domingo, 17 de enero de 2016

El caracazo VII

Los grupos de Juan de la Cruz y de Zecoto alcanzaron la Avenida Andrés Bello, en ese momento alguien gritó:

¡«Aquí, al lado, tenemos la tienda de proveeduría del empleado público! ¡Vamos a por ella»!

— ¡Quietos muchachos! ¡No destruyan nada! —Gritó Juan de la Cruz...—.No le quisieron oír, y también Zecoto quedó paralizado ante la reacción de los hombres. No podían contener a los que les seguían que,enardecidos, asaltaron la tienda.Las persianas fueron destruidas  y empezó el saqueo;artículos de todo tipo fueron tomados por los asaltantes que se encontraron un botín inesperado: miles de cajas de güisqui fueron extraídas, cuidadas con esmero por los asaltantes y repartidas en lotes para trasladarlas a sus barrios, a sus ranchitos.

—Compadre —dijo Juan de la Cruz a Zecoto—, esto se nos ha ido de las manos. No sé tú, pero yo no pretendía esto. Sólo quería hacer una manifestación de protesta, no provocar esta tremenda destrucción ¿Qué podemos hacer ahora?

— No sé, Juan de la Cruz —dijo Zecoto—, pero tenemos que hacer frente a la situación. No podemos huir ahora. No somos unos cobardes.

—Vamos muchachos —gritaron al unísono—. Dejemos esto, ya hemos hecho bastante hoy. Coged lo que podáis llevar y volvamos a los ranchitos.

—Y un carajo — respondió el que había avisado de la existencia de la tienda —. Nos vamos a quedar aquí toda la noche hasta sacar cualquier cosa de las que hay en este maldito almacén...


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