Los chicos internados son muy diferentes entre sí
y tienen distintos tipos de dolencias. Unos están internados pocos días o semanas
y dejan poca huella. Otros pasamos aquí meses y la relación se hace más fuerte.
El Chico de la cama de mi izquierda, Juanito, es
de Villalba y está aquejado de un grave problema cardíaco. Un día, cuando el
doctor Sánchez Pueyes pasó de su cama a la mía, hizo un comentario a otro
médico, ajeno al hospital, que le acompañaba esa mañana y le dijo que tiene
pocas esperanzas de curación. Juanito es un buen chico, con poca vitalidad y un
poco triste, con el que he montado un
provechoso intercambio de cromos para los álbumes y me puse triste al oír el
comentario.
Pepito, más pequeño que el anterior, es alegre y
rubio; ocupa la cama frente a la mía y es como la mascota de la sala. Había
sido ingresado antes de mi llegada, aquejado de un grave problema renal y sin
muchas esperanzas de un final feliz, pero parece que todo va muy bien y se ha
cambiado el pronóstico. Se ha hecho muy popular en el hospital.
A otro niño, de características físicas similares
al anterior, de Miraflores de la Sierra, con un aspecto excelente, al que no
parecía que le pasase nada, un día le llevaron a otro centro para extirparle un
riñón. Oí algo así como “poliquístico”. Volvió algún tiempo después, pero
desapareció pronto. También lo aislaron con un biombo.
Otro chico, Isidro, de Toledo, el que tengo a mi
derecha, es pequeñajo y muy cariñoso. También tiene un problema cardíaco y ha
tenido varios sustos durante el internamiento, pero está bastante bien. Por
temporadas, es de los que tiene permiso para levantarse y colaborar con las
tareas de la sala.
Hay un caso raro, que se sale de la norma. Es un
chico ya mayor, Manolo. Sospecho que supera la edad límite para permanecer allí
y no parece sufrir ninguna enfermedad, aunque sí está aquejado de alguna
minusvalía, ayuda a Balbina en el control de la sala y parece estar aquí por
tiempo indefinido. Nunca supe la razón de esta extraña permanencia, parecía ser
un favor especial que el médico titular de la sala, don Martín, hacía a la
familia de Manolo.
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