lunes, 5 de octubre de 2015

El golpista IV

Al día siguiente, después de desayunar, decidí hacer una escapada para ver cómo estaba la situación por los alrededores. Al contrario que la tarde anterior, la gente ya ocupaba las calles y desde el exterior pude ver los desperfectos causados por los proyectiles en la fachada del hotel que daba al aeropuerto militar, algunas de las ventanas estaban rotas por los proyectiles. Había tenido suerte de que la habitación que me asignaron en esta ocasión estuviese en la fachada posterior; algo que, cuando llegué me desagradó, me había permitido estar al abrigo del tiroteo que hizo que desalojasen esas habitaciones. También me enteré de que el avión derribado el día anterior sobre el aeropuerto militar, pertenecía a los insurgentes, y lo había sido por los disparos de baterías antiaéreas, colocadas, de manera improvisada, sobre los tejados del centro comercial, dentro del cual, estaba ubicado el hotel. 

De pronto, la situación cambió. Un helicóptero, aparentemente descontrolado, apareció en el cielo, y una voz, salida de no se sabía dónde, atronó los alrededores:

«Vuelvan a sus casas, despejen las calles, es un aviso de obligado cumplimiento…»

En pocos segundos la zona quedó despejada y yo volví precipitadamente al hotel sin saber cuál era el peligro real… Sólo fue una reacción histérica, minutos más tarde todo volvió a la tranquilidad, pero decidí no volver a salir del hotel.


El resto del día, lo pasé viendo por televisión las escenas que mostraban las consecuencias del golpe y grabando algunas con mi cámara: El derribo del avión sobre el aeropuerto militar, los controles policiales, las detenciones en los cerros…Estas últimas imágenes me preocuparon ¿Habría vuelto a complicar este incidente, aún más, la difícil situación de Tibisay y de sus hijos? Otras imágenes aún me preocuparon más. En el penal de Catia se había producido una revuelta y las cámaras de televisión mostraban a los reclusos sacando sus brazos por entre los barrotes de las ventanas, armados con armas blancas, gritando, mientras los guardianes, tras la puerta del retén, decían a la multitud que se estaba congregando allí, que el interior estaba en orden y que volviesen a sus casas ¿Se habría visto Juan de la Cruz involucrado en los desórdenes?

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