domingo, 17 de julio de 2016

El golpista - Los chicos XXVII

Juan baja la cabeza y no dice nada. No me atrevo a preguntar más…, la llegada de las copas repletas de jugo de frutas hace que el ambiente se relaje.

Mientras tomamos los jugos de frutas, llamo de nuevo al mesero.

—Por favor, señor ¿Nos puede servir tres “pabellones”? Los ojos de los chicos se iluminan al escuchar la palabra “pabellón”. La aparición, minutos después, del plato con arroz, frijoles, plátano, carne…, les hace olvidar por un momento su realidad y no levantan los ojos del plato hasta acabar el último grano de arroz. Seguro que no habrían comido nada caliente desde la detención de su madre.

— Gracias señor, — dice Juan —. Sus sonrisas, me ha resarcido de las imágenes de desastre que he almacenado en mi cerebro durante los últimos días.

― Bueno chicos — les digo —, hemos de volver a casa, debéis estar allí cuando vuestros padres vuelvan.

Se han levantado al unísono y comenzamos la subida al cerro donde volvemos a la realidad: grupos de soldados patrullan entre los ranchitos; de alguno de ellos siguen sacando a gente detenida... El miedo sigue estando presente

—Bueno chicos — les digo al llegar a la puerta de su ranchito —. Cuidaros mucho, seguro que mamá y papá vuelven pronto y se pondrán contentos al ver que os habéis portado tan bien. Tenéis que seguir siendo valientes.

Los chicos me abrazan mientras doy unos bolívares a Juan. No tengo ninguna confianza en que vaya a suceder lo que les he dicho, pero les veo entrar en su ranchito con una expresión más confiada, diferente a la que tenían cuando les encontré esta mañana. Tendré que volver a verlos.


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