— Señor Presidente, señores Ministros; las imágenes que están
transmitiendo las cadenas televisivas son muy negativas para mantener el
principio de autoridad —empezó diciendo Zubiaurre —. Números de la Policía
Metropolitana se inhiben ante los saqueos o, peor aún, colaboran con ellos. La
Guardia Nacional tampoco es capaz de sofocar las manifestaciones y los
revoltosos campan a sus anchas por varios municipios de la capital y de otras
poblaciones. Algunos portan armas y se están produciendo las primeras víctimas…
El Ministro de la Defensa tomo la palabra:
— Señor Presidente y señores ministros, la anarquía no se
puede tolerar. Hay que mantener el principio de autoridad a toda costa,
haciendo uso de las fuerzas armadas para controlar la situación.
Algunos ministros se mostraron de acuerdo con esta postura y
urgieron la toma de medidas radicales. Otros mostraban sus reservas a las
mismas, justificando su postura:
— El ejército no está preparado ni entrenado para estas
misiones y su intervención puede ser contraproducente. Ya hemos tenido
experiencias de las consecuencias de la intromisión del ejército en la vida
política.
— El transporte público de superficie no funciona y el
metropolitano ha tenido que cerrar sus accesos en prevención de acciones
vandálicas, no sé cuánto tiempo podemos mantener la situación, garantizando la
seguridad de las instalaciones. — Informó el ministro de transportes.
—Señores, mantengamos la calma —dijo el Presidente —. No
vamos a tomar estas medidas drásticas, todavía, pero, usted — dijo, dirigiéndose
al Ministro de la Defensa —, tenga a punto las tropas por si hay que activar el
Plan Ávila. Voy a pedir una
comparecencia inmediata por televisión para tratar de calmar la revuelta.
— Usted, Zubiaurre — ordenó
el Ministro de la Defensa —, saque ya sus fuerzas a la calle para controlar el
comportamiento de la policía metropolitana y de la guardia nacional y apoyarlos
o arrestarlos en función de su comportamiento. No podemos consentir la
insubordinación.
—A la orden de mi general, dijo Zubiaurre, cuadrándose, y
saliendo inmediatamente de la reunión para ir a su despacho.
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