sábado, 31 de marzo de 2018

Inteligencia artificial IV


No podía creer todo lo que estaba viendo. Era como reunir todos mis sueños profesionales en uno solo. En esta compañía tendría a mi alcance todos los recursos necesarios para desarrollar todas las ideas que se agolpaban en mi cabeza…la voz de Mr. Hince, me sacó de mis reflexiones.

― Creo que por hoy ha sido suficiente ― me dijo ―, yo tengo que ocuparme de mi trabajo diario y usted debe reflexionar sobre todo lo que ha visto y sobre su futuro lugar en esta compañía. Si necesita alguna cosa, pidasela a Renée.

― Cierto Mr. Hince, muchas gracias por su atención. Estoy a su entera disposición ― le dije.
“No sé si he vendido mi alma al diablo, pero la he vendido a buen precio. En esta compañía voy a tener la posibilidad de investigar sobre cualquier cosa que pueda haber imaginado. Los cambios que el uso de todas estas tecnologías van a producir en la sociedad van a ser enormes. No me atrevo a imaginar qué más posibilidades me van a abrir las siguientes reuniones con Mr. Hince, pero los cambios tecnológicos que se vislumbran serán dramáticos. Me pregunto cuántas personas perderán sus puestos de trabajo, poco cualificados, sustituidos por estas nuevas herramientas. En la historia de la humanidad, cada avance tecnológico ha dejado en la cuneta a aquellos menos preparados ¿Cómo vamos a poder pagar el coste social que estos avances van a producir? Y, a cambio, ¿a quienes beneficiarán? Stephen Hawking y otros científicos han firmado un Manifiesto para el control de la Inteligencia Artificial, estableciendo unas normas para su uso correcto. Lo que demuestra que, incluso para los expertos, el tema de su aplicación plantea serias dudas ¿Cómo tendrían que cambiar los sistemas de educación para preparar a las nuevas generaciones y poder obtener de estos recursos todo su rendimiento y, además, continuar investigando en nuevos avances? Quizás en los Estados Unidos están preparados para ello, pero no en todos los lugares existe la misma situación ¿Estamos ciegos?”

“Además ¿dónde desarrollaré mi trabajo? ¿Tendrá la compañía recursos suficientes en mi país para llevar adelante algunos de estos proyectos? ¿Tendré que venir a los Estados Unidos a integrarme en estos equipos? Algo ha insinuado Mr. Hince, pero, hasta ahora nadie me había indicado nada en ese sentido…No recuerdo haber leído en mi contrato nada sobre el lugar de trabajo, solo sobre “total disponibilidad”… Demasiadas preguntas para el primer día. Dejemos que las cosas fluyan”.

En los siguientes días, Mr. Hince me habló de otros proyectos que superaron mis previsiones: sistemas cognitivos con manejo de inmensas bases de datos, nuevos materiales capaces de auto repararse, nuevos polímeros, materiales cerámicos, biomateriales, reciclaje de tierras raras, materiales avanzados para telecomunicaciones, sensores, automoción, nano partículas utilizadas en medicina para atacar objetivos específicos en pacientes, materiales carbono negativos capaces de captar el CO2 del aire.

― Cuando tenga sedimentada toda la información recibida, sería conveniente que pensase en cuál de las opciones de las que le he hablado estaría usted más interesado en trabajar, en los próximos días vendrá Me. Brown y tendrá que discutir con él el tema ― me dijo cuándo dio por terminada la etapa de presentaciones.


― De acuerdo Mr. Hince. Gracias por darme esa oportunidad, han sido demasiadas informaciones en poco tiempo y tengo que asimilarlas...




