viernes, 27 de marzo de 2020

La incógnita de china y otras nimiedades



Napoleón, dicen que  pronunció la frase: “cuando China despierte…el mundo temblará”.  No sé en qué pensaba cuando lo dijo, pero la respuesta ya la estamos recibiendo. Después de ochenta y cinco años de revolución, “Larga marcha”, hambre, libro rojo, cambios de estrategia, liberalizaciones económicas, industrialización y con una cantidad ingente de mano de obra, además, muy barata, la incógnita de China se ha despejado.

China ha eclosionado, como por sorpresa, convirtiéndose en una potencia industrial imprescindible para el funcionamiento de un gran número de países del mundo occidental. Además, lo ha conseguido aprovechándose de la propia filosofía capitalista: abaratando los costes fabricación de los productos que estos venden, obteniendo, así, mayores márgenes de beneficio, aunque sea a costa de desindustrializarse ellos mismos.

En paralelo con esta estrategia, se han convertido en líderes en tecnologías de la comunicación, energía solar, tecnología espacial, etc., etc., haciendo la competencia en estos campos a las mismas empresas de los Estados unidos.

En la actual crisis sanitaria, parece que han sabido dar una respuesta adecuada a la misma, convirtiéndose, en este momento, después de controlarla, en los proveedores de elementos básicos, para países que no han tenido la mínima previsión ante esta situación y que hasta hace poco tiempo, miraban a China y a los chinos, por encima del hombro.

Ahora, ante una economía de guerra, como la que enfrentamos, nos damos cuenta de nuestras carencias. Muchas preguntas y reflexiones deberían hacerse a partir de esta situación. Tanto políticas, como económicas. 

Al llegar a este punto de la reflexión, he recordado un evento al que asistí hace un tiempo. 
Creo que fue hace unos 10 años. Fue una comida de trabajo organizada por la AED de Madrid. Al terminar la exposición del ponente, le hice una pregunta.

Por un lado le dije que el proceso de globalización me había parecido un engaño. Nos lo habían vendido como un sistema que aumentarían la competencia y la competitividad de las empresas, etc., etc., pero que, en la práctica, en base a compras, fusiones y absorciones ejecutadas por las empresas más poderosas, sobre sus competidoras, se había producido el fenómeno contrario; había desaparecido la competencia y se había aumentado y concentrado el poder en unas pocas que, de esta manera, controlarían a su antojo las condiciones del mercado. Hay muchos sectores económicos que está controlados de esta manera

En cuanto a su exposición sobre el devenir en el mundo futuro de las empresas y la economía, le dije que estaba de acuerdo en que así sería. La pregunta era que, teniendo en cuenta la reflexión anterior y la exposición que él acababa de hacer, como se iba a poder responder al problema social que esa situación iba a suponer y que, en realidad, ya estaba suponiendo.

La respuesta fue: "pagando un 30% o un 40$ de IVA, que era el único impuesto que funcionaba. 

Esta opinión, produjo un murmullo de sorpresa y desaprobación en un auditorio compuesto, mayoritariamente, por empresarios y periodistas. El ponente dijo entonces: "pues si no es así, estaremos abocados a una segunda revolución francesa" 

Uno de los presentes, haciendo una broma, preguntó ¿con guillotina o sin guillotina? la respuesta fue: "las revoluciones, siempre son con guillotina"

Bien, esto no es mas que una anécdota y no se si la solución propuesta sería la adecuada. Lo que sí sé, es que la situación actual, como otras anteriores, nos están pidiendo tomarlas muy en cuenta para replantearnos nuestro sistema de vida, nuestros presupuestos y nuestras prioridades, con el fin de conseguir una sociedad con menos contradicciones. No podemos seguir recibiendo mensajes contradictorios, en función del día de la semana o de los intereses particulares de alguien. Los dirigentes de las instituciones, a nivel mundial, ni que decir de los nuestros, deberían trabajar para crear las condiciones que impidan que, en cuanto pase el miedo inmediato, sigamos corriendo, como pollos sin cabeza, en pos de cometer los mismos errores que nos llevan al "suicidio colectivo" o al  "sálvese" el que pueda.

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