domingo, 12 de junio de 2016

El golpista - Los chicos XXV

Después de los días transcurridos, la violencia ha disminuido y he vuelto a los cerros. Ya se puede caminar por ellos con más seguridad. Grupos de soldados siguen vigilando la zona y me miran con desconfianza; en ocasiones me paran y me piden que me identifique, mi pasaporte español les tranquiliza y me dejan seguir; aunque, a distancia, me siguen vigilando. Aquí y allá siguen haciendo registros y detenciones, algunos ocupantes de los ranchitos hacen algún intento de protesta, pero ya nadie ofrece resistencia.

Mi intención es encontrar el ranchito donde vi a los hombres de Zubiaurre detener a aquella mujer. Era india y me pareció muy bella. Tras la detención, sus hijos quedaron abandonados. Cuando me iba, les vi entrar en su casa cogidos de la mano y no he podido olvidar aquella imagen ¿Cuántos niños como ellos habrán quedado sin familia en la loca violencia que ha estallado estos días?

Un tirón en la manga de mi camisa me hace volver a la realidad.

— Hola señor, oigo, ¿me da un dólar? mi hermano quiere comer y no tengo dinero.

Bajo la vista y veo a un chiquillo de unos nueve años, empinado sobre sus pies, mirándome a la cara, sonriendo. Debe haber interpretado este papel muchas veces, lo hace bien. Otro chiquillo, algo más pequeño, unos pasos detrás de él, le mira como a un maestro, aprendiendo. Los dos están sucios y ambos tienen rasgos indios: morenos, pelo lacio, ojos negros, inteligentes…Creo reconocerlos. Me agacho y digo al chico pequeño que se acerque.

— Hola, chicos, les digo ¿Cómo os ha ido estos días?


Me miran sorprendidos... 

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