miércoles, 28 de marzo de 2018

Inteligencia artificial III


Llegué a mi destino ya de noche, sin más retrasos que los producidos en los consabidos controles aduaneros de los Estados Unidos. En el aeropuerto, mientras recogía el coche que me tenía reservado la compañía, el calor bochornoso y algunos relámpagos, presagiaban una tormenta que se desencadenó no más subí al coche. No era el ambiente más propicio para conducir en un lugar desconocido, dado que el hotel estaba situado fuera del Down Town, tras salir de la autopista en un par de ocasiones por el lugar incorrecto, el GPS del coche me dirigió hasta el hotel. Realicé el registro y me tiré a la cama sin cenar. A la mañana siguiente debería madrugar para presentarme a la compañía.
Con la información que llevaba de su situación y la ayuda del GPS no me fue difícil encontrarla. En cuanto pregunté por Rennée, ella apareció a los pocos minutos, me dio la bienvenida y me acompañó hasta la tercera planta. Allí me presentó a Mr. Hince, el director de la división de inteligencia artificial. ― Le dejo en sus manos― me dijo ― Con él tendrá que trabajar los próximos días. Le deseo una feliz estancia en nuestra ciudad.
Mr. Hince era un tipo amable, algo entrado en carnes, rubio, no muy alto y de una edad poco mayor que la mía. ― Tengo órdenes de Mr. Brown de mostrarle el trabajo que hacemos en nuestra división ― comenzó ―. Como según su informe, usted ya tiene una amplia experiencia en este campo, no me voy a extender en detalles. Solo advertirle que, de acuerdo con la cláusula de estricta confidencialidad de su contrato, no puede hacer ningún comentario fuera de la compañía de las investigaciones que estamos llevando a cabo. Acompáñeme, por favor.
Tras caminar durante un par de minutos por un pasillo y bajar hasta la planta -2 en un ascensor para cuyo acceso era necesario utilizar una tarjeta personal, a la salida, me encontré con una sala inmensa en la que vi la mejor exposición de robots que nunca había imaginado: para montaje de vehículos de automoción, para aplicaciones quirúrgicas de precisión, drones para aplicaciones civiles y militares, robots industriales adaptativos capaces de realizar tareas distintas en una cadena de producción, todo aquello en lo que siempre había deseado trabajar…
― Bueno ―oí que me decía Mr Hince ―, no se entretenga demasiado con estos ejemplos. En realidad, su tecnología ya no tiene demasiado interés para nosotros, aunque seguimos perfeccionándolos ya que continúan proporcionándonos unos interesantes beneficios económicos, pero estamos investigando en otros temas que consideramos de futuro. ― Mientras decía esto, salimos de aquel lugar y tras caminar algunos metros, abrió una nueva  puerta que nos llevó a una segunda sala.
En esta sala el panorama era diferente, grupos de personas trabajaban con potentes ordenadores, diseñando elementos que, en algunos casos, se estaban representando en impresoras 3D.
― Estos equipos de personas ― dijo Mr. Hince ―, tienen como objetivo convertir ideas en valor, trabajan en lo que llamamos un sistema de innovación sistemática, algo que requiere una combinación de actitud, método, y un sistema de métricas fiable. Probablemente, usted formará parte de uno de estos grupos. La innovación tecnológica, ligada a la reinvención de los procesos de producción, tecnologías de análisis de datos, simulación, nuevos materiales e impresión 3D, cambiarán significativamente los procesos de producción industrial que serán impulsados en el futuro por la combinación de las tecnologías informáticas e industriales. La mayoría de los desarrollos que ha visto en la sala anterior, han salido de las ideas surgidas en estos grupos de trabajo...

