domingo, 18 de diciembre de 2016
domingo, 24 de julio de 2016
El futuro gobierno
¿Habremos gobierno? ¿Qué tipo de gobierno?: ¿De coalición? ¿En base a abstenciones en la investidura? ...
En el segundo de los casos, será un desastre. No podrá sacar nada adelante y será inoperante.
Para el primero (que sería el deseable) el tiempo de negociaciones previas necesarias, hace imposible una investidura rápida ¿Estarán dispuestos nuestros egregios diputados a dedicar el tiempo de sus valiosas vacaciones para conseguirlo? Es lo menos que nos deben.
En el segundo de los casos, será un desastre. No podrá sacar nada adelante y será inoperante.
Para el primero (que sería el deseable) el tiempo de negociaciones previas necesarias, hace imposible una investidura rápida ¿Estarán dispuestos nuestros egregios diputados a dedicar el tiempo de sus valiosas vacaciones para conseguirlo? Es lo menos que nos deben.
El golpista - Los chicos XXVIII
— Juan, anímate, no te hundas; no
podemos dar esa satisfacción a estos pendejos. Esto tiene que tener una
solución; no hemos hecho nada grave y sabes que Tibisay está aquí. Tus amigos
cuidarán de tus hijos…
— Alberto, ya oíste a Zubiaurre, nos
tiene preparado algo gordo ¿A santo de qué ha detenido a Tibisay? ¿Quiénes
piensa que somos? Nos acusa de ser los cabecillas de las revueltas y de haber
seguido los mandados de alguien ¿Quién te ha mandado a ti? A mí, nadie. Nos
hemos visto envueltos en una explosión de rebeldía ante la situación en la que
nos pone las medidas del gobierno y la situación se le ha ido a todo el mundo
de las manos. Ya son cuatro días aquí desde que fuimos interrogados ¿Qué ha
sido desde entonces de Tibisay? ¿Y de mis hijos? No sabemos qué está pasando.
Cuando nos detuvieron, el ejército se había hecho cargo de la situación y no
tenemos idea de cómo se han desarrollado las cosas ahí afuera desde entonces.
— Escucha Juan, la puerta.
— ¡Juan Orive y Alberto Zecoto, salgan!
Obedecemos la orden que el guardia nos
ha dado desde la puerta de la celda. Otros dos guardias, fuera, nos esposan y
nos conducen de nuevo a la presencia de Zubiaurre.
Como la vez anterior parece estar
examinando papeles. Pasados unos minutos, levanta la vista y nos interpela.
— Bien, señores — nos dice — ¿Han
reflexionado sobre lo que les pregunté? ¿Están dispuestos a darme la
información que les pedí?
Su mirada pasa a fijarse, ora en uno,
ora en otro, esperando una respuesta de nuestra parte.
domingo, 17 de julio de 2016
El informe Chilcot
Hace tres semanas que no hago ningún comentario en este blog. Todo el mundo tiene derecho a unas vacaciones y la obligación de dejar de machacar al prójimo por un tiempo. Durante estos días han sucedido muchas cosas, casi todas desagradables; algunas de ellas nos tienen profundamente tristes y así será, me temo, durante mucho tiempo. Me voy a centrar en una que tuvo lugar hace ya muchos años y que, el informe Chilcot, ha puesto de nuevo sobre la mesa: La segunda guerra del golfo. Dicho informe pone en evidencia la nefasta decisión de cometer aquel acto y las falsedades en las que se basaron quienes la tomaron ¿Recordais cuales fueron los pretextos?
- Saddam Hussein era un dictador
- Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva
- Saddam Hussein no había cumplido un número de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
¿ Cuantos dictadores en el mundo han sido sin que los responsables de aquella decisión moviesen un dedo contra ellos, es más, los han apoyado? Entre ellos al mismo Saddam Hussein unos años antes.
- Nunca aparecieron armas de destrucción masiva, como venían diciendo los investigadores de la ONU antes de la invasión.
- Cuantas resoluciones del Consejo de Seguridad tiene incumplidas, por ejemplo, Israel, sin que nadie haya movido un dedo para que las cumpla.
Por último ¿Podrían ser algunos de los problemas que sufrimos en la actualidad, consecuencia de aquella decisión?
- Saddam Hussein era un dictador
- Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva
- Saddam Hussein no había cumplido un número de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
¿ Cuantos dictadores en el mundo han sido sin que los responsables de aquella decisión moviesen un dedo contra ellos, es más, los han apoyado? Entre ellos al mismo Saddam Hussein unos años antes.
- Nunca aparecieron armas de destrucción masiva, como venían diciendo los investigadores de la ONU antes de la invasión.
