domingo, 5 de octubre de 2014

El chico de la hamaca (IL)

Realmente ha sido impresionante ver entrar en la sala, el día cinco por la noche, a los Reyes Magos anunciados a gritos por Balbina: « ¡Que vienen los reis, que vienen los reis! » y, efectivamente, han llegado cargados de regalos;  muchos de ellos no son nuevos, supongo que donados por familias más afortunadas. A mí me ha tocado una máquina de escribir que, en el tamaño, parece de verdad pero que sólo tiene una tecla con la que se van escribiendo las diferentes letras fijadas a un mecanismo circular. El resto, es una carcasa metálica fija, con las teclas dibujadas en ella. En realidad, es un armatoste que no sirve para nada, pero la noche ha estado llena de ilusión y de emoción.

Los Reyes me han traído más regalos: novelas de aventuras, tebeos, cromos..., ya tengo trabajo para matar el tiempo. Las aventuras de Dick Turpin son estupendas. Un bandido inglés del siglo XVIII que recorre el país con su banda, asaltando a gente, casi siempre los malos, y ayudando a otros, generalmente pobres. La otra novela, de Walter Scott, cuenta las aventuras de Quintin DurWad, un joven escocés, enviado por su tío a la corte del Rey Luis XI de Francia donde se ve envuelto en tremendas aventuras provocadas por las decisiones políticas del rey. Cuando las acabo, las vuelvo a leer, no me canso de hacerlo.

En este volumen, viene incluida otra novela que nada tiene que ver con la anterior: El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Esta historia me ha impresionado mucho. Los experimentos que hace un médico sobre si mismo, logran, mediante la ingestión de una pócima, el desdoblamiento de su personalidad, no solo psíquica sino, también, físicamente. Cuando la toma se vuelve un ser feo, feroz, deforme y malvado que, poseído por esta personalidad, sale, de noche, lleno de energía, a cometer atrocidades. Cuando algún  testigo presencia alguna de ellas, no le puede relacionar con el buen doctor Jekyll, pero él, siente un insano placer ejecutando acciones fuera de la ley y vuelve, una y otra vez, a tomar la pócima. El problema surge cuando, de forma no deseada y sin tomarla, Mr. Hyde se apodera del doctor Jekyll. El doctor se aterroriza y, sin salir de sus aposentos, pide a su mayordomo, una y otra vez, que compre los componentes de la pócima, pero ésta ya no obedece. El doctor piensa que, en la primera elaboración de la fórmula, alguno de los componentes contenía  impurezas que la hacía más potente. Tiene que morir como Mr. Hyde, dejando escrita su historia. No me ha parecido una historia para niños.


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