Más tarde, tras varios intentos,
conseguí hablar con Elisa en su casa. Vivía en el centro de la capital y estaba
aterrorizada.
— Hay Miguel, — me dijo —. Gracias que
oigo su voz. Aunque lo he intentado no he conseguido contactar con usted; no
entran llamadas al hotel desde el exterior. Estoy muy asustada — siguió —. He tenido que
colocar colchones en las ventanas para que no entrasen las balas y pudiesen
herir a mis hijos. En los alrededores del palacio presidencial la revuelta ha
sido muy fuerte; estaba muy preocupada por usted.
Nunca antes la había notado tan
alterada. Elisa era una mujer de gran carácter: alegre, optimista, magnífica vendedora
y una buena directora de la agencia que representaba, en el país, a la
multinacional norteamericana que me había contratado.
— Elisa, no se preocupe — le dije
tratando de tranquilizarla —. En la embajada española me han informado que esta
intentona será muy breve y que el problema quedará resuelto esta misma tarde.
—Ya, Miguel, — me dijo —. Pero es la
segunda vez que sucede en este año. Ojala tenga usted razón.
A media
mañana, El Presidente de la república apareció en un canal de televisión:
— «Ciudadanos, el golpe dirigido por los
seguidores del teniente coronel Chávez ha fracasado. Las fuerzas leales al
gobierno han sofocado la revuelta y recuperado el repetidor de televisión desde
el que los rebeldes emitían su video subversivo. Todo vuelve a la normalidad y
los culpables serán castigados».
Para
generar calma en la población, trató de minimizar la importancia de los hechos,
aunque sí dijo que fuerzas leales al gobierno seguían luchando contra algunos
focos de resistencia de los rebeldes.
Esta aparición del Presidente aclaró el
misterio de la aparición del teniente coronel Chávez. Los rebeldes habían
tomado durante la noche un repetidor de T.V., y habían colocado el video que yo
había visto, que todo el mundo había visto, y que se reproducía en todos los
canales. El Teniente coronel Chávez seguía en prisión. El golpe había fracasado
pero, ¿si Chávez seguía en prisión, quién lo dirigía?
Cuando, después de oír estas noticias,
empezaba a tranquilizarme, a través de la ventana de mi habitación del hotel
pude ver a un grupo de soldados, atrincherados, cuerpo a tierra, disparando
contra el aeropuerto militar de La Carlota, que estaba a no más de cuatrocientos
metros de allí, sólo les separaba una avenida; entonces entendí la
recomendación del funcionario de la embajada de no abandonar el hotel pero, ¿no
acababa de decir el Presidente que el problema estaba resuelto? Minutos más
tarde pude oír un gran estruendo causado por lo que, más tarde me enteré, fue la
caída de un avión que había sido derribado sobre las pistas de ese aeropuerto
militar.
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