domingo, 12 de diciembre de 2021

CUBA - La Habana iv


A pesar de que los turistas teníamos la obligación de cambiar los dólares por la moneda cubana, que no tenía ningún valor, al llegar al país, teníamos que hacer el cambio con la relación 1/1. Naturalmente, nos quedábamos con algunos sin cambiar, ya que eran la posibilidad de obtener cosas que, de otra forma, serían imposibles. En todo caso, esos dólares que llevábamos eran, posiblemente, la mayor aportación de divisas que tenía el país.

Una cosa me había saltado a la vista durante el paseo con el cubanito. En cualquier pared libre de los edificios, aparecía la efigie del “Che” Guevara con frases laudatorias hacia él. La efigie era como esa que había visto muchas veces en España grafitada en camisetas que llevaban los que presumían de” progres”, esa que parecía hecha en tinta china negra donde lo que resaltaba eran la boina, la barba y los ojos del “Che”. Esa efigie y las frases de amor hacia él se repetían en muchos lugares, según pude ver durante los días que duró mi visita a la isla. Me pareció un homenaje un tanto forzado  y exagerado. Tanto más cuando, según yo tenía entendido, el “Che” había abandonado Cuba y se había marchado a extender su filosofía revolucionaria  a otros países, por discrepancias con el propio Fidel. Era como una manera en la que Fidel  seguía utilizando la imagen y el prestigio del “Che” en provecho propio.

En el corto trecho que me quedaba hasta llegar a mi objetivo, se me acercaron un par de jóvenes más ofreciéndose a acompañarme a alguna fábrica de tabaco para que comprase puros a buen precio. Supongo que estarían en combinación con las fábricas y se llevarían una comisión con la venta, pero, esto que tenían que hacer muchos jóvenes cubanos por la falta de otros trabajos más serios y útiles para la sociedad, me pareció una triste manera de ganarse la vida y me los quité de encima diciéndoles que yo no fumaba; cosa que, además, era cierta. Entre mis objetivos al visitar la isla no estaba el de comprar tabaco.

Ya en el bonito parque frente al Capitolio, pude ver la cantidad de hombres jóvenes que, supuse, estaban allí en espera de algún turista para ofrecerles sus servicios. Me recordó la imagen de los temporeros del campo en algunos pueblos de España, esperando en la plaza a que el “señorito” de turno viniese a contratarlos para ganarse el jornal del día. También pude contemplar, en un aparcamiento cercano, la imagen de los famosos coches americanos de los años 50, con sus originales colores pastel, perfectamente alineados, que todavía se utilizaban en La Habana como taxis. Eran toda una atracción ¿Cómo conseguían mantenerlos vivos en medio de un bloqueo comercial como estaban sufriendo desde hacía tantos años, por parte de los gobiernos de los EE.UU.? ¿Cómo conseguían las piezas de repuesto? Creo que la creatividad de esta gente era infinita y les hacía capaces de fabricarlas a martillazos en sus propias cocinas…

Absorto en estas reflexiones, no advertí que se me aproximaba uno de aquellos jóvenes en espera de turista; la forma de abordaje fue diferente de las que habían tenido los anteriores y, de principio, empezó criticando a Fidel:

Este gallego malnacido que ha arruinado al país y que, al no darnos trabajo, nos obliga a hacer estas cosas , me dijo.

Su actitud me puso en guardia, había bastantes policías en la zona y me sorprendió una actitud tan claramente opuesta al régimen. Pensé que podría ser un “gancho”, por lo que decidí no seguirle la corriente en esa línea y, simplemente, le dije que mi propósito era visitar el Capitolio, a lo que respondió ofreciéndose a facilitarme la entrada, cosa que, efectivamente hizo.

El Capitolio de La Habana es un gran edificio, copia, en parte, del de Washington, aunque, al parecer, su cúpula es, incluso, más alta. Una lástima que, desde el triunfo de la revolución, no se utilizaba para los fines para los que fue edificado en 1929. Me impresionaron las maderas nobles utilizadas para fabricar los magníficos escaños que ocupan el hemiciclo y el gran salón de los “Pasos perdidos”. Curioso que en el Parlamento español, haya otro con el mismo nombre ¿habría alguna relación?

En conjunto me pareció un edificio monumental, con su gran escalinata de acceso, las dos grandes esculturas de bronce que flanquean las enormes puertas de acceso y la gran riqueza de mármoles, maderas preciosas utilizadas en puertas y mueblería, los herrajes y  el resto de obras de gran valor artístico.

El gran símbolo es el diamante colocado bajo su cúpula, que había pertenecido al zar Nicolás II de Rusia, sustituido por una réplica, después del robo del original en 1946. Desde que el original se recuperó, un año más tarde, está guardado en la cámara de seguridad del Banco Central de Cuba. En todo caso, este punto es el considerado Km 0 de todas la red de carreteras de Cuba como se decidió en el proyecto de construcción del Capitolio...

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