lunes, 26 de marzo de 2018

Inteligencia artificial II


Cuando el lunes llegué a Projects Corporation y pregunté por Pat, la secretaria de Mr. Brown, enseguida salió a recibirme.
― Que tal Sr. Ramos, buenos días. Le voy a acompañar a su despacho. Es provisional, por lo tanto no es necesario que haga una instalación formal. Sobre la mesa tiene un billete de avión para ir a Atlanta la próxima semana y unos cuantos manuales de la compañía para que los vaya leyendo durante esta semana. Ahora, lo primero que debe hacer es pasar por el departamento de Recursos Humanos para formalizar su contrato. Cuando acabe, pregunte de nuevo por mí y le daré más detalles sobre la planificación.
Me soltó todo el rollo con el mismo tono que había utilizado Mr. Brown la semana pasada y con el mismo acento sureño ¿serían familia o era una forma de actuación de la compañía? Solo acerté a decir: ―Gracias. Luego la veré.
No pude dedicarle menos de dos horas a leer el farragoso contrato de trabajo que me tenían preparado en RR.HH ¿Por qué serían tan meticulosos los americanos con estos documentos en los que había párrafos absurdos? Siempre recordaré el párrafo de un contrato de derecho de uso que firmaban los clientes de la primera compañía americana donde trabajé. Decía que la compañía no se responsabilizaba de las muertes que pudiera causar el uso del software financiero objeto de aquel contrato ¿Cómo ese uso podría causar una muerte? Sería por estas cosas que, según había leído en un periódico de Minnesota, el 75% de los abogados del mundo trabajaban en los Estados Unidos. Firmé el contrato sin darle más vueltas y volví al despacho para ver a Pat, con el convencimiento de que las preguntas que me había hecho sobre mis posibilidades de influir en la decisión del campo de trabajo en el que se desarrollaría mi actividad dentro de la compañía no tenían sentido. La llegada de Pat a mi despacho, terminó de despejar mis dudas.
― Sr. Ramos ¿ha firmado ya su contrato de trabajo? ― preguntó de forma retórica ― Supongo que ya ha visto su billete de vuelo a Atlanta. Estará allí dos meses tomando contacto con algunas de las divisiones en las que podría trabajar en el futuro. Está todo planificado pero, de todas formas, la fecha de vuelta no está cerrada en previsión de algún cambio que se pueda producir a última hora. Cuando llegue, pregunte por mi compañera Renée; ella le presentará a sus contactos allí ¡Ah!  El Sr. Brown estará fuera toda la semana ― dijo mientras salía del despacho ―  Quizás, tenga la oportunidad de verle en Atlanta durante su estancia allí. Si necesita cualquier cosa durante esta semana, no dude en pedírmela…
Cuando salí de Projects Corporation, lo primero que hice fue ir  a ver a Paula, ya estaba un poco mosca desde que había decidido entablar negociaciones con la compañía y no sabía cómo aceptaría mi marcha inmediata.
No puso buena cara, pero dijo: ― “Bueno, si solo son dos meses, no está mal. Espero que no haya sorpresas y podamos llevar adelante nuestros planes de vida en común” ―. Unos días más tarde, sentado en una plaza business, volaba hacia Atlanta, previa escala en Miami.

domingo, 25 de marzo de 2018

Inteligencia artificial


― Le contrataremos como free-lance. Nos interesan personas emprendedoras como usted, con ideas de futuro como las que nos ha expuesto. Las condiciones de salario son excelentes, pero los proyectos que desarrolle quedarán propiedad de la compañía. Investigaciones sobre grafeno, energías renovables, inteligencia artificial, materiales programables, aprendizaje adaptativo y computación cognitiva son de nuestro interés y coinciden con algunas de sus propuestas. Si acepta las condiciones, en una siguiente reunión decidiremos sobre el campo en que empezará a desarrollar su trabajo.
Mientras Mr. Brown me decía todo esto como recitando una fórmula, yo trataba de identificar su acento. Parecía ser del sur de los Estados unidos, la central de la compañía estaba ubicada en Atlanta ― Georgia ―, y el acento se podía asociar con esa zona.
Abandoné ese detalle para centrarme en las malditas condiciones que me estaba imponiendo. No me gustaba nada el tener que renunciar a los éxitos que pudieran tener mis investigaciones. Mi nombre no aparecería en aquellos avances que pudiera lograr, pero, por otra parte, la compañía pondría a mi disposición medios para alcanzarlos, que, de otra manera, no podría obtener. “Es el sino de los tiempos” ― me dije ―, incluso, ya hay un nombre para esta especie de esclavitud moderna: “Intraemprendedor”.
 ― De acuerdo Mr. Brown, la semana próxima empezaré a trabajar para ustedes― le dije.
― Excelente Sr. Ramos ― dijo Mr. Brown mientras se levantaba del sillón para darme su mano ―, espero que tenga usted un gran éxito en nuestra compañía. La semana próxima tendrá un despacho esperándole. Pregunte por mi secretaria, Pat, cuando llegue. Ella se encargará de todo.
Los siguientes días los dediqué a profundizar mi conocimiento sobre la compañía a la que iba a dedicar todos mis esfuerzos y una buena parte de mi vida: The Projects Corporation S.A. era una gran multinacional con varias divisiones dedicadas a la investigación de tecnologías punta. No tenía claro en cuál de ellas pensaba Mr.Brown cuando dijo aquello de “decidiremos sobre el campo en que empezará a desarrollar su trabajo”. ¿Decidiremos quiénes? ¿Ellos? ¿Me dejarán intervenir en la decisión? Tendría que llevar bien estudiada mi estrategia para la próxima cita. Dentro de los temas de los que habíamos hablado, yo también tenía mis preferencias, mis intereses…He dedicado mucho tiempo a estudiar sobre Inteligencia artificial, también sobre materiales avanzados diferentes de los conocidos actualmente, a materiales biocompatibles de aplicación en medicina…
Creo que, en la compañía, se están iniciando investigaciones en otras líneas que me podrían interesar, como materiales programables con los que construir nano-robots reconfigurables, cátomos diseñados para formar mecanismos o máquinas a gran escala, computadoras sub-milimétricas capaces de moverse, comunicarse y conectarse electrostáticamente a otras computadoras para formar nuevos objetos. Los objetos hechos con cátomos, podrán transformarse en casi cualquier otro objeto. Los campos de investigación son casi infinitos…