- Cuantas resoluciones del Consejo de Seguridad tiene incumplidas, por ejemplo, Israel, sin que nadie haya movido un dedo para que las cumpla.
Por último ¿Podrían ser algunos de los problemas que sufrimos en la actualidad, consecuencia de aquella decisión?
El golpista - Los chicos XXVII
Juan baja la cabeza y no dice nada. No
me atrevo a preguntar más…, la llegada de las copas repletas de jugo de frutas
hace que el ambiente se relaje.
Mientras tomamos los jugos de frutas,
llamo de nuevo al mesero.
—Por favor, señor ¿Nos puede servir tres
“pabellones”? Los ojos de los chicos se iluminan al escuchar la palabra
“pabellón”. La aparición, minutos después, del plato con arroz, frijoles,
plátano, carne…, les hace olvidar por un momento su realidad y no levantan los
ojos del plato hasta acabar el último grano de arroz. Seguro que no habrían
comido nada caliente desde la detención de su madre.
— Gracias señor, — dice Juan —. Sus sonrisas,
me ha resarcido de las imágenes de desastre que he almacenado en mi cerebro durante
los últimos días.
― Bueno chicos — les digo —, hemos de
volver a casa, debéis estar allí cuando vuestros padres vuelvan.
Se han levantado al unísono y comenzamos
la subida al cerro donde volvemos a la realidad: grupos de soldados patrullan
entre los ranchitos; de alguno de ellos siguen sacando a gente detenida... El
miedo sigue estando presente
—Bueno chicos — les digo al llegar a la
puerta de su ranchito —. Cuidaros mucho, seguro que mamá y papá vuelven pronto
y se pondrán contentos al ver que os habéis portado tan bien. Tenéis que seguir
siendo valientes.
Los chicos me abrazan mientras doy unos
bolívares a Juan. No tengo ninguna confianza en que vaya a suceder lo que les
he dicho, pero les veo entrar en su ranchito con una expresión más confiada,
diferente a la que tenían cuando les encontré esta mañana. Tendré que volver a
verlos.
domingo, 19 de junio de 2016
El Titanic
El asesinato de la diputada británica Jo cox, pone en cuestión la famosa flema inglesa y de manifiesto el crecimiento de los extremismos: Donal Trump podría gobernar los EE.UU. En España, Francia, Alemania, Holanda...aparecen movimientos, también extremistas, de diferentes signos, que pueden llevar a la desintegración de Europa. Nadie parece querer poner solución a los conflictos existentes desde hace años. Los inmigrantes/refugiados vagan sin rumbo ¿Estamos reviviendo el hundimiento del Titanic donde, lo que impera es el "sálvese el que pueda"?.
El golpista - Los chicos XXVI
— ¿Nos conoce usted? — Me dice el chico
mayor mientras la sonrisa desaparece de su cara e inicia un movimiento para
irse.
Le sonrío y le acaricio la cabeza.
Parece que se tranquiliza
— ¿No ha vuelto vuestra mamá? El chico
mayor baja la cabeza y hace movimientos negativos mientras el pequeño inicia un
silencioso llanto. Les acaricio y les tomo de la mano.
— Vamos a comer algo — les digo.
Iniciamos la bajada del cerro. Por el
camino, nos cruzamos con algunos grupos de soldados. Los chicos se aprietan a
mí cuando pasamos cerca de ellos. Las huellas de la violencia de los últimos
días aún están en las calles: disparos en las paredes, ranchitos destrozados,
algún coche todoterreno cargado con gente armada…No paramos hasta encontrar una
fuente de soda.
― ¿Os gusta el sitio, chicos? — les pregunto.
Asienten y nos sentamos en una mesa
libre; una en la que hay sombra. El ambiente aquí es más relajado que en el
cerro. Los chicos vuelven a sonreír y parecen confiados. Sus ojos persiguen las
copas llenas con jugos de frutas, de diferentes colores, que van hacia las
otras mesas.
— ¿De qué queréis el jugo? — pregunto.
— De piña. — De papaya. — dicen,
hablando los dos a la vez.
Mientras esperamos a que el mesero
traiga los jugos, trato de averiguar más sobre ellos.
— Bien, chicos, ¿me decís vuestros nombres?
— Juan — me dice el mayor.
— Gabriel — me dice el pequeño.
— ¿Por qué andabais solos en el cerro?
Es peligroso, les digo, tratando de confirmar mis sospechas.
