domingo, 25 de octubre de 2020

La manta religiosa

 


Soy una manta religiosa ¿Cómo he llegado a esta situación? A nadie de mi familia le había pasado antes. Mi madre, una manta zamorana, siempre dispuesta a dar calor suave y acogedor a toda la familia. Mi padre, una recia manta palentina, especializada en proteger pastores bajo la lluvia y el frío en las crudas noches de invierno. Incluso mis primas, que han venido de Sudamérica con sus alegres colorines y que me dicen que son "ponchos" — nunca había oído esa palabra antes de conocerlas a ellas —, y yo, mírame, aquí, abrigando las piernas de esta viejecita que todas las tardes reza sobre mí el rosario. De tanto rozarme una y otra vez con las cuentas, me he aprendido de memoria todos los misterios. Cuando estoy sola, rezo y rezo por la viejecita ¿Dónde me llevarán cuando mi amiga deje de rezar el rosario sobre mí?


LA NIEBLA, COMO UNA MANTA, NOS ENVUELVE y EL TOQUE DE QUEDA AUMENTA LA SENSACIÓN DE SILENCIO




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