martes, 13 de marzo de 2018

Túnez VII


Después de un pequeño conciliábulo, uno de los hombres que estaban sentados alrededor de la mesita se dirigió a mí en árabe. Por señas, traté de hacerle ver que no había entendido nada. Eso pareció sorprenderles, entonces, otro de los secuestradores se dirigió a mí en francés.
Solo había estudiado francés durante un corto espacio de tiempo, durante el bachillerato, pero pude entender que me preguntaba quién era yo, aunque, como si ya lo supiesen. Como pude, les expliqué que yo era español, les di mi nombre, les entregué mi documentación y, cuando la vieron, se excitaron sobre manera. Parecían discutir si yo era quien decía ser, o estaba disimulando mi identidad.
El tiempo había pasado, el sol amenazaba con aparecer en el horizonte y eso les puso nerviosos; recogieron las jaimas con mucha prisa, montamos en los todoterrenos de que disponían y partimos de nuevo hacia el sur.
No sé cuántos días estuvimos viajando. Tan pronto llegábamos a aldeas donde les recibían con vítores, como entraban en poblados a sangre y fuego y arrasaban todo lo que encontraban a su paso. Nunca había visto una gente tan violenta. En los descansos de aquellas correrías volvían a interrogarme y cuando, finalmente, se convencieron de que yo no era quien ellos habían esperado, se propusieron conseguir un rescate por mí. Les dije que no tenía familia con quien contactar, que se pusiesen en contacto con un consulado español, que mis compañeros de excursión habrían denunciado el secuestro y  me estaría buscando la policía tunecina, la embajada española…, yo que sé.
No sé qué gestiones hicieron, o si hicieron alguna, el hecho que me fueron asumiendo como alguien no tan extraño y me dejaban algún grado de libertad cuando descansaban en alguno de sus campamentos ¿Dónde iba a ir en medio del desierto? Me fui adaptando a sus costumbres y, todavía hoy, me pregunto por qué no me mataron después de tanto tiempo.
Un día, revolviendo en mí ya destrozada mochila, encontré la tarjeta de visita que Omar me había dado en el vuelo hacia Túnez y se la entregué. Les dije que se pusiesen en contacto con él, que era una persona importante y que quizás les pudiese dar alguna salida a mí situación… Pareció interesarles la posibilidad y se quedaron con la tarjeta. Como dos semanas después, en uno de los descansos, uno de los secuestradores me puso en la oreja un teléfono móvil. Al otro lado de la línea pude oír la voz de Omar:
― ¿Cómo se encuentra usted? No sabe cómo lamento lo que le ha sucedido, le pido disculpas en nombre de mi país. Hubo una gran conmoción cuando sus compañeros de excursión volvieron y relataron su secuestro. Mi gobierno y la embajada española han estado investigando sin conseguir saber nada de usted. Ahora, que hace ya más de dos años de su desaparición y nadie contaba con que usted estuviese vivo, he recibido esta llamada, no sé de dónde, y me piden un rescate por usted ¿Qué puedo hacer?
― No sé qué decirle, Omar. Usted no tendría que estar involucrado en esto, pero su tarjeta me pareció la última oportunidad que tenía de contactar con alguien. Pida toda la ayuda que necesite a la embajada española y vean si pueden negociar mi libertad con suficientes garantías. Yo me haría cargo, en cuanto llegase a España, de devolverles el coste del rescate que hayan tenido que pagar. No veo otra alternativa a la situación.
― No tenga duda ― me dijo ― cuente con que haré todo lo que esté en mi mano.
― El hombre que me vigilaba me quitó el teléfono de la oreja y, tras decirle algo a Omar, cortó la comunicación.
Como un mes más tarde, el mismo grupo de hombres que me había secuestrado me subieron de nuevo al todoterreno y, después de tres días de viaje, me dejaron en una casucha semiderruida en medio del desierto; me desataron, me dejaron agua y algunos dátiles y se marcharon a toda velocidad hacia el sur. No sé qué tiempo pasó ― estaba totalmente aturdido ― hasta que un destacamento del ejército tunecino llegó a rescatarme y me trasladaron a la capital, donde, después de unos interrogatorios ante el embajador español, tratando de averiguar lo que había sucedido a lo largo de tanto tiempo, me entregaron a él, quien me llevó a la embajada. Allí me encontré con Omar y Hafed que se mostraron absolutamente felices de verme de vuelta. Les agradecí su interés y su actuación en pos de mi liberación de la forma más efusiva que me fue posible. Si no les hubiera conocido en el vuelo y sin su intervención posterior, puede ser que no estuviera aquí contándote esta historia.