— Papá se fue hace muchos días y a mamá
se la llevaron los soldados — me dice Gabriel —. Juan pide plata a la gente
para comer y dormimos solos en nuestro ranchito. Quiero que papá y mamá
vuelvan.
domingo, 12 de junio de 2016
Nueva campaña
¡¡Ya ha empezado la nueva campaña electoral!! Y...Nada. Las mismas caras, las mismas palabras, las mismas mentiras...¿No se aburren? ¿No se podrían tomar unos días de vacaciones (sin cobrar, claro) hasta el día 26...
El golpista - Los chicos XXV
Después de los días transcurridos, la
violencia ha disminuido y he vuelto a los cerros. Ya se puede caminar por ellos
con más seguridad. Grupos de soldados siguen vigilando la zona y me miran con
desconfianza; en ocasiones me paran y me piden que me identifique, mi pasaporte
español les tranquiliza y me dejan seguir; aunque, a distancia, me siguen
vigilando. Aquí y allá siguen haciendo registros y detenciones, algunos
ocupantes de los ranchitos hacen algún intento de protesta, pero ya nadie
ofrece resistencia.
Mi intención es encontrar el ranchito
donde vi a los hombres de Zubiaurre detener a aquella mujer. Era india y me
pareció muy bella. Tras la detención, sus hijos quedaron abandonados. Cuando me
iba, les vi entrar en su casa cogidos de la mano y no he podido olvidar aquella
imagen ¿Cuántos niños como ellos habrán quedado sin familia en la loca
violencia que ha estallado estos días?
Un tirón en la manga de mi camisa me
hace volver a la realidad.
— Hola señor, oigo, ¿me da un dólar? mi
hermano quiere comer y no tengo dinero.
Bajo la vista y veo a un chiquillo de
unos nueve años, empinado sobre sus pies, mirándome a la cara, sonriendo. Debe
haber interpretado este papel muchas veces, lo hace bien. Otro chiquillo, algo
más pequeño, unos pasos detrás de él, le mira como a un maestro, aprendiendo.
Los dos están sucios y ambos tienen rasgos indios: morenos, pelo lacio, ojos
negros, inteligentes…Creo reconocerlos. Me agacho y digo al chico pequeño que
se acerque.
— Hola, chicos, les digo ¿Cómo os ha ido
estos días?
Me miran sorprendidos...
domingo, 22 de mayo de 2016
La disyuntiva
To be or not to be, thats is the question. Votar a quienes has estado esquilmando las arcas públicas durante treinta años, o a quienes en tres meses nos pueden llevar al corralito y a la ruina ¡Menuda disyuntiva!
El golpista - Se inicia la conspiración XXIV
«Primero, fue el deseo de mi madre de que
fuese cura…Solo fui monaguillo. De todas formas, aquello fortaleció mi espíritu
religioso y mi fe en mi buena suerte. Quise seguir los pasos de mi bisabuelo,
el revolucionario que se alzó contra Juan Vicente Gómez y al que me empeñé en
reivindicar, a pesar del interés de mi madre en que no se le mencionase en
casa, porque lo consideraba un asesino de siete leguas».
«Tuve que investigar en archivos históricos y
bibliotecas militares, y recorrer la región de pueblo en pueblo, reconstruir
los itinerarios del bisabuelo para conseguir testimonios de sobrevivientes.
Creo que de él recibí su espíritu rebelde, y también del tatarabuelo Chávez,
que se fue a luchar con Ezequiel Zamora en el siglo pasado por conseguir una
sociedad más justa para los campesinos del país… El conocimiento de sus vidas
me hizo creer en que yo estaba predestinado a realizar grandes empresas, las
que ellos no consiguieron alcanzar».
«El problema en que me metí, cuando, a lo
largo de la investigación, pasé inadvertidamente la frontera con Colombia y fui
acusado de espionaje por las cosas que llevaba en mi morral: mapas militares,
cámara fotográfica, notas… Conseguí convencer al capitán colombiano que me
había detenido, hablándole de cuando éramos un solo ejército en la Gran
Colombia bajo el mando de Simón Bolívar, cuya fotografía presidía su despacho.
Terminamos bebiendo en la cantina y con un soberano dolor de cabeza a la mañana
siguiente, cuando el capitán me devolvió mis cosas y me despidió en el puente
internacional».
