Lo primero
que me sorprendió, era la calidad y la temperatura de la “arena” en la playa. A
pesar de la altísima temperatura ambiente, estaba fría, no quemaba, y la textura
también era diferente de las que había conocido hasta entonces. Alguien me
informó de que, en realidad, no era arena. Eran partículas muy finas de conchas
de moluscos que el paso de los siglos había ido triturando y almacenado en
aquel lugar. A la sombra de una palmera de la playa, pasé un día feliz. La
temperatura del agua en el Caribe está a mi medida, aunque, para otras
personas, sea como meterse en una sopa.
Después de
una buena siesta volví, como había prometido, a visitar la galería. La
cuidadora/comercial de la misma, tan amable como el día anterior, siguió
haciendo alabanzas sobre Manuel Hernández y su desarrollo como artista
multidisciplinar. En todo caso yo ya había tomado mi decisión al respecto y,
viendo el precio de las pinturas y las dificultades para trasportarlas a
España, había decidido comprar algo que fuese más manejable: un plato de
cerámica de Manuel, fácil de colocar entre la ropa en la maleta y que no
“cantaría” en el paso por la aduana.
Una vez
cerrado el trato, la conversación con ella derivó hacia la situación en Cuba.
Celia, ese era su nombre, me dijo:
— Yo sé que la situación no es buena. Desde que los soviéticos
abandonaron la isla todo se complicó mucho y, de manera súbita, faltaron muchos
artículos básicos y se provocó una situación de hambre, no estábamos preparados para esa
situación, que se agravó con el bloqueo americano, pero no puedo aprobar lo que
mucha gente hizo, en particular las mujeres y las chicas jóvenes que se
prostituyeron, y aún lo hacen, por una pastilla de jabón, unas medias o
cualquiera de los artículos que faltan aquí.
Después de
una corta pausa, prosiguió:
— Puede que Fidel no haya traído a Cuba lo que, en un
principio, nos hizo creer, pero yo tengo mucho miedo a lo que pueda pasar a mis
hijos si cambia el régimen. Fuera de Cuba, en el mundo capitalista, hay muchos
peligros: la droga está matando a muchos jóvenes en los EE.UU. y muchos otros
países accidentales y yo no quiero eso para mis hijos…Por otra parte, tampoco
estoy de acuerdo con lo que pasa aquí, en Varadero; el hecho de que un lugar
como este no pueda ser disfrutado por los cubanos, que tengan prohibida la
entrada, salvo para quien tenga aquí su sitio de trabajo… Es todo muy
complicado.
Estaba claro
que Celia era una mujer con unos criterios éticos bastante claros, que trataba
de ser muy neutral con la situación aunque, en parte, era evidente que también estaba
siendo influenciada por la propaganda del Régimen Castrista.
Me despedí
de ella deseándole suerte en lo personal y que la situación en el país se
resolviese de la mejor manera posible, cosa que me agradeció. Pienso, mientras
escribo estos recuerdos, que veinticinco años más tarde y después de la
desaparición de los hermanos Castro del gobierno de la isla, cada uno por
diferentes razones, la situación política y social apenas ha cambiado. Mejor
decir, en nada ha cambiado. Durante el gobierno de Obama en los EE.UU., los
términos del bloqueo se relajaron, se abrió la puerta a que los estadounidenses
pudiesen viajar a Cuba y tuvimos la impresión de que la situación podría
mejorar en la isla, pero la presión de los cubanos de Miami y la llegada de
Trump a la presidencia de los EE.UU., provocó que el bloqueo se hiciese más
duro y la reacción del gobierno cubano, también. Creo, que todo ha quedado peor que
antes.
Como la excursión por el mar que había contratado se desarrollaría por la tarde, la mañana la pasé de nuevo en la playa, disfrutando de las actividades que los monitores organizaban para los huéspedes del hotel: diferentes deportes, bailes, juegos…todos amenizados con música caribeña que hicieron que la mañana pasase en un suspiro. La gente que viene a estos lugares siempre está dispuesta a pasarlo bien y se apuntan a todo aquello que, con el cambio de ambiente, les haga olvidar las rutinas diarias y les facilite derrochar energía.
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