domingo, 11 de marzo de 2018

Túnez VI


En el último día de excursión, tocaba ver las llamadas casas trogloditas. Casas horadadas en la arena. Como eran pocos los interesados en ese viaje, un todoterreno fue recogiendo de los diferentes hoteles a las cinco personas interesadas en la excursión. 

Quizás porque parte del viaje discurría por los aledaños del desierto, el aire acondicionado del coche iba a una temperatura bajísima. Al menos, así me lo parecía. Iba de lo más incómodo, deseando de salir del coche para sentir el calor del desierto. Pensaba que, unos minutos más a esa temperatura tendría que sufrir, seguro, una pulmonía, pero el todoterreno parecía no tener intención de parar nunca.

Al fin lo hizo y todos pudimos estirar las piernas y compensar el frio del coche con la alta temperatura exterior. Ya se había hecho la hora de comer y el conductor del todoterreno nos llevó a un hotel horadado en la tierra. Tuvimos que recorrer un interminable pasillo que, salvando varios desniveles, daba acceso a una red de habitáculos, llenos ya de comensales, hasta llegar al nuestro. La temperatura era excelente, constante a lo largo del año, según nos dijo el conductor, mientras nos servían un estupendo kus-kus.
Una vez acabada la comida, fuimos a visitar algunas de aquellas llamadas “casas trogloditas”. No me pareció apropiado el nombre; todas ellas estaban, como el hotel, horadadas en la tierra y compuestas por diferentes habitaciones, de una pulcritud y una limpieza admirables, adornadas con almohadones y tapices multicolores, similares a los que había visto en el telar de Sidi Bou Said y habitadas por personas amables que me parecieron como que cumplían con un trabajo por el que, quizás, recibieran alguna compensación económica, pero que les sometía a mostrar su intimidad a personas que, en muchos casos, no verían en aquello más que una postal de viaje. Supuse que debían estar hartos de aquella continua verbena…

En un segundo, el paisaje cambió completamente. Acabábamos de salir de visitar una de aquellas casas, con un sol abrasador cayendo sobre nuestras espaldas que nos hacía añorar la temperatura amable de las cuevas, cuando un grupo de hombres armados, con las caras cubiertas por tidjelmousts que no dejaban ver más que sus ojos, se abalanzaron sobre nosotros, pusieron a todos cuerpo a tierra y, el que parecía ser el jefe, me agarró de la camisa, me levantó del suelo, y amenazó a todos los del grupo con matarlos si se movían de allí antes de que ellos desaparecieran. Para refrendar su amenaza, disparó al aire una ráfaga del fusil ametrallador con que iba armado y me arrastró, hacia un todoterreno Toyota que tenían a pocos metros. En pocos segundos, desaparecimos en dirección al desierto. Nadie de los que presenciaron el hecho hizo un movimiento para impedirlo. Según pude saber después de mi liberación, el guía recomendó al grupo de turistas no seguir allí ni un minuto más, subieron a su vehículo y emprendieron la vuelta a Hammamet. Allí denunciaron el asalto de que habían sido objeto y mi secuestro.