«Algunas de las experiencias que he tenido
que vivir en el ejército, que me han enfrentado a realidades no esperadas. Como
cuando me designaron comandante de un pelotón de soldados y un equipo de
comunicaciones para liquidar los últimos reductos guerrilleros… El enfrentamiento
que tuve que con un coronel, que había pedido refugio en el campamento una
noche de grandes lluvias, para que sus hombres dejasen de golpear, con bates de
béisbol envueltos en trapos, a un grupo de supuestos guerrilleros a los que
había apresado. Era incomprensible ver a campesinos vestidos de militares
torturar a campesinos guerrilleros o ver a campesinos guerrilleros matar a
campesinos vestidos de verde. Ahí caí en mi primer conflicto existencial que me
llevó, hace siete años, a crear, junto con un grupo de compañeros, afines a mis
ideas, el movimiento revolucionario con el que vamos a cambiar la historia del
país».
domingo, 15 de mayo de 2016
Los paraísos fiscales
Anoche, Miguel Angel Revilla, dijo verdades como puños en relación con los paraísos fiscales. Si existen, es porque se benefician de ellos los que tienen realmente el poder: los que sobornan a políticos y legisladores para que hagan leyes a su medida; los que tienen la capacidad para crear las condiciones que, luego, harán necesario tomar decisiones injustas, pero que, que casualidad, les seguirán favoreciendo; los que tienen en su mano la capacidad de, moviendo de lugar su inversión, hundir o reflotar una actividad económica, un país o, incluso, un continente; los que consiguen que el precio de las materias primas, suba o baje a su voluntad o, dicho en otras palabras, en función de sus intereses...La masa de dinero almacenada en esos llamados paraísos, utilizada debidamente, sería suficiente para cambiar la faz de la tierra, pero, primero, sería necesario cambiar las conciencias de las personas.
El golpista - Se inicia la conspiración XXIII
« ¡Qué curioso destino el mío! Estoy aquí, sentado en mí
despacho del Palacio de Miraflores, conspirando contra el gobierno tras haber
tomado la firme decisión de intervenir, de una manera directa, en la vida
política de mi país y pienso en la sucesión de acontecimientos que me llevaron
a ingresar en el ejército. Nunca pensé que esa decisión me llevaría a ponerme
en esta situación.
«Mi niñez en el pueblo. Mis juegos con el
entonces amigo mío, Carlos Guillermo Zubiaurre — ese pendejo, güebón, de
Zubiaurre —. Siempre, desde que le conozco, ha sido un “mingafría” sin
iniciativa propia. Siempre detrás de mí, me siguió cuando decidí ingresar en la
academia militar. Allí empezaron nuestros enfrentamientos. Primero por la
disputa por aquella chica, amiga de juegos en el pueblo, que nos disputábamos
ambos y que se pronunciaba por mí. Aquello le sentó mal y no lo superó, pero
también empezaron a evidenciarse nuestros diferentes puntos de vista sobre lo
que debería ser nuestra patria. Él vio en el ejército solo un medio para
medrar, no tenía otro objetivo, y cuando terminó la estancia en la academia
militar, nuestros caminos se separaron definitivamente. Ahora, con la policía
de la Seguridad del Estado a sus órdenes, se ha convertido en un elemento
peligroso. No es arrecho, pero es inteligente y tendré que estar alerta.
Nuestra amistad de chiquillos se ha convertido en animadversión por nuestras diferencias
ideológicas y los celos personales y profesionales».
domingo, 8 de mayo de 2016
Nueva campaña electoral
Estoy harto de oír discusiones sobre lugar en las listas, reparto de vicepresidencias, de posibles futuros escaños, asignación de culpabilidades, pugilatos sobre quien ha mentido más, quien es más o menos corrupto...
¿Quien está dispuesto de hablar sobre educación, plan energético, reforma fiscal, industrialización, disminución de la deuda y el déficit, eliminación de corruptos antes de que los denuncie la prensa o la guardia civil, eficiencia de la administración pública, mejora de la justicia...?
¿Quien está dispuesto de hablar sobre educación, plan energético, reforma fiscal, industrialización, disminución de la deuda y el déficit, eliminación de corruptos antes de que los denuncie la prensa o la guardia civil, eficiencia de la administración pública, mejora de la justicia...?
El golpista - Se inicia la conspiración XXII
Soy el primero en llegar a la
cita. Mis compañeros, los capitanes Costas y Ortiz, no han llegado, espero que
no tengan problemas para hacerlo. Hemos de extremar las precauciones para no
ser descubiertos. El futuro de nuestro Movimiento depende de ello. Nadie deberá
descubrir que, éste, es uno de nuestros lugares de reunión…
Los golpes convenidos en la
puerta, me anuncian su llegada.
— A tus órdenes capitán Chávez — es
su saludo al entrar en la habitación.
Examino a cada uno
cuidadosamente. Nada en nuestro aspecto debe delatar la pertenencia al ejército… Todo parece estar en orden y, como ya
estamos todos, tomo la palabra…
— Señores, les he convocado en esta ocasión por razones
especiales. Todos ustedes están siendo testigos, y partícipes, de los tristes
hechos que están llenando de luto nuestra patria. Por desgracia, nuestro compañero, el capitán Felipe
Acosta, caído durante las operaciones militares de estos días, ya no está con
nosotros, pero todos recordamos su actuación en defensa de los cuestionamientos
que hice de la situación política del país, en mi discurso de conmemoración del
ciento cincuenta y dos aniversario de la muerte de nuestro libertador Simón
Bolívar, y que tanto irritaron a nuestros superiores asistentes al acto. Al
final del mismo, como todos ustedes recuerdan, nos reunimos fuera de las
instalaciones militares para pronunciar nuestro
juramento, bajo el Samán del Guere:
“No dar descanso a nuestros brazos y reposo a nuestras
almas, hasta no ver instaurada en nuestro país una DEMOCRACIA SÓLIDA y
PROFUNDA, con alto contenido social, y especial atención a los menos
favorecidos”.
En ese día fundamos
el movimiento EBR-200, y es en éste, que hemos de llevar a la práctica lo que
nos propusimos entonces. Los acontecimientos así lo exigen. En nombre del juramento que hicimos, les pido su
colaboración para llevar a la práctica nuestro proyecto. Nuestro país nos
necesita y el sacrificio de nuestro compañero, el capitán Acosta, no puede ser
baldío. Por suerte, mi destino como jefe de Ayudantía del Consejo Nacional de
Seguridad y Defensa en el Palacio de Miraflores, me ofrece las oportunidades
necesarias para el desarrollo de nuestro proyecto. El nuevo gobierno me ha
confirmado en el cargo tras su toma de posesión y mi situación allí
proporcionará todo tipo de información útil a nuestro movimiento. Esa misma
circunstancia, me ha permitido estar al margen de toda intervención directa en
la locura colectiva que se ha desatado estos días y en la que ustedes han
tenido que participar en cumplimiento estricto de las órdenes de nuestros
superiores. Si triunfamos, cambiaremos el ejército y la política de nuestro
país ¡Cumplamos nuestro juramento! ¡Patria o muerte!
— ¡A tus órdenes, capitán Chávez! — Dijeron
mis camaradas puestos en pie —. ¡Patria o muerte!
Con los dientes apretados, sus
rostros curtidos expresan la tensión del momento, y conscientes de la importancia del paso que estamos
dando, nos fundimos en un abrazo para afirmar el compromiso con nuestro
juramento al MBR-200, cada día más fuerte, una vez que se han incorporado al
mismo, elementos civiles.
domingo, 24 de abril de 2016
La nueva campaña
En los últimos días, los representantes de los diferentes partidos políticos, están hablando de hacer una campaña más austera para las que parecen, inevitables nuevas elecciones ¿No podrían llevar esa idea al límite y, así, evitarnos la paliza que supondrá oír de nuevo las mismas majaderías, mentiras y medias verdades? Creo que ya han quedado suficientemente retratados y no los considero suficientemente listos para inventarse otras nuevas.
El golpista - El Caracazo XXI
Sin contestar a mis
palabras, el hombre se encaró con Zecoto.
—Y usted ¿Qué
historia tiene que contarme? ¿Tampoco ha hecho nada? ¿Ha llegado aquí por
equivocación? ¿No estaba en Guarenas en la mañana del día 27? ¿No participó en
el vuelco y posterior incendio del autobús?…
— Señor — balbuceó
Zecoto —, yo no he sido cabecilla de nada. La mañana del día 27 llegué a la
estación de autobuses, como cada día. Una muchedumbre exaltada discutía, a
gritos, con los empleados de la línea por la subida del precio del billete; era
exagerada y la gente estaba enardecida. Yo me uní a la protesta y, en grupo,
nos organizamos para dirigirnos a la capital. Lo del autobús fue un accidente.
Usted sabe, la multitud es incontrolable, fue inevitable…
— Bien, en vista de
que no quieren colaborar, se van a quedar aquí, detenidos, hasta que se decidan
a hacerlo. Son muy graves los sucesos en los que han participado y van a tener
que pagar por ellos. En cuanto a usted, Orive,
no tiene que preocuparse por su familia. Su esposa, también está
detenida es estas instalaciones. Sus hijos están libres, en los cerros. Tendrán
que aprender a cuidarse por sí mismos. Al menos, hasta que usted o la india se
decidan a darme la información que necesito.
Tras decir esto, el
hombre dejó de mirarnos y se enfrascó de nuevo en los papeles, como si ya no le
interesáramos. Tocó un timbre que había sobre la mesa y dos de sus hombres
entraron al despacho, para llevarnos, de vuelta, a la celda. La sorpresa, que
me había paralizado al oír las últimas palabras de Zubiaurre se había
desvanecido.
