domingo, 31 de enero de 2021

La pesadilla

Hace años tuve un sueño recurrente. En él, yo estaba en medio de unas vías de ferrocarril y, a lo lejos, oía y veía como una locomotora avanzaba hacia mi a gran velocidad y yo era incapaz de saltar fuera de las vías para salvarme del atropello, a pesar de que tenía tiempo sobrado para poder hacerlo. Este sueño tenía un par de variantes como, por ejemplo, entrar en una estación de metro, coger un tren y ver como, después de un corto recorrido empezaba a ver que iba pasando por estaciones desconocidas por las que nunca antes había pasado. Estaba perdido. En otra variante, salía de algún lugar del que, a algunos metros, divisaba una avenida con muchas luces y tráfico a la que tenía que acceder pero, por más que andaba en esa dirección, nunca me acercaba a ella; al contrario, por momentos me iba sumergiendo en lugares oscuros, medio destruidos y desconocidos para mí. Todas ellas eran pesadillas de las que en algún momento despertaba.

Ahora, y esta vez despierto, empiezo a percibir las mismas desagradables sensaciones que sentía cuando las sufría: sensaciones de impotencia y de incapacidad para salir de un ambiente cada vez más opresivo donde muchas personas se están dejando la salud y la vida por ayudar y proteger a los más desvalidos y todos, de una u otra forma, estamos sufriendo directamente las consecuencias atroces de una situación difícil, mientras que, precisamente aquellos que tienen en sus manos el poder y las capacidades necesarias para dar soluciones no lo hacen por diferentes razones, bien sean de intereses económicos, de poder, ideológicas, etc., etc., y se dedican exactamente a lo contrario.

Así vemos como grandes multinacionales parecen estar primando sus intereses de negocio para conseguir el máximo de ganancia en medio de la pandemia, sobre los de las personas con necesidades más perentorias y como ciertos políticos se dedican dividir y a pelearse por ganar unos hipotéticos votos futuros, en lugar de unirse para colaborar y trabajar por el bien general. Instituciones, digamos ricas, pelearse por conseguir algunas dosis de vacunas más para su gente sin que nadie reclame alguna para las gentes de países que, por su falta de medios, van a acceder a ellas cuando las ranas críen pelo. Como siempre, se está imponiendo la ley del "sálvese el que pueda", del "más fuerte", o "la de la selva". A elegir. 

                            ¡¡EN FIN, UN LABERINTO DEL QUE SERÁ DIFICIL SALIR!!







 



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