Realmente ha sido impresionante ver entrar en la
sala, el día cinco por la noche, a los Reyes Magos anunciados a gritos por
Balbina: « ¡Que vienen los reis, que vienen los reis! » y, efectivamente, han llegado cargados de
regalos; muchos de ellos no son nuevos,
supongo que donados por familias más afortunadas. A mí me ha tocado una máquina
de escribir que, en el tamaño, parece de verdad pero que sólo tiene una tecla
con la que se van escribiendo las diferentes letras fijadas a un mecanismo
circular. El resto, es una carcasa metálica fija, con las teclas dibujadas en
ella. En realidad, es un armatoste que no sirve para nada, pero la noche ha
estado llena de ilusión y de emoción.
Los Reyes me han traído más regalos: novelas de
aventuras, tebeos, cromos..., ya tengo trabajo para matar el tiempo. Las
aventuras de Dick Turpin son estupendas. Un bandido inglés del siglo XVIII que
recorre el país con su banda, asaltando a gente, casi siempre los malos, y
ayudando a otros, generalmente pobres. La otra novela, de Walter Scott, cuenta
las aventuras de Quintin DurWad, un joven escocés, enviado por su tío a la
corte del Rey Luis XI de Francia donde se ve envuelto en tremendas aventuras
provocadas por las decisiones políticas del rey. Cuando las acabo, las vuelvo a leer, no me canso de hacerlo.
En este volumen, viene incluida otra novela que
nada tiene que ver con la anterior: El extraño caso del doctor Jekyll y Mr.
Hyde. Esta historia me ha impresionado mucho. Los experimentos que hace un
médico sobre si mismo, logran, mediante la ingestión de una pócima, el
desdoblamiento de su personalidad, no solo psíquica sino, también, físicamente.
Cuando la toma se vuelve un ser feo, feroz, deforme y malvado que, poseído por
esta personalidad, sale, de noche, lleno de energía, a cometer atrocidades.
Cuando algún testigo presencia alguna de
ellas, no le puede relacionar con el buen doctor Jekyll, pero él, siente un
insano placer ejecutando acciones fuera de la ley y vuelve, una y otra vez, a
tomar la pócima. El problema surge cuando, de forma no deseada y sin tomarla,
Mr. Hyde se apodera del doctor Jekyll. El doctor se aterroriza y, sin salir de
sus aposentos, pide a su mayordomo, una y otra vez, que compre los componentes
de la pócima, pero ésta ya no obedece. El doctor piensa que, en la primera
elaboración de la fórmula, alguno de los componentes contenía impurezas que la hacía más potente. Tiene que
morir como Mr. Hyde, dejando escrita su historia. No me ha parecido una
historia para niños.
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