domingo, 21 de febrero de 2016

El golpista - El caracazo XIII

En medio del desastre vi a una mujer joven, de rasgos indios, bellísima, que salía corriendo, atemorizada, de uno de los ranchitos. Dos niños la seguían llorando y unos hombres, sin uniforme del ejército, la rodeaban. Por su aspecto parecían pertenecer a las  fuerzas especiales. 
— ¿Dónde está su esposo?  ¿Dónde está el pendejo de Juan de la Cruz? Estamos seguros de que él es un cabecilla de toda esta revuelta y le vamos a encontrar.
Los hombres de Zubiaurre zarandeaban a la mujer que, a pesar de la angustia que expresaban sus ojos, no abría la boca para responder a sus preguntas, lo que exasperaba más y más a sus captores que aumentaban los maltratos y vejaciones hacia ella.
En medio del desbarajuste general, aquel hecho pasaba casi desapercibido. Al fin, la mujer se atrevió a responder:

— Yo no sé dónde está Juan de la Cruz. Salió hace dos días, en la mañana, y no ha vuelto a casa. Le he esperado dos noches y todo el día de hoy. No sé dónde se encuentra, ni si está vivo o muerto. No les puedo decir otra cosa ¡Por Dios, encuentrenlo!

— Te vas a venir con nosotros, india — dijo el hombre que mandaba el destacamento.

Los hombres de Zubiaurre la esposaron y la subieron con ellos a un todo terreno aparcado en las inmediaciones, que arrancó inmediatamente.


Los dos niños quedaron solos en medio de aquel gran desorden. Nadie, aparte de mí, pareció reparar en ellos. Testigos mudos de la barbarie que se había desatado en los cerros, se miraron, y cogidos de la mano, entraron en su ranchito con el miedo y la incomprensión reflejados en su rostro. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario