lunes, 26 de marzo de 2018

Inteligencia artificial II


Cuando el lunes llegué a Projects Corporation y pregunté por Pat, la secretaria de Mr. Brown, enseguida salió a recibirme.
― Que tal Sr. Ramos, buenos días. Le voy a acompañar a su despacho. Es provisional, por lo tanto no es necesario que haga una instalación formal. Sobre la mesa tiene un billete de avión para ir a Atlanta la próxima semana y unos cuantos manuales de la compañía para que los vaya leyendo durante esta semana. Ahora, lo primero que debe hacer es pasar por el departamento de Recursos Humanos para formalizar su contrato. Cuando acabe, pregunte de nuevo por mí y le daré más detalles sobre la planificación.
Me soltó todo el rollo con el mismo tono que había utilizado Mr. Brown la semana pasada y con el mismo acento sureño ¿serían familia o era una forma de actuación de la compañía? Solo acerté a decir: ―Gracias. Luego la veré.
No pude dedicarle menos de dos horas a leer el farragoso contrato de trabajo que me tenían preparado en RR.HH ¿Por qué serían tan meticulosos los americanos con estos documentos en los que había párrafos absurdos? Siempre recordaré el párrafo de un contrato de derecho de uso que firmaban los clientes de la primera compañía americana donde trabajé. Decía que la compañía no se responsabilizaba de las muertes que pudiera causar el uso del software financiero objeto de aquel contrato ¿Cómo ese uso podría causar una muerte? Sería por estas cosas que, según había leído en un periódico de Minnesota, el 75% de los abogados del mundo trabajaban en los Estados Unidos. Firmé el contrato sin darle más vueltas y volví al despacho para ver a Pat, con el convencimiento de que las preguntas que me había hecho sobre mis posibilidades de influir en la decisión del campo de trabajo en el que se desarrollaría mi actividad dentro de la compañía no tenían sentido. La llegada de Pat a mi despacho, terminó de despejar mis dudas.
― Sr. Ramos ¿ha firmado ya su contrato de trabajo? ― preguntó de forma retórica ― Supongo que ya ha visto su billete de vuelo a Atlanta. Estará allí dos meses tomando contacto con algunas de las divisiones en las que podría trabajar en el futuro. Está todo planificado pero, de todas formas, la fecha de vuelta no está cerrada en previsión de algún cambio que se pueda producir a última hora. Cuando llegue, pregunte por mi compañera Renée; ella le presentará a sus contactos allí ¡Ah!  El Sr. Brown estará fuera toda la semana ― dijo mientras salía del despacho ―  Quizás, tenga la oportunidad de verle en Atlanta durante su estancia allí. Si necesita cualquier cosa durante esta semana, no dude en pedírmela…
Cuando salí de Projects Corporation, lo primero que hice fue ir  a ver a Paula, ya estaba un poco mosca desde que había decidido entablar negociaciones con la compañía y no sabía cómo aceptaría mi marcha inmediata.
No puso buena cara, pero dijo: ― “Bueno, si solo son dos meses, no está mal. Espero que no haya sorpresas y podamos llevar adelante nuestros planes de vida en común” ―. Unos días más tarde, sentado en una plaza business, volaba hacia Atlanta, previa escala en Miami.

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