domingo, 6 de diciembre de 2015

El golpista - El caracazo V

— Señor Presidente, señores Ministros; las imágenes que están transmitiendo las cadenas televisivas son muy negativas para mantener el principio de autoridad —empezó diciendo Zubiaurre —. Números de la Policía Metropolitana se inhiben ante los saqueos o, peor aún, colaboran con ellos. La Guardia Nacional tampoco es capaz de sofocar las manifestaciones y los revoltosos campan a sus anchas por varios municipios de la capital y de otras poblaciones. Algunos portan armas y se están produciendo las primeras víctimas…

El Ministro de la Defensa tomo la palabra:

— Señor Presidente y señores ministros, la anarquía no se puede tolerar. Hay que mantener el principio de autoridad a toda costa, haciendo uso de las fuerzas armadas para controlar la situación.

Algunos ministros se mostraron de acuerdo con esta postura y urgieron la toma de medidas radicales. Otros mostraban sus reservas a las mismas, justificando su postura:

— El ejército no está preparado ni entrenado para estas misiones y su intervención puede ser contraproducente. Ya hemos tenido experiencias de las consecuencias de la intromisión del ejército en la vida política.

— El transporte público de superficie no funciona y el metropolitano ha tenido que cerrar sus accesos en prevención de acciones vandálicas, no sé cuánto tiempo podemos mantener la situación, garantizando la seguridad de las instalaciones. — Informó el ministro de transportes.

—Señores, mantengamos la calma —dijo el Presidente —. No vamos a tomar estas medidas drásticas, todavía, pero, usted — dijo, dirigiéndose al Ministro de la Defensa —, tenga a punto las tropas por si hay que activar el Plan Ávila. Voy  a pedir una comparecencia inmediata por televisión para tratar de calmar la revuelta.

— Usted, Zubiaurre  — ordenó el Ministro de la Defensa —, saque ya sus fuerzas a la calle para controlar el comportamiento de la policía metropolitana y de la guardia nacional y apoyarlos o arrestarlos en función de su comportamiento. No podemos consentir la insubordinación.


—A la orden de mi general, dijo Zubiaurre, cuadrándose, y saliendo inmediatamente de la reunión para ir a su despacho.

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