Consciente de lo que
acababa de escuchar, era incapaz de articular palabra pero, a pesar de las
esposas que me atenazan las muñecas, me abalancé sobre él saltando sobre la
mesa de despacho. Como viniendo de otro lugar, escuche el grito de mi amigo
Zecoto:
— ¡Juan, no seas
loco! ¡Párate!
Los guardias que
acababan de entrar me detuvieron a golpes, pero no pudieron acallar mis gritos:
— ¡Maricón! ¡Hijo de puta! Deja en paz a mi familia…
Al producirse el
tumulto, algunos otros guardias entraron para sacarnos, a Zecoto y a mí, fuera
del despacho. Mientras nos arrastran camino de la celda, nuestros gritos
resonaban por todo el edificio.
El pasillo se hacía interminable
mientras nos resistíamos a los guardias. En medio de la algarabía, al pasar
ante una de las puertas que bordean el pasillo, creí oír la voz de Tibisay que
me confirmaba lo que Zubiaurre acababa de decirme.
— ¡Juan, por Dios,
sácame de aquí! ¡Nuestros hijos están solos!
domingo, 17 de abril de 2016
¿Al servicio de quien están los legisladores?
¿Como es posible que sea legal que, empresas, particulares..., puedan abrir cuentas y crear compañías offshore en paraísos fiscales con el fin de ocultar y blanquear dinero, evadir impuestos, etc, etc. y sea ilegal, y penado hasta con 60 Mill. de €, el que un ciudadano coloque en su propiedad dos placas solares para autoconsumo si no paga el llamado "peaje de respaldo"?
El golpista - El Caracazo XX
El frenazo del camión
al alcanzar su destino me ha devuelto a la realidad. Mi compadre Alberto y yo
estamos, con otros detenidos, vigilados por los soldados que, a gritos, nos
urgen a salir del camión. Apoyados con algunos culatazos de fusil, pronto han
conseguido su objetivo.
Estamos fuera, en
pie, esposados, como el resto de los detenidos, esperando las órdenes de los
milicos que nos rodean. Tensos y nerviosos, ellos tampoco parece que dominen la
situación, como si no acabasen de entender lo que está pasando. Cumplen
órdenes, nada más.
Los soldados gritan
de nuevo nuestros nombres: — ¡Juan de la Cruz Orive! ¡Alberto Javier Zecoto!...
Junto con otros presos hemos sido encerrados en una celda. El tiempo pasa
despacio ¿Es de día o de noche? No lo sé, no hay luz natural… Dos guardias
entran en la celda y tras pronunciar nuestros nombres nos llevan a un despacho,
frente a un hombre que revisa papeles
tras una mesa. A su espalda, una fotografía del Presidente colgada de la pared
y la bandera de la República sostenida por un mástil. El hombre levanta los
ojos de los papeles y nos interpela directamente:
— Soy el comandante
Zubiaurre — nos dice —, y ustedes, son algunos de los responsables de esta
revuelta… Llevo días buscándolos, son los cabecillas de grupos que han
participado en desórdenes, asaltos a centros comerciales, robos y saqueos en la
capital… Usted, Alberto Javier, además, es responsable de participar en el
vuelco e incendio de un autobús en Guarenas… Tienen ustedes una buena hoja de
servicios. Necesito su colaboración. Que me digan que propósito perseguían y de
quien recibieron las órdenes para encabezar esta revuelta contra el gobierno.
Instintivamente,
Alberto Javier y yo, nos miramos al oír las palabras de aquel hombre. La
preocupación con la que habíamos entrado en el despacho, se ha convertido en
miedo.
— Mire señor — le digo
—, nosotros no somos cabecillas de nada ni hemos recibido órdenes de nadie. Yo
bajé de mi ranchito a la capital a protestar contra las medidas del gobierno
que no me permiten mantener a mi familia. Nada más. Al llegar al centro, en
medio del desorden, nos encontramos Zecoto y yo, y nos vimos envueltos en esta
maldita violencia.
Incluso tratamos de contener a algunos de los saqueadores para evitar los
atropellos de los que nos acusa. No hicimos nada más. Solo quiero volver a mi
casa a ver a mi esposa, a mis hijos. No sé nada de ellos en todos estos días…
Sin contestar a mis
palabras, el hombre se encaró con Zecoto.
domingo, 10 de abril de 2016
La ineptitud
¡Que maravilloso panorama nos presentan nuestros políticos! ¡Que capacidad de captación! ¡Que discursos tan interesantes! ¡Que programas tan atractivos! ¡Que imágenes de verdad nos muestran!
