El
muñeco fue el primero en cerrar los ojos. Todos le fueron siguiendo afectados
por algo que no podían ver ni comprender. Yo, espectador mudo de aquel horror,
no pude hacer otra cosa sino cambar mi papel en la escena. Puse mi mascarilla
sobre la cara de la pequeña que lo mantenía entre sus brazos y mientras ella
abría los ojos y sonreía a su muñeco, yo también cerré los míos.
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