domingo, 21 de diciembre de 2014

El chico de la hamaca (LVIII)

Mi madre ya ha pedido cita con el médico homeopático. Tenemos que ir el uno de octubre.

El día amanece frío y se pone a nevar a media mañana; nunca antes había visto nevar en esa fecha. Mi madre está inquieta y duda sobre si es conveniente para mí salir en un día tan malo. Finalmente, cuando llega la hora, cogemos un taxi para ir a la consulta evitando el frío. El doctor vive muy lejos de nuestra casa, en la Colonia el Viso. Nunca antes había estado en ese barrio.

No se parece nada a Vallecas. Todo son pequeños hoteles individuales con jardín y no hay casas de vecinos. Todo está limpio y silencioso y no se ve a casi nadie por las calles; el tráfico de coches rodea la zona como si no quisiera estropearla con el ruido. No se si me gustaría vivir aquí.

El doctor, vive y pasa la consulta en uno de esos hoteles. Es un hombre joven, muy alto, simpático, con mucha energía, que se llama don Jorge. Nos hace muchas preguntas y toma notas. Hace comentarios sobre el origen de las nefritis: tuberculosas o escarlatinosas, dice. Si la mía no es tuberculosa, es escarlatinosa. No entiendo nada, pero nos ha dado muy buenas esperanzas y me ha recetado varias cosas. Nos ha despedido muy amablemente y volvemos a casa, en taxi, naturalmente. Sigue haciendo mucho frío.

Las medicinas homeopáticas no se compran en las farmacias normales, hay que hacerlo en una especial. Son como pequeños anisitos dentro de tubos de cristal, cada uno con el nombre de la medicina que contiene. Uno dice “Arsenicum” ¿Eso no es un veneno? Tengo que tomar anisitos de cinco o seis de esos tubos a lo largo del día, disolviéndolos debajo de la lengua.


No sé porque, pero me siento muy bien y tengo más energía ¿Serán tan buenos estos anisitos?

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