viernes, 8 de noviembre de 2013

El chico de la hamaca (XVI)

Ha vuelto a España el buque Ciudad de Toledo. Ha estado, durante casi cinco meses, visitando un montón de países del norte, centro y sur  de América, África, Portugal y algunos puertos españoles. Ha visitado 33 puertos de 16 países y, un primo mío, Manolo, bueno, uno de los tres que tengo con ese nombre, ha viajado en él como carpintero. No sé cómo ha conseguido una recomendación con el Ministro de Comercio y le han enrolado en la exposición.

La idea del Ministro, Manuel Arburúa, consistía en organizar una exposición flotante que visitase todos esos países para mostrar los mejores productos industriales y artesanos que se fabrican en España  y, de ese modo, poder mejorar el resultado de nuestro comercio exterior. En la exposición, han llevado diversos ejemplos de maquinaria agrícola y de obras públicas, ferretería, herramientas, vehículos, industria militar, bisutería, juguetería, orfebrería, libros, arte, textiles, calzado, piel, vidrio, cerámica, madera, corcho, minerales, alimentación y bebidas.

El viaje ha sido un éxito y la exposición ha recibido gran cantidad de visitantes en los puertos donde ha recalado. En Buenos Aires, más cuatrocientos cincuenta mil y en la Habana, más de trescientos mil. En total, más de dos millones de personas han visitado el buque, entre ellos, algunos presidentes de gobierno y el Rey Mohamed V de Marruecos.

Mi primo me ha dicho que, cuando vaya a su casa, me va a enseñar un montón de fotografías que ha sacado durante el viaje.

A Daniel le han dado el alta por Navidad. Mi madre le dice que se cuide pero él, tan chulo y presumido como siempre, dice que está bien, que con una faja bien apretada, puede andar en bicicleta como el que más. Me da un poco de rabia su actitud.

¡Por fin estoy en casa! A mí también me han dado vacaciones.

Aquí hace más frío, en mi casa no hay calefacción y tampoco tengo a gente todo el día dispuesta a jugar conmigo. Sólo cuando vienen a verme los tíos y primos, generalmente los domingos y, alguna vez, también el abuelo Marcos, que ya  está muy mayor y no puede venir solo. Juego a las cartas cuando vienen  ellos, aquí no puedo jugar al ajedrez. También leo y oigo la radio desde que me despierto hasta que me duermo. Mi madre sigue triste ¿Qué me traerán los Reyes Magos?

Merceditas ya no está, ha vuelto a su casa. Su prima Isabel sube a verme, pero tiene que estudiar. Es mayor que yo y tienen otras actividades. José Antonio, su hermano, está viviendo y trabajando en Alemania ¡Ha venido por Navidad y me ha regalado un libro precioso! “El Mundo silencioso”, del Comandante Cousteau, un marino francés. Habla de un artilugio que llaman “escafandra autónoma” que permite a los hombres nadar bajo el agua llevando, a la espalda, unas botellas rellenas de un gas parecido al aire que, mediante una boquilla, les permite respirar y moverse bajo el agua sin estar conectados a la superficie por una manguera, como necesitan los buzos. Incluso han hecho una película en la que, con su barco, “El Calipso”, navegan por diversos mares probando sus teorías. El libro tiene muchas fotografías y cuenta muchas aventuras del comandante y sus amigos durante el desarrollo del invento, cuando empezaron a experimentar con él durante la segunda guerra mundial. Me lo paso bien leyéndolo ¡Son capaces de bajar al fondo del mar  metidos dentro de jaulas con barrotes de acero y estudiar de cerca a los tiburones!


Los Reyes Magos me han traído otros libros, de aventuras, y un  revolver que parece de verdad: es dorado, se le cargan balas de plástico en el tambor y las dispara a una buena distancia. Al día siguiente cuando volví al hospital, me lo llevé y, la primera mañana, les hice una demostración a los médicos de cómo dispara y regué la sala con las balas; las recogieron y me las devolvieron. Como me pareció que no les gustó demasiado, no he repetido la demostración. 

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