lunes, 14 de julio de 2014

El chico de la hamaca (XLI)

No todo iba tan bien como parecía. Una tarde me llevé el gran susto, volví a orinar sangre.

¿Qué hago? Si se lo digo a mi madre, se acabaron las vacaciones. ¡Otra vez la misma historia! No puedo decir nada, de momento, voy a poner un pretexto para no jugar al fútbol esta tarde.

Han pasado dos días, el problema no se ha vuelto a producir y la situación ha vuelto a la normalidad. He decidido reanudar mis actividades y olvidarme del problema.

Durante el verano, había dos grandes fiestas, el día dieciocho de julio y el día del Apóstol Santiago eran fiestas muy importantes en España. También en Madrid y, en particular, en los barrios más populares; por supuesto en Vallecas. Las familias obreras salían a pasar un día de campo en lugares cercanos  que, a ser posible, tuviesen un río donde poder acampar buscando su frescura. Salían con grandes cestas, bolsas de comida y la “paellera” a la espalda utilizando cualquier medio de transporte, público, por supuesto; la posesión de un coche para uso particular, estaba vedado para cualquier obrero.

Se utilizaba el tren, los autocares y autobuses de línea, quien tenía un camión o camioneta dedicada al transporte de materiales, lo compartía con amigos y vecinos; en esos casos, se cargaba con muchos enseres y utensilios de la casa, incluidos sillas y mesas que permitían estar más cómodos en el campo. Era curioso ver lo contentos y animosos que salían de sus casas, al amanecer. Nada que ver con lo derrotados que volvían a la noche, más cansados que si hubiera sido un día de trabajo normal y rojos como cangrejos por la excesiva exposición al sol. Pero todo esto, formaba parte de la fiesta.

En esos días, el pinar de Villaviciosa de Odón, se inundaba con  la avalancha de advenedizos pobladores de solo un día, y sus ocupantes habituales tenían que huir de él y dejar el campo libre a los invasores.


El fenómeno que se producía el día dieciocho de julio era extraño. El régimen, ponía gran énfasis en celebrar ese día, fecha de inicio de la Guerra Civil que para muchas de aquellas personas, no pasaba de ser el del inicio de una derrota y de la pérdida de unas esperanzas e ilusiones creadas con la llegada de la 2ª República y que, después de pocos años, y tras sucesivos errores y contratiempos, se fueron al traste con la contienda y con la victoria de las fuerzas que mandaba el General Franco que, desde ese momento, mantuvo al país bajo cuarenta años de dictadura. Sin embargo, cuando llegaba ese día, todo el mundo parecía querer olvidar qué se conmemoraba. La paga extra que el régimen había instaurado para conmemorar la fecha colaboraba en ello y las personas que no estaban fuertemente determinadas por parámetros ideológicos, estaban más dispuestas a aprovecharse de la oportunidad para disfrutar de un día diferente y salir de la rutina diaria, que a plantearse reivindicaciones políticas que, por otra parte, hubieran sido duramente castigadas. La Guerra Civil y sus consecuencias, estaban todavía demasiado recientes en la memoria de la gente y el aparato propagandista del régimen inundaba los medios con toda la publicidad posible, ensalzando los logros obtenidos en aquellos años por el gobierno.

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