No todo iba tan bien como parecía. Una tarde me llevé el gran susto,
volví a orinar sangre.
¿Qué hago? Si se lo digo a mi madre, se acabaron las vacaciones. ¡Otra
vez la misma historia! No puedo decir nada, de momento, voy a poner un pretexto
para no jugar al fútbol esta tarde.
Han pasado dos días, el problema no se ha vuelto a producir y la
situación ha vuelto a la normalidad. He decidido reanudar mis actividades y
olvidarme del problema.
Durante el verano, había dos
grandes fiestas, el día dieciocho de julio y el día del Apóstol Santiago eran
fiestas muy importantes en España. También en Madrid y, en particular, en los
barrios más populares; por supuesto en Vallecas. Las familias obreras salían a
pasar un día de campo en lugares cercanos
que, a ser posible, tuviesen un río donde poder acampar buscando su
frescura. Salían con grandes cestas, bolsas de comida y la “paellera” a la
espalda utilizando cualquier medio de transporte, público, por supuesto; la
posesión de un coche para uso particular, estaba vedado para cualquier obrero.
Se utilizaba el tren, los
autocares y autobuses de línea, quien tenía un camión o camioneta dedicada al
transporte de materiales, lo compartía con amigos y vecinos; en esos casos, se
cargaba con muchos enseres y utensilios de la casa, incluidos sillas y mesas
que permitían estar más cómodos en el campo. Era curioso ver lo contentos y
animosos que salían de sus casas, al amanecer. Nada que ver con lo derrotados
que volvían a la noche, más cansados que si hubiera sido un día de trabajo
normal y rojos como cangrejos por la excesiva exposición al sol. Pero todo
esto, formaba parte de la fiesta.
En esos días, el pinar de
Villaviciosa de Odón, se inundaba con la
avalancha de advenedizos pobladores de solo un día, y sus ocupantes habituales
tenían que huir de él y dejar el campo libre a los invasores.
El fenómeno que se producía
el día dieciocho de julio era extraño. El régimen, ponía gran énfasis en
celebrar ese día, fecha de inicio de la Guerra Civil que para muchas de
aquellas personas, no pasaba de ser el del inicio de una derrota y de la
pérdida de unas esperanzas e ilusiones creadas con la llegada de la 2ª
República y que, después de pocos años, y tras sucesivos errores y
contratiempos, se fueron al traste con la contienda y con la victoria de las
fuerzas que mandaba el General Franco que, desde ese momento, mantuvo al país
bajo cuarenta años de dictadura. Sin embargo, cuando llegaba ese día, todo el
mundo parecía querer olvidar qué se conmemoraba. La paga extra que el régimen
había instaurado para conmemorar la fecha colaboraba en ello y las personas que
no estaban fuertemente determinadas por parámetros ideológicos, estaban más
dispuestas a aprovecharse de la oportunidad para disfrutar de un día diferente
y salir de la rutina diaria, que a plantearse reivindicaciones políticas que,
por otra parte, hubieran sido duramente castigadas. La Guerra Civil y sus
consecuencias, estaban todavía demasiado recientes en la memoria de la gente y
el aparato propagandista del régimen inundaba los medios con toda la publicidad
posible, ensalzando los logros obtenidos en aquellos años por el gobierno.
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