¡Que capacidad de concordia y cooperación! ¡Que entusiasmo en la lucha ante la corrupción! ¡Que propósitos de enmienda...! Como dice uno de nuestros contertulios más pertinaces... Me tienen estupefacto
¡Que capacidad de concordia y cooperación! ¡Que entusiasmo en la lucha ante la corrupción! ¡Que propósitos de enmienda...! Como dice uno de nuestros contertulios más pertinaces... Me tienen estupefacto
El golpista - El Caracazo XIX
— Hermano — dijo
Orive a Zecoto —, estamos aquí, perdidos entre la muchedumbre de detenidos que
llena el gran patio ¿Que piensan hacer con nosotros?...
Antes de que Zecoto
pudiera responder, oyeron a los guardias gritar sus nombres: — ¡Juan de la Cruz
Orive! ¡Alberto Javier Zecoto! ¡Venancio Arenas!…Los guardias llamaban a los
detenidos que tenían en las listas para ser interrogados. Sus voces se perdían
entre las conversaciones y gritos de aquella muchedumbre atemorizada, en espera
de que se tomase una decisión sobre cada uno de ellos.
— ¡Silencio,
malandros! — gritó el guardia — ¡Juan de la Cruz Orive! ¡Alberto Javier Zecoto!
¡Venancio Arenas!... La lista seguía interminable.
— Vamos amigo — dijo
Zecoto —, que no se impacienten estos pendejos.
Los hombres llamados
salieron de entre aquella muchedumbre. Parecían más atemorizados por saber lo
que les iba a pasar, que felices por salir de aquel infierno — quizás les esperase
otro peor —. Se acercaron a los guardianes que, sin hacerles esperar demasiado,
según les identificaban, les dirigían a un pasillo de salida del calabozo. Al
final del mismo, en un gran patio, dos camiones militares les esperan para
trasladarlos a sus lugares de destino.
— Juan, compadre,
sigue, tenemos que subir al camión. Seguimos juntos. No nos han separado — dijo
Zecoto.
— Ya sigo, hermano
pero ¿qué nos espera? ¿Dónde nos llevan? Cada vez veo más lejano mi ranchito, a
mis hijos, a Tibisay ¿Cuándo va a terminar este mal sueño?
domingo, 3 de abril de 2016
El golpista - Al Caracazo XVIII
— Al fin van apareciendo, Gutierrez, en
estos papeles tenemos los datos de las detenciones realizadas por los
distintos cuerpos del ejército implicados en la operación. Hay muchos detenidos
en diferentes centros: Fuerte Tiuna, Prefectura, Policía militar…
— Así es, comandante zubiurre, aquí tenemos a
Juan de la Cruz Orive y, junto a él, a uno de los responsables de la revuelta
en Guarenas: Alberto Javier Zecoto.
— Ya no necesitamos a la india,
Gutierrez, a fin de cuentas, estoy convencido de que no está implicada en nada,
pero le vamos a hacer aprender la lección. Estos malandros tienen que saber que
hay respetar el orden y no podemos consentir que una revuelta como ésta se
repita. Tienen que aprender a no tomar lo que no es suyo, y de esta lo van a
hacer… Además, Gutierrez, creo que lo que en su inicio fue un dolor de cabeza,
me va a servir de trampolín para escalar en mis ambiciones políticas, y, a
usted, conmigo. Pero hay algo que me preocupa, la actitud de mi antiguo amigo,
el capitán Chávez. No es propio de su carácter mantenerse al margen en estas
situaciones, siempre le ha podido su afán de protagonismo y en esta ocasión ha
conseguido pasar desapercibido en medio de este zafarrancho. Hemos de vigilar
sus movimientos en el futuro. Diseñe un plan de seguimiento de sus actividades.
Cuando lo tenga listo, lo discutiremos.
Gutierrez, viendo que su jefe había dado por terminada la
reunión, asintió, y levantándose, se cuadró ante su superior y salió del
despacho.
jueves, 17 de marzo de 2016
La corrupción
Como sigamos por esta vía, y vayamos a unas nuevas elecciones, me temo que el premio va a quedar desierto, por falta de candidatos. No va a quedar ninguno útil.
domingo, 13 de marzo de 2016
El golpista - El Caracazo XVII
— No quiero que estas cosas vuelvan a pasar en nuestro
país — dijo Chávez
al capitán Ortiz —. El Movimiento Bolivariano que fundamos, junto con otros
compañeros, con la idea de introducir cambios en el ejército, ha de empezar a
actuar. Los lamentables hechos que están
acaeciendo en la capital y en otros lugares de la nación, me llevan a considerar que ese movimiento tiene que ser
el germen de cambios más profundos, no solo en el ejército, también en la vida
política del país. Me siento obligado a esa gran misión y la vamos a llevar a
cabo. Capitán Ortiz, convoque una reunión de los componentes del Movimiento
para la próxima semana en el lugar de costumbre.
