Los domingos por la mañana vienen a visitar a los
chicos de la sala un sacerdote y algunos muchachos que parecen universitarios y
son de Acción Católica. Uno de ellos se sorprende al verme leer estas historias
y me regala una que él lleva, Mujercitas; le faltan las tapas y es una historia
de chicas pero también me ha gustado cuando la he leído.
En ocasiones, tratan de enseñarnos algo de
catecismo. El que me ha regalado el libro, cuando trata de explicarme los
enemigos del alma, se lía. Me explica lo que es el mundo y el demonio pero, al
llegar a la carne, se aturulla y dice que ya lo entenderé cuando sea mayor ¡Será
tonto! No tiene ni idea de lo que sabe un chico de Vallecas a los ocho años.
También se ha enfadado cuando le he dicho que uno de sus compañeros me ha
hablado de la UNESCO y de las labores que hace la organización dentro de la
ONU.
Al cura, también le ponemos en un aprieto cuando
le preguntamos si hay habitantes en otros planetas. Habíamos estado discutiendo
del tema toda la semana y decidimos resolverlo preguntándole a él. Los curas lo
saben todo.
Nos ha dejado chafados. No nos ha dicho que si ni
que no y se ha salido del tema preguntándonos si, en caso de existir, hubiese
sido necesario que Jesucristo muriese por ellos en la cruz, si no hubiesen
pecado. Nos hemos quedado callados.
Un incidente ha cambiado la vida en la sala,
Balbina ha enfermado. Está guardando cama y una nueva auxiliar, Milagros, ha
tomado su lugar en las labores de la sala ¿Por qué siempre tenemos que tomar
partido sobre cualquier cosa? Se han creado dos bandos con los partidarios de
Milagros y los de Balbina. Hay chicos que muestran sus preferencias a gritos
¡Viva Milagros! ¡Viva Balbina! Ésta parece disfrutar con la situación, pero
Milagros parece triste. Se esfuerza por hacer las cosas bien y ve que no todo
el mundo se lo reconoce. Es una persona más prudente y sensible que Balbina.
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