Como te decía, una vez en el todoterreno, estuvimos viajando toda la tarde, y parte de la noche, por el desierto. Siempre hacia el sur y pienso que salimos de Túnez ¿A Argelia? ¿A Libia? No lo sé. Si, en general, las fronteras no tienen mucho sentido, en el desierto mucho menos. Durante el viaje, nadie habló, la luz del día se fue apagando y se hizo noche cerrada antes de llegar a nuestro destino.


Cuando paramos, lo hicimos junto a un grupo de jaimas instaladas en lo que debía ser un pequeño oasis, me instaron a bajar del todoterreno, me introdujeron en una de las tiendas, me desataron y me pusieron ante una mesita, rodeada por otros hombres vestidos como los que me habían secuestrado, y me instaron a comer algunas cosas como las que te estoy ofreciendo; te puedo asegurar que lo hice sin hacerme demasiado de rogar. Allí probé un té que me pareció mucho mejor, aunque te pueda parecer extraño dadas las circunstancias, que el que había probado en Sidi Bou Said...

sábado, 10 de marzo de 2018

Túnez V


Una vez allí, me encantó su tipo de arquitectura, con sus tortuosas calles empedradas, con todas las casas encaladas de blanco, con puertas y ventanas pintadas de azul, como las celosías..., me interesó más cuando la guía nos contó que, ésta, fue una tradición que llevaron a Túnez los moriscos andalusíes que llegaron de España y que, en 1912, el barón Rodolphe d’Erlanger, estableció como una obligación para mantener la personalidad de la ciudad.
Entre las visitas, una fue a una pequeña fábrica artesanal en el que, mujeres muy pequeñas ― se las podía catalogar de enanas ―, manejaban, con gran habilidad, antiguos telares de donde salían unos preciosos tapices multicolores. Parecían muy felices de mostrar su habilidad en el manejo de aquellos artefactos y sonreían continuamente. A la salida, nos obsequiaron con un excelente té a la menta. Allí, mientras tomábamos el té, volví a tener la inquietante sensación de que alguien me espiaba, pero ¿por qué tenía que ser a mí precisamente? Como por la mañana, decidí hacer caso omiso de esa maldita sensación y, un rato más tarde, el autobús de la excursión volvía a Hammamet para dejarnos en los hoteles.
― Pero ¿qué te hacía sospechar que te espiaban? No parece lógico ― dijo mi amigo ―,
― De eso trataba de convencerme, pero no podía dejar de sentir esa sensación. Como al día siguiente no tenía contratada ninguna excursión, pasé el día disfrutando de las instalaciones del hotel y tomando el sol en el jardín, junto a la playa, en un lugar resguardado del viento.
La siguiente excursión me llevó a la gran mezquita de Kairuán. La guía nos contó que era considerada por los musulmanes como la más prestigiosa del Magreb, y también, la más antigua del Occidente musulmán. Me sorprendió su extraordinario estado de conservación, a pesar de que, a primera vista, en el exterior, el material predominante parecía ser el ladrillo de barro, aunque había resistido muy bien el paso del tiempo. Una vez en el interior del gran patio central, después de admirar el alminar, di una vuelta completa bajo las preciosas arquerías que circundaban el patio, y que daban acceso a las diferentes estancias, Decidí entrar en una de ellas, al azar. No supe cuál fue mi equivocación, o si pretendí introducirme en algún lugar prohibido a los infieles, pero, del interior en penumbra, surgió un grito, como de repulsa, en cuanto puse un pie en el umbral de la puerta. Fue de tal intensidad, que me hizo dar un paso atrás y que me quitó las ganas de entrar en ningún otro habitáculo de la mezquita.
Una vez terminada la visita a Kairuán, la excursión siguió su camino en dirección a Monastir, cuna de la familia Burguiba. Allí, lo más espectacular que encontré fue el extraordinario mausoleo dedicado a Habib Burguiba. Me pareció algo extraordinario, pero excesivo para una persona. Está claro que Burguiba había sido el líder de la independencia de Túnez pero, en mi opinión, ese hecho no justificaba una construcción de esa dimensión ni con esa abundancia de riqueza. Volví a Hammamet con un cierto mal sabor de boca...