En Guarenas, Alberto Javier Zecoto llegó a la estación de
autobuses cerca del mediodía para coger una guagua que le llevase a la capital.
Los que habían llegado al lugar antes que él estaban discutiendo con los
conductores que, al pie de los autobuses, no les dejaban subir a ellos. La
multitud que se había acumulado, gritaba enardecida y parecía dispuesta a
linchar a los conductores.
— ¡Estos pendejos pretenden cobrarnos más del 30% de aumento
autorizado por el gobierno y no lo vamos a tolerar! ¡Ya es excesivo lo
autorizado y a ellos no les parece suficiente! — respondió, a gritos, uno de
los más exaltados, a la pregunta de Alberto Javier.
Más y más gente se acumulaba. La guardia nacional no era capaz
de controlar a la multitud y un autobús
empezó a arder, la situación amenazaba con salirse de control… En medio del
tumulto, el gobernador del estado hizo acto de presencia tratando de poner paz
en la situación y de hacer que la lay se cumpliese, pero las empresas
cooperativas de transporte no cedían en su objetivo de aumentar el importe del
viaje.
— ¡La subida autorizada por el gobierno no es suficiente para
compensar la subida del precio de la gasolina, repuestos, neumáticos y
cualquier otra vaina, vigente desde ayer!... — Era la respuesta de los
responsables de las líneas de transporte.
— ¡No se va a tolerar este desorden! ¡La guardia nacional va
a actuar! ¡Vuelvan ustedes a sus casas! ¡El gobierno les garantiza que se
aplicará la subida legal!... Las palabras del gobernador del estado se las
llevaba el viento sin que nadie las atendiese y el tumulto arreciaba.
— ¡No vamos a soportar por más tiempo esta situación! — Gritó
Alberto Javier —, poniéndose al frente
de los manifestantes que se organizaron para marchar hacia el centro de Caracas.
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