—Le cobrarán
en aquella fila de la izquierda, si no le importa.
La fila indicada era interminable. Cuando me disponía a dar media vuelta y
marcharme, la preciosa señorita que estaba delante de mí en la fila se volvió
y, con disimulo, se subió un poco la falda; con voz insinuante y una maravillosa sonrisa, me dijo.
— En realidad no estoy aquí para pagar nada, pero hace más calorcito que en la calle.
Le aseguro que le voy a cobrar menos que en la ventanilla ¿Le interesa?
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