domingo, 24 de febrero de 2013

La cena


Y dio otro bocado. Mordía de la manera más elegante que nunca había visto y, además, mientras lo hacía, levantaba la vista y me miraba con esos extraordinarios ojos verdes. Parecía no querer acabar nunca. Alargar la situación hasta el infinito. Cada bocado era un final y, a la vez, una nueva invitación, un nuevo comienzo. Nunca había sentido una sensación de éxtasis como aquella y decidí prolongarla hasta conocer el final. Respondí a cada bocado suyo, con otro mío. Me sonrió y aumentó la frecuencia de sus mordiscos. Al unísono, nos levantamos y, sin decir palabra, decidimos ir a elaborar nuestro propio menú. 

lunes, 18 de febrero de 2013

La playa


Me acerco a ellos y anoto sus nombres tomándolos de las etiquetas que les han pegado; a algunos sobre la misma piel. Acaban de llegar, salvados del frío y del mar cuando esperaban morir. Miran asustados y tiritan bajo la manta mientras beben café caliente. No entienden nada; ni siquiera el idioma. ¿Qué les impulsa a emprender esta loca aventura? ¿De que huyen?, ¿Que esperan encontrar aquí? Aquí o en otro lugar. Seguro que no esto ¿Saben siquiera donde están?... La historia se repite una y otra vez y, una y otra vez, anoto nombres y relleno formularios, con la sensación de estar haciendo un esfuerzo, tan hipócrita, como inútil.

lunes, 11 de febrero de 2013

La fiesta


¿Qué día es hoy, domingo? 
La cabeza me da vueltas y, a duras penas, trato de recordar algo de lo sucedido durante la noche pasada. ¿Con quien estaba? Intuyo que hice alguna barbaridad. ¿Pero que? ¿Dónde está mi coche? No consigo despertarme. Demasiadas copas. La música atronaba. La chica rubia que había encontrado en el “pub” me introdujo en la fiesta .Había demasiados “macarras”. Uno se enfrentó con mi chica, me interpuse…
Siento frío, abro los ojos. La chica yace junto a mí. Sus ojos miran, fijos, al cielo. Más bella, si cabe. Mi coche, medio volcado, está en la cuneta.


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viernes, 8 de febrero de 2013

Los hombres no lloran


─Los hombres que a mi me gustan, no saben llorar.

Que frase tan interesante, pensé. Disimuladamente, me volví para ver quien la había pronunciado.
Cerca de mí, en medio de la fiesta, dos mujeres, bellas y muy elegantes, mantenían una discreta conversación ajenas al ambiente que las rodeaba. ¿Cuál de ellas habría pronunciado la frase? ¿La rubia sofisticada o la morena agresiva? Mi espíritu de macho se exaltó y decidí acercarme para, con cualquier pretexto, abordarlas…Quién sabe.
Cuando lo intenté, me miraron despectivamente y se alejaron con una sonrisa burlona en sus labios.

Me di cuenta del error demasiado tarde. Debería haberme puesto el colirio para eliminar de mis ojos la irritación producida por el humo de los cigarros.












viernes, 1 de febrero de 2013

La sonrisa que siempre le acompañó


El bombardeo acabó con él, pero no mató su sonrisa. Era el chico más alegre e idealista del grupo. Sus extraños ojos claros, limpios de rencor, siempre miraban al futuro. Se negaba a creer que no hubiera esperanza. Nunca veía enemigos. Aunque los ocupantes coartasen su libertad con muros inaccesibles. Aunque le prohibiesen la educación destruyendo intencionadamente las escuelas. Aunque le negasen la posibilidad de un trabajo digno con las leyes injustas impuestas a su país.
Trataba de tener amigos en ambas partes, aunque esto le acarrease problemas. Siempre luchó por la paz, hasta aquella aciaga tarde en que quedó mirando al cielo con aquella sonrisa que siempre le acompañó.