema, una de las argentinas del grupo se empeñó en hacerlo ella. La verdad es que son gente sociable y, en general, simpática.

La excursión consistía en llegar a una isla, comer allí, y disfrutar de la playa y del baño. Durante el trayecto tuvimos la ocasión de coincidir en la ruta con un catamarán ¡Enorme! Una plataforma en la que habría, según me pareció, no menos de cincuenta personas. Llevaban puesta la música a “todo trapo” y tenían montada una gran fiesta. Me dieron una cierta envidia y me dije que, en cuanto tuviera ocasión, me gustaría montar en un catamarán como aquel.

Cuando tuvimos la isla a la vista, el patrón de la embarcación me invitó a tomar el timón para dirigir el barco hasta el pequeño puerto de atraque. Fue una sensación interesante manejar el timón del barco y notar de qué manera, con suaves giros del mismo, el barco obedecía. Así fue, hasta que, a unos quinientos metros de la orilla, el patrón volvió a tomar el timón para hacer las maniobras de acercamiento y atraque en el pequeño muelle.

                                                        



Desde este momento, el día trascurrió de una manera lúdica, el disfrute en la preciosa playa que, prácticamente, era para nosotros solos. El maravilloso baño en aquellas aguas azules, cristalinas, templadas… la compañía agradable, la comida que nos prepararon en el chiringuito próximo, estupenda; pescado fresco, cogido esa misma mañana, cocinado a la parrilla y bañado en una salsa ligera, donde había abundancia de sabor a lima…. Durante la comida, se acercó un grupo de músicos que nos la amenizó interpretando boleros, guarachas y algunas canciones de son cubano. Muy bonito todo.

La sobremesa también fue muy amena. Los argentinos son muy buenos conversadores y se alargó más de lo previsto. Cuando el patrón nos avisó, solo quedó tiempo para tomar un último baño antes de subir al barco para volver a Varadero; vuelta que  hicimos sin ningún contratiempo. Solo quedaba despedirme de los argentinos, ya que, ellos, se hospedaban en un hotel diferente al mío.

Después de quitarme el salitre del mar y la arena de la playa con una buena ducha, ya se había hecho hora de tomar la cena, cosa que hice para, después, darme una vuelta por el área de la galería de arte; la primera impresión que había recibido, era de que podía haber cosas interesantes.

En cuanto inicié la exploración, la persona que estaba al cargo de la instalación se me acercó y, después de saludarme, se ofreció a darme la información que necesitase; se lo agradecí e iniciamos un recorrido por las instalaciones. 

Aparentaba unos treintaicinco a cuarenta años, más elegante que las cubanas que había tenido ocasión de conocer, pero sin afectación, muy natural, sin ninguna estridencia. Sobre todo, me habló de la obra de un artista cubano del que había muchas muestras en la galería: Manuel Hernández.

Parecía ser un artista multidisciplinar que había explorado en distintas disciplinas: cerámica, escultura y, ahora, la pintura era su actividad principal.

.

Me sorprendió el nivel de  precio de las obras. Pensaba que, en Cuba, dada la situación económica de la isla, fuesen bastante más bajos de los que me estaba dando. En pintura, que era lo que más me interesaba, los precios no bajaban de las 200.000 pts. Como dije, en los meses inmediatamente anteriores, había comprado algunos cuadros en galería, en Madrid, de una calidad, más o menos similar, por precios parecidos, y otros, a precios bastante más bajos, en subastas.

Siguiendo la conversación, me informó de las condiciones necesarias para sacar las piezas de la isla, que me parecieron bastante engorrosas y yo me planteé las dificultades del transporte. Como el tema seguía interesándome y ya era tarde, nos despedimos, y yo asumí el compromiso de volver por la galería con más tiempo. Tanto la señora, como el artista y su obra, me habían parecido dos personajes sobre los que profundizar un poco más.