domingo, 15 de febrero de 2015

El chico de la hamaca (LXI)

Siguen los incidentes — no se pronuncia la palabra guerra — en el Sahara español. La población de Sidi Ifni sigue sitiada y se ha estado luchando en otros puestos por paracaidistas y legionarios. Con las fiestas de Navidad, la situación de las familias que tienen soldados en el conflicto se hace más dura. Hay muchas bajas entre los soldados españoles, y la radio sigue sirviendo de medio para el envío de mensajes entre ellos y para hacer llegar algo más sustancioso a los soldados: turrones y otras cosas típicas de navidad. Gila y Carmen Sevilla han ido a actuar allí para dar moral a los soldados.

Es mejor estar en casa de la tía María durante las fiestas. Mis primos son jóvenes y como no sufren la situación directamente no viven igual nuestros problemas y procuran que los pasemos bien, como los tíos. Mi madre está menos triste que cuando estamos solos en casa. No sé por qué, pero estos días se pone más triste y llora más que el resto del año.

José Manuel, el hijo de mi primo Pepe ya tiene casi dos años y le han hecho un nacimiento, grande y con muchas figuras. Su abuelo, ha traído, no sé de dónde, trozos de tierra con hierba natural para el Belén. El pequeñajo, se ha convertido en el centro de atracción de la familia, todos estamos pendientes de sus gracias y quiere que siempre esté jugando con él. Vamos  a estar aquí hasta la fiesta de los Reyes Magos.

Marruecos sigue presionando al ejército español en nuestro territorio con más acciones militares y la Novena Bandera de la Legión ha sido enviada al Sahara español a reforzar las tropas allí estacionadas. El ataque sobre la población del Aaiún también ha sido rechazado y, al día siguiente el ataque, fue en Edchera donde los legionarios lograron rechazar a los marroquíes a costa de perder una bandera entera. En la radio se sigue hablando de “incidentes” y  alabando la valentía de los soldados españoles.
Edmun Hillary ha alcanzado el Polo Sur. Nadie lo había alcanzado desde que, en 1911 Amundsen fuese el primero y de que, en 1912 Robert Scott, que murió en el empeño, fuese el segundo.
¡No hay manera de que se arreglen las cosas! Mi madre ha vuelto a recaer. No duerme y está cada día más nerviosa y agotada. Se agobia cada día más al no ver el final de la situación y, en ocasiones, me despierta por la noche para que llame al médico de urgencia. Como no tenemos teléfono en casa, tengo que despertar a la vecina, Victoria, para que me deje llamar por el suyo.
Cuando el médico llega, nos da unas pastillas de tranquilizante para que se las tome. No se ha recuperado aún de las secuelas de la gripe y ha entrado en un estado de depresión. Cuando está así es difícil aguantarla, trata mal a la gente que más nos ayuda, sobre todo a la tía María y a la tía Quiteria que parecen no hacer nada a su gusto. Por otra parte, los anisitos del médico homeopático ya no son tan efectivos y  el estado de mi enfermedad se ha estacionado...

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