domingo, 29 de diciembre de 2013

El chico de la hamaca (XXIII)

Después de cenar, siempre oyendo la radio, subimos a la azotea y se organizan tertulias: Rafaela e Hipólito o algún otro vecino que se añade al corro y los domingos vienen mis tías y jugamos a las cartas; casi siempre les gano. Algunas tardes, entre semana, vienen tía María o tía Quiteria a verme y ayudar a mi madre en lo que necesite.

Yo me siento bastante bien. Los análisis han mejorado pero el médico no da nada como definitivo. Hay que seguir el tratamiento. Es una enfermedad traicionera que puede agudizarse en cualquier momento. No puedo coger frío  ¿Cómo se consigue eso? Por mucho cuidado que tenga y por mucho que me abrigue mi madre, en cualquier momento cojo un constipado. Entonces se desespera, se pone nerviosa, grita, parece que el mundo se va a acabar ¿Y yo que voy a hacer? ¡No es mi culpa!

En Estados unidos se ha montado un lío muy gordo. Parece que en un sitio llamado Little Rock, en el estado de Arkansas, el gobernador no quiere que unos chicos negros vayan a la escuela con los chicos blancos. Negros y blancos organizan grandes disturbios al manifestarse a favor o en contra de la decisión del gobernador. Finalmente los chicos negros pueden entrar en la escuela pero el Presidente Eisenhower ha tenido que mandar allí a la Guardia Nacional para que se acate la orden. Estos americanos deben de estar locos.

El Barcelona ha inaugurado su nuevo campo de fútbol, el Camp Nou, lo llaman. Dicen que es el más grande de Europa y, en el partido de inauguración, el primer gol lo ha marcado Eulogio Martínez, un  jugador paraguayo al que llaman “el abrelatas”. Los hinchas del “Barça” están muy orgullosos de su nuevo estadio.

El verano está  acabando, Ángel y Miguel han vuelto de su veraneo, pronto reanudarán las clases. Ángel en el instituto Gredos y Miguel con don Jenario; yo sigo aquí como un pasmarote, nada cambia, sólo que los días son más cortos y tengo que subir antes a mi casa. Ya hace menos calor y la preocupación por una recaída aumenta.

A mi madre le han hablado de otro médico, homeopático, o algo así. Parece que ha curado a una chica de la calle de una enfermedad muy mala, no sé cuál. Mi madre se ilusiona cuando oye esas cosas y va a cada iglesia donde le hablan que  hay una imagen de algún santo milagroso: los primeros viernes al Cristo de Medinaceli, a Santa Gema Galgani los días 14 de cada mes, al Padre Damián de Molokai,  a San Valentín de Berriochoa…, les hace novenas, les rezamos rosarios. Ahora quiere que me vea el nuevo médico.

¿Por qué se ha complicado todo de esta manera?, mi vida no era así. Cuando hecho la vista atrás me cuesta trabajo relacionar mi vida anterior con la actual.


Mis padres, mis tíos y tías, mis primos..., todos parecíamos felices, creo que lo éramos verdaderamente. Todo lo que era posible en el tipo de sociedad en la que vivíamos; supongo que una razón importante era que todos ellos habían sobrevivido a la guerra civil y ese era un motivo suficiente. Solo uno de mis tíos, Emeterio, hermano de mi padre, había fallecido en el bombardeo a un convoy, cerca de Pozuelo.  Yo no era consciente de esa situación, era demasiado pequeño, pero me sorprendía ver los grandes abrazos que mi padre daba a un amigo al encontrarle, casualmente, en plena calle, después de algunos años sin verle. Se abrazaban emocionados simplemente por la alegría de volver a encontrarse. 

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