Mi madre ya ha pedido cita con el médico homeopático. Tenemos que ir el
uno de octubre.
El día amanece frío y se pone a nevar a media mañana; nunca antes había
visto nevar en esa fecha. Mi madre está inquieta y duda sobre si es conveniente
para mí salir en un día tan malo. Finalmente, cuando llega la hora, cogemos un
taxi para ir a la consulta evitando el frío. El doctor vive muy lejos de
nuestra casa, en la Colonia el Viso. Nunca antes había estado en ese barrio.
No se parece nada a Vallecas. Todo son pequeños hoteles individuales
con jardín y no hay casas de vecinos. Todo está limpio y silencioso y no se ve
a casi nadie por las calles; el tráfico de coches rodea la zona como si no
quisiera estropearla con el ruido. No se si me gustaría vivir aquí.
El doctor, vive y pasa la consulta en uno de esos hoteles. Es un hombre
joven, muy alto, simpático, con mucha energía, que se llama don Jorge. Nos hace
muchas preguntas y toma notas. Hace comentarios sobre el origen de las
nefritis: tuberculosas o escarlatinosas, dice. Si la mía no es tuberculosa, es escarlatinosa.
No entiendo nada, pero nos ha dado muy buenas esperanzas y me ha recetado
varias cosas. Nos ha despedido muy amablemente y volvemos a casa, en taxi,
naturalmente. Sigue haciendo mucho frío.
Las medicinas homeopáticas no se compran en las farmacias normales, hay
que hacerlo en una especial. Son como pequeños anisitos dentro de tubos de
cristal, cada uno con el nombre de la medicina que contiene. Uno dice
“Arsenicum” ¿Eso no es un veneno? Tengo que tomar anisitos de cinco o seis de
esos tubos a lo largo del día, disolviéndolos debajo de la lengua.
No sé porque, pero me siento muy bien y tengo más energía ¿Serán tan
buenos estos anisitos?
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