domingo, 1 de junio de 2014

El chico de la hamaca (XXXVII)

No puedo soportar por más tiempo la situación. Comunico a la casera mi decisión de traspasar la tienda para que lo autorice. No me ha puesto obstáculos. Al fin y al cabo, ella se llevará un porcentaje del precio del traspaso. Dios quiera que pronto haya alguien con interés en responder al cartel que he puesto en la fachada: SE TRASPASA.

Debido a la tensión producida por la “guerra fría” y en respuesta a la existencia de la OTAN, se ha firmado el Pacto de Varsovia por la UU.RR.SS.SS. y los países del Este de Europa que quedaron bajo su dominio tras el fin de la II Guerra Mundial. Esta decisión es aprovechada en los diarios hablados para criticar, aún más, a la Unión Soviética y al comunismo, presentándolos  como los mayores peligros para el mundo occidental y los mayores enemigos de España. Todo este espectáculo, percibido desde mi cama, me parece emocionante y expresiones como “el telón de acero”, referido a la frontera del Pacto de Varsovia con la llamada Europa Occidental, me hace imaginar  cosas como que miles de tanques y aviones soviéticos están siempre dispuestos, con sus motores en marcha, a invadir el resto de Europa.


Por fin, tras de algunos intentos fallidos, parece que alguien se interesa por el local. Solo el local, lo quiere para poner otro tipo de negocio; parece que de confección y tejidos. La casera está contenta, si el traspaso es para cambiar de negocio, su comisión es mayor.

A partir de ahora, la prioridad es liquidar, en todo lo posible, las existencias de la tienda. Parte de las cosas se las llevará mi cuñado Eugenio para venderlas en la suya. Algunas, como botes de leche condensada, conservas, azúcar, harina, legumbres, aceite…, las subiré a casa para nuestro propio consumo.

Las clientas me están mostrando su tristeza por la desaparición de la tienda
 
            ─ Son muchos años desde que su marido abrió la tienda.
Siempre nos han tratado muy bien y nos han ayudado en momentos difíciles.
Ahora nos tendremos que acostumbrar a comprar en otro sitio.
Señora Luci, cuente con nosotros para lo que necesite.


Todas estas frases me afectan y hacen que se me salten las lágrimas. En el fondo siento dejarlo; éste fue el gran proyecto de mi marido, su ilusión por independizarse, por tener su propio negocio. Bien sabe Dios que lo he defendido hasta donde he podido, pero las circunstancias se me han puesto en contra. No puedo atender tantos frentes a la vez.

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