sábado, 30 de noviembre de 2013

El chico de la hamaca (XX)

A pesar de todo parece que la situación no es tan mala como antes, gracias a los acuerdos militares firmados entre España y los Estados Unidos de América hace cuatro años. A cambio de la implantación de las bases militares de Torrejón de Ardoz, Rota, Zaragoza y Morón de la Frontera, han mejorado las relaciones con el resto del mundo. El estado de guerra fría entre los países occidentales y el bloque soviético ha favorecido esta situación, de conveniencia para los otros gobiernos, de la que España no ha sacado la ventaja debida, aunque el gobierno de Franco lo vende como un gran triunfo.

 Mucha gente no ve con buenos ojos estos acuerdos. La base aérea de Torrejón, se acaba de inaugurar y Mariano y el padre de Ángel, dicen que, en caso de guerra, con la proximidad de Torrejón a Madrid, los rusos podrían hacer desaparecer nuestra ciudad con sus misiles. Cada vez me divierto más con las charlas bajo la acacia.

¡Una gran noticia!, de la factoría SEAT, ha salido a la calle la primera  unidad del 600. El modelo se fabrica bajo patente de la italiana FIAT y es pequeño, con dos puertas y cuatro plazas. Como es el primer turismo que se fabrica en España desde la guerra civil, la gente lo ve como una maravilla y muchos se lanzan a hacer su petición. Hay que esperar meses, incluso años, hasta la entrega. Da igual, el 600 es la posibilidad de alcanzar un sueño para aquellos que van saliendo de la miseria de los años de postguerra. El que consigue uno, se pasea con él como si fuera en el mejor de los coches deportivos que aparecen en las revistas. Parece mentira lo que cabe en uno de estos coches minúsculos.


Con las vacaciones de verano en los colegios cambian algunas cosas, Ángel y Miguel se van fuera de Madrid. Ángel a Churriana, en Málaga, donde viven su abuela y algunos hermanos de su madre, Paquita.  Miguel a algún  pueblo de la sierra de Madrid donde también tiene familiares de sus padres. Los otros chicos de la calle no tienen esa suerte y yo, ni pensar en moverme. Atado a la hamaca bajo la acacia, con mi madre siempre encima, cuidándome hasta la exageración. Un día, cuando volvió del hospital, donde va de vez en cuando a ver a Sor Ramona, ha visto en la sala a Daniel. Parece que no estaba tan bien como él creía o no ha seguido con las debidas precauciones su convalecencia; ha recaído y ha vuelto al hospital. Mi madre se ha impresionado al encontrarle de nuevo allí y ha aumentado su angustia, si esto fuera posible, lo que ha acentuado sus cuidados temiendo que me pueda poner peor.

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