lunes, 7 de diciembre de 2015

El golpista - El caracazo VI

Los grupos de Juan de la Cruz Orive y Alberto Javier Zecoto alcanzaron el centro de la ciudad sonde se unieron a otros más. Allí, terminaron por encontrarse frente a frente, cada uno de ellos seguido por hombres enardecidos. Sus miradas, al encontrarse, les devolvieron la determinación del otro, el sentimiento de haber encontrado a un igual, a alguien que perseguía el mismo afán, el mismo deseo de justicia y la misma necesidad de alcanzarla y con un escueto  «Vamos, hermano», se unieron para hacer patente su protesta y su descontento ante el escenario que planteaba las medidas tomadas por el gobierno, sintiendo que no estaban solos en aquella lucha.

***

Cuando llegué a  la Avenida Lecuna me di cuenta de la magnitud del desastre. Grupos de alborotadores estaban saqueando los locales comerciales de la avenida y de las calles adyacentes. Aquí y allá los incendios aparecían, la furia se había desatado y era incontrolable. La policía metropolitana y la guardia nacional no podían contenerlo y algunos de sus componentes decidieron participar, también, en el saqueo que iba dejando sobre las calles los restos de artículos destrozados, las persianas arrancadas, los escaparates rotos…Ya era noche cerrada y decidí desplazarme a Nuevo Circo donde los rumores apuntaban a que también se habían producido grandes desórdenes. Me dirigí hacia allí tratando de no ser confundido con un alborotador; mi aspecto de extranjero me ayudaba, pero no se podía estar seguro ante unas fuerzas policiales que actuaban, al parecer, sin órdenes precisas y, en todo caso, con poca preparación para controlar un desorden de tal magnitud.

Al llegar, percibí que los saqueadores habían trabajado allí con un sentido más práctico, sin tanta destrucción inútil: aparatos electrónicos, alimentos, bebidas, ropas… habían sido almacenados en casuchas y pensiones. El desorden y la falta de autoridad que se manifestaba era la misma que en Lequna. El manifiesto del presidente, pidiendo calma a la ciudadanía en los medios de comunicación, no había surtido efecto.


La noche se me hizo interminable. En la Avenida Sucre, en Francisco Miranda…, en todas partes encontraba el mismo caos y grupos de gente saqueando locales comerciales. En algunos lugares me pareció advertir la actuación de fuerzas especiales que disparaban contra los saqueadores. Tenía que volver al hotel cuanto antes, las fuerzas especiales habían empezado a actuar y yo sentía más fuerte la sensación de peligro; no sabía hasta qué punto me protegería mi situación de extranjero en caso necesario.

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