Los diferentes análisis y exploraciones, a que me
someten en los primeros tiempos de internamiento, eliminan algunas de las dudas
y sospechas iniciales y el doctor Sánchez Puelles, comunica a mi madre las
buenas nuevas. No hay ningún problema de tuberculosis, pero la situación sigue
bajo los mismos parámetros, sólo ha cambiado el diagnóstico, de nefritis, ha
pasado a pielonefritis; un escalón más, supongo, en la gradación de la
enfermedad. En cualquier caso, la rutina del tratamiento no ha sufrido ningún
cambio. Solo los incidentes de las infecciones faríngeas, dos o tres, al menos,
durante el invierno, pusieron en evidencia que el problema no estaba en vías de
solución.
En estos casos, se produce una curiosa situación.
El hospital no dispensa antibióticos, y la necesaria penicilina tiene que ser
suministrada por los familiares, en este caso, mi madre. Una limitación
importante de la asistencia pública en este hospital.
La situación actual deja a mi madre más tiempo y
libertad y le permite empezar un nuevo trabajo limpiando un laboratorio
farmacéutico por las mañanas. Ha dejado de vivir sola en casa y se ha
trasladado a la de la tía Carmen. Desde allí tiene más facilidad de acudir,
tanto al hospital, que está muy cerca, como al trabajo. Además está más
acompañada.
Un domingo, durante la visita, mi madre me dice
que le diga a la tía Carmen que se lleve las manzanas que me ha llevado, que
tengo muchas. Es verdad, todo el mundo me lleva manzanas, pero me sonó raro. No
me gustan estas encomiendas y le di el mensaje de forma escueta.
─
Ha dicho mi madre que te lleves las manzanas.
Mi
tía puso mala cara, pero las cogió. Al día siguiente, cuando me llevó el zumo
de uva me dijo: «Hoy es el último día que te traigo el zumo porque he discutido
con mamá».
Este problema estúpido ha provocado un terremoto
familiar. Mi tía se ha dedicado a dar a conocer el hecho a todo el mundo porque
tiene que demostrar que ella no es la responsable del problema y justificar,
así, su falta de ayuda a su hermana y sobrino en una situación como aquella.
Buena parte de la familia se ha dividido en bandos y las relaciones se han
enrarecido. Pocos son los que mantienen la neutralidad y, como consecuencia,
algunos han dejado de visitarme en el hospital.
He oído mil veces a mi madre contar el inicio del
problema y nunca he entendido que una estupidez como aquella, una discusión
tonta porque mis primas no ayudaban a su madre y otra discusión más tonta aún,
por el zumo de uva que me llevaban al hospital, hubiese llevado a la familia a
esta situación. Mi familia siempre ha tenido una tendencia extraña a la
autodestrucción.
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