martes, 15 de octubre de 2013

El chico de la hamaca (XII)

Felipe ha sido, sin pretenderlo, protagonista de un hecho significativo. Un domingo por la tarde, aprovechando la hora de la visita, ha salido del hospital. Se había puesto de acuerdo con otro compañero para ir al Cine San Carlos, solo había que cruzar la calle, simplemente deseaba, después de mucho tiempo de aislamiento, ver una película del oeste.

Cuando la visita se fue, sor Ramona, con su olfato característico, se vino derecha a mí y me preguntó.

─ ¿Dónde está Felipe?

Le mentí de la mejor manera que pude, pero no se dejó engañar.

El otro compañero tiene pase para salir, dijo, Felipe no, y se va a arrepentir.

Sor Ramona me acusó de mentiroso y encubridor y dio orden en portería para que no le dejasen entrar cuando volviese o que, al menos, le hiciesen “sudar tinta” antes de permitirle la entrada ¡Y lo hicieron! Tuvieron a Felipe implorando e  impidiéndole la entrada durante un buen rato.  A la mañana siguiente, al pasar la visita médica, el doctor, con un tono sarcástico le dijo:


 ¾ «Bueno don Felipe, como parece que está usted muy bien, le vamos a dar el alta» y, sin más, le pusieron en la calle. Tal era el poder de Sor Ramona.

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