domingo, 17 de noviembre de 2013

El chico de la hamaca (XVIII)

Hoy es mi cumpleaños, cumplo doce. Sigo en la cama pero mis tías y mis primas han venido a verme y me han traído libros, de los que me gustan, de aventuras. Uno de ellos es estupendo: “Miguel Strogoff, el correo del zar”. Mis tías, las que me llevaron la radio al hospital tienen una papelería y los venden. Siempre me ha gustado revolver las cosas cuando he ido por allí, aunque hace ya mucho tiempo que no puedo; también ha venido el abuelo Marcos, que vive con ellas. Cuando estábamos en la celebración apareció, sin esperarlo, el médico, don Enrique. Es buena gente y me quiere mucho; ha sido mi médico desde que nací. Me visita, me toma la tensión y dice que, de haberlo sabido, él también me habría traído un regalo.

La tarde ha acabado bien. Ya es la hora de la cena y mi madre ha conseguido, después de mucha lucha, que coma algo de verdura, hoy, alcachofas.  Me las limpia y deja solo los corazones. Creo que ella se come luego las hojas.

Sor María ayuda sin poner ninguna condición. Nunca pregunta si voy o no a misa. Es muy discreta y da su ayuda a la gente sin pedir nada a cambio. Una mañana, cuando viene a inyectar a mi hijo el antibiótico, lo hace acompañada de otra señora de la iglesia. Ésta no es tan discreta. En cuanto entró, lo primero que hizo fue preguntar a mi hijo si vienen los sacerdotes a darle la comunión. Ha dicho que les pedirá que lo hagan y que vengan a visitarle. ¿Quién le manda meterse donde no le llaman? No le dije nada pero, al día siguiente, fui a ver a sor María para decirle que no quiero que vengan curas a mi casa, soy una mujer viuda y no quiero habladurías, yo ya voy a misa y mi hijo irá también cuando esté mejor. Sor María me dijo que no me preocupase, que no iría nadie, que esta señora, a veces, es un poco entrometida.


Me han hecho una primera revisión después del nuevo tratamiento,  los resultados de los análisis parecen más esperanzadores y don Enrique,  muestra más optimismo. Los análisis me los ha hecho el doctor Cortés, un buen amigo de don Enrique y, a partir de ese momento, también nuestro; admira mucho la entrega de mi madre y va a ser, desde este momento, un gran apoyo que se va a prolongar durante muchos años. Don Enrique ha dicho que me puedo levantar y salir un poco a la calle, sin hacer esfuerzos ¡Después de muchos meses voy a pisar la calle de nuevo!

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