martes, 6 de mayo de 2014

El chico de la hamaca (XXXXII)

Desde la muerte de mi padre, la Navidad ha sido una época triste en mi casa. Este año, conmigo en cama, enfermo, mucho más y mi estado de salud no mejora, se ha estabilizado sin avances ni retrocesos y el ambiente no es el más propicio, a pesar de la buena voluntad del entorno familiar. Todos tienen sus propias ocupaciones y negocios que atender y celebran las fiestas con sus familias. La tienda absorbe la mayor parte del tiempo de mi madre, que se afana por atenderlo todo, sin conseguirlo plenamente al menos esa es su sensación ; solo la tía Quiteria ha hecho el sacrificio de venir a cenar con nosotros en Nochebuena. El ambiente no es precisamente alegre, con las dos agotadas por un duro día de trabajo en las tiendas, y sin ganas de celebración, hemos cenado en silencio.

Todas las emisoras de radio tenían que conectar con Radio Nacional de España a las dos y media de la tarde y a las diez de la noche, para retransmitir el diario hablado, popularmente más conocido por “el parte”, supongo que por reminiscencias de la guerra civil. En estos noticiarios, aparte de las alabanzas a los consabidos logros del Régimen en las noticias nacionales, en el ámbito internacional, la mayor parte de la atención se centraba en Francia con sus guerras coloniales: en Indochina, con el relato de la lucha contra las fuerzas independentistas vietnamitas de Ho-Chi-Ming y el general Giap, que finalizó con la derrota francesa de Dien Bien Phu, lo que supuso la independencia de Vietnam, dividido, desde ese momento, en dos países: Norte y Sur. Las tropas francesas volvieron a la metrópoli y en pocos meses más tarde, se vieron envueltas en la guerra contra el FLN, liderado por Ben Bella, que luchaba por la independencia de Argelia. Todos esos acontecimientos, que estaban poniendo en jaque la vida de la IV República Francesa, eran puntualmente descritos en las crónicas del corresponsal de Radio Nacional de España en París, Manuel de Agustín que, con su voz triste, conseguía trasladar al oyente los malos momentos que Francia está atravesando. Siempre terminaba sus crónicas de la misma manera: “aquí París, Manuel de Agustín”


Al principio de este año, he recibido uno de mis primeros disgustos deportivos. La selección española de fútbol tenía que jugar los partidos de clasificación para entrar en la fase final del campeonato del mundo. El contrario era Turquía, que parecía ser un rival fácil y, en efecto, el seis de enero, en Madrid, España ganó el partido por 4-1 y en la vuelta el catorce de marzo, en Estambul, España perdió por 1-0; había que celebrar un partido de desempate que se jugó en Roma dos días más tarde. El partido acabó con empate, 2-2, y la reglamentación no contemplaba tirar penaltis ni otra alternativa similar. El ganador tenía que ser elegido por sorteo y, un niño italiano, un bambino, sacó de la bolsa el papel con el nombre de Turquía. España había quedado eliminada del mundial de 1954 y Pedro Escartín, en sus crónicas, trata de aclarar los motivos de la eliminación. Ese es el cometido de los periodistas deportivos ¿No? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario