En su recién estrenado despacho de la DISIP, Carlos Guillermo Zubiaurre era informado de la
situación por Gutiérrez, su asistente:
— Mi comandante, se
están recibiendo despachos de los gobernadores de los diferentes estados,
informando de los graves disturbios que se están produciendo en muchas
poblaciones. La TV está transmitiendo imágenes de los saqueos y violencias, la
Policía Metropolitana no es capaz de mantener la situación. Incluso, en algunas
imágenes, aparecen algunos de sus componentes colaborando con los saqueadores.
— Está bien, Gutiérrez, mantengan la calma, por el momento no
podemos intervenir. Voy a Miraflores a Informar al ministro y al presidente.
Tenemos que recibir órdenes.
En su camino a Miraflores, Zubiaurre no podía sino maldecir
la situación: En un alarde de confianza, el ministro de defensa del nuevo
gobierno le había designado como un alto cargo, de la DISIP con el beneplácito del presidente. Aún no había
tenido tiempo de organizar el departamento con hombres de su confianza, salvo
Gutiérrez, y se iba a tener que enfrentar a una revuelta contra el nuevo
gobierno. Revuelta, que tenía todos los ingredientes de las que habían hecho la
historia de Venezuela.
Cuando llegó al Palacio presidencial el gobierno estaba
reunido. Inmediatamente del anuncio de su llegada, fue admitido a la reunión.
— Pase y tome asiento, Zubiaurre, vamos a necesitar de la
intervención de sus fuerzas para sofocar las revueltas, — dijo el ministro de
la Defensa.
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