— Al fin van apareciendo, Gutierrez, en
estos papeles tenemos los datos de las detenciones realizadas por los
distintos cuerpos del ejército implicados en la operación. Hay muchos detenidos
en diferentes centros: Fuerte Tiuna, Prefectura, Policía militar…
— Así es, comandante zubiurre, aquí tenemos a
Juan de la Cruz Orive y, junto a él, a uno de los responsables de la revuelta
en Guarenas: Alberto Javier Zecoto.
— Ya no necesitamos a la india,
Gutierrez, a fin de cuentas, estoy convencido de que no está implicada en nada,
pero le vamos a hacer aprender la lección. Estos malandros tienen que saber que
hay respetar el orden y no podemos consentir que una revuelta como ésta se
repita. Tienen que aprender a no tomar lo que no es suyo, y de esta lo van a
hacer… Además, Gutierrez, creo que lo que en su inicio fue un dolor de cabeza,
me va a servir de trampolín para escalar en mis ambiciones políticas, y, a
usted, conmigo. Pero hay algo que me preocupa, la actitud de mi antiguo amigo,
el capitán Chávez. No es propio de su carácter mantenerse al margen en estas
situaciones, siempre le ha podido su afán de protagonismo y en esta ocasión ha
conseguido pasar desapercibido en medio de este zafarrancho. Hemos de vigilar
sus movimientos en el futuro. Diseñe un plan de seguimiento de sus actividades.
Cuando lo tenga listo, lo discutiremos.
Gutierrez, viendo que su jefe había dado por terminada la
reunión, asintió, y levantándose, se cuadró ante su superior y salió del
despacho.
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