domingo, 15 de marzo de 2020

El virus

La epidemia, pandemia...etc., que estamos padeciendo, pone en evidencia lo que, de una manera difusa, me preocupa desde hace ya tiempo. Tengo la sensación de que estamos viviendo en el filo de la navaja, huyendo hacia adelante como pollos sin cabeza, tratando de ignorar realidades que nos molestan y no queremos ver.

Con esto no quiero referirme, solo, a nuestro país, sino a una realidad global. Nadie parece dispuesto a pararse a reflexionar sobre que la situación en la que vivimos, de desigualdad social que se agrava constantemente, que no se puede mantener indefinidamente y, aunque, de vez en cuando, se producen sacudidas o movimientos telúricos, como paso hace pocos años con la crisis financiera, que nos avisa, no hacemos caso.

Entonces, parecía que se hacían propósitos de modificar de forma drástica ciertos errores cometidos, pero nada de eso sucedió. al contrario, en cuanto paso un poco el miedo, nos lanzamos a recuperar la misma situación, a cometer los mismos vicios y los  mismos errores, que nos habían llevado a aquel desastre. Es más, en lugar de ser conscientes de que las soluciones, si las hay, se tienen que acometer conjuntamente, se está produciendo un movimiento contrario, una fuerza centrífuga que trata de obligarnos a esta huida, que no nos lleva a ninguna parte donde, cada cual, trata de ponerse a salvo individualmente.

Ahora, esta nueva crisis, que sí, esta vez era absolutamente imprevisible, pone, de nuevo ante el espejo, las debilidades que padecemos. Vivimos, como dije al principio, al filo de la navaja, sin márgenes de seguridad; cualquier contingencia, y ésta es grave, nos desarma. Un ejemplo, simple, aunque didáctico, es el de la falta de mascarillas, de kits de protección individuales para nuestros profesionales sanitarios. Elementos que no deben necesitar de una inversión importante y que sí era previsible, desde hace unas semanas, que se fueran a necesitar.

Ayer oí, en la radio que, en Bélgica, había una gran escasez de mascarillas, y que, en el puerto de Trieste, había una carga de ellas para enviarlas, pero que el barco no salía, porque el proveedor exigía su pago por adelantado y el gobierno belga ponía dificultades para hacer el pago. No parecía ser una fake news y es un buen ejemplo de la situación.

Vivimos en una sociedad contradictoria. Todos exigimos buenos servicios, pero no todos estamos dispuestos a pagar impuestos. En nuestro país, tenemos una deuda exagerada que, cuando pase esta crisis sanitaria, veremos en cuanto se habrá incrementado. Lamentablemente, pienso que en mucho. Me pregunto donde estará el límite y me temo que será, cuando alguien, que no sabemos quien será, ni cuándo ni donde estará, una mañana se levante de mal humor, diga ¡Basta! y cierre el grifo.

La parte esperanzadora de la situación, es ver que siempre hay gente que se vuelca, poniendo en riesgo su propia salud, que no piensa en especular y trabaja sin tener en cuenta horarios ni familia, poniendo al servicio de la sociedad sus conocimientos y su trabajo para resolver el problema, pero, no nos engañemos, no serán ellos quienes se lleven la recompensa por ese trabajo; serán otros los que salgan en la foto y se lleven el fruto de su sacrificio. En ese momento se producirán los castigos a los inocentes, los premios a los culpables y las condecoraciones a los no participantes.


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