—A la orden, mi capitán — dijo Ortiz —, la
situación se ha hecho insostenible. La muerte durante las operaciones de
nuestro compañero en el Movimiento, el capitán Felipe Acosta, a quien acabamos
de dar sepultura, no debería haber sucedido. No tenía que haber estado en ese
lugar. Su muerte ha soliviantado a los componentes del grupo. A pesar de estar
en desacuerdo con las órdenes recibidas del ministro de defensa, las cumplió,
como todos nosotros. Éste debe ser el punto de partida para el desarrollo de
las actividades futuras de nuestro Movimiento — continuó —; no puedo
dejar de pensar en la imagen de algunos
de mis hombres que, tras participar en el asalto a los cerros, hacían esfuerzos
sobrehumanos para no llorar una vez acabada la operación. No es esto lo que nos
han inculcado en las escuelas del ejército. No estamos para luchar contra
nuestro pueblo. No para disparar contra él ni para golpearlo ni para
insultarlo. Muchos de nuestros soldados, los más jóvenes, nunca habían
disparado contra nadie. Nunca habían presenciado tanta muerte: hombres,
mujeres, niños, ancianos…Su gente tirada en la calle: muerta, herida, esperando
la ambulancia que no llegaba…Estoy de acuerdo con usted. Nuestro movimiento ha
de empezar a actuar. Convocaré la reunión.
sábado, 12 de marzo de 2016
CONTRADICCIONES
Por primera vez, las asociaciones de víctimas del terrorismo, han acudido, juntas, a las conmemoraciones del 11 M. Como consecuencia, representantes de los partidos políticos han hecho de tripas corazón y no se han atrevido a dejar su espacio vacío.
Sin embargo, estos últimos, no solo se siguen negando a negociar seriamente para llegar a acuerdos, sino que aparecen síntomas de disolución interna, en varios de ellos, en forma de dimisiones más o menos cuantiosas ¿A que nos conduce esto?
El golpista - El Caracazo XVI
Cada
día vuelvo a los cerros. Una semana después de su inicio, la violencia sigue
alojada en ellos. En el 23 de Enero, encontré que un bloque había sido
tiroteado con armas de grueso calibre. El ejército argumenta que es conocida la
existencia en él de mafias de la droga, que en el edificio había
francotiradores de ultraizquierda, y había que acabar con ellos…Ha habido
muertos en el edificio sin relación con
estos grupos, gente que intentaba entrar a sus apartamentos; cuando sus
vecinos y familiares recogieron los cuerpos, no hallaron documentación en ellos.
Uno de los vecinos me contó, que del 23 de Enero no salió ningún disparo.
— «
Si en el edificio está ubicado el Comando 21 de la Policía Metropolitana ¿Quién
iba a disparar desde allí? » — me dijo.
En
otros bloques de El Mirador, han aparecido otros cadáveres indocumentados.
Muchos de ellos eran vecinos que salían del edificio siguiendo el llamamiento
del gobierno a incorporarse a las actividades habituales.
En
los bloques del Monte de Piedad el destrozo es similar. Un inquilino del cuarto
piso me ha invitado a entrar en su apartamento y he quedado impresionado.
Cientos de proyectiles habían dejado paredes, muebles, electrodomésticos, como
un colador.
—
¿Cómo ha podido pasar esto? — le pregunté.
— «Es cierto que hubo disparos contra los soldados» —
me dijo —, «pero la respuesta fue exagerada.
Los soldados dispararon indiscriminadamente contra pasillos, azoteas,
apartamentos…, no era necesaria tanta violencia. Otras veces, la policía
metropolitana había tomado el edificio pero, en esta ocasión, ha sido como una
venganza. Teníamos que pagar la subversión. La orden parecía ser disparar hasta
el hastío».
— «Se han allanado apartamentos por parte de
encapuchados» — continuó —, «en particular, en los de representantes de
organizaciones vecinales por sospechosos de promover la subversión y la
guerrilla. Hay varias personas de la vecindad detenidas, otras han desaparecido,
y algunas se han dado a la fuga…»
El
hombre me contaba la historia con la mirada perdida; como si todo aquello que
me decía, hubiese pasado hacía ya mucho tiempo.
La
mamá de uno de los chicos balaceados por los soldados, me contó que durante
esos días, los vecinos del bloque recolectaron 7000 bolívares para el entierro
de su hijo.
— «Esos actos de solidaridad y unión son la única arma
que tenemos para defendernos de los abusos y atropellos del gobierno» — me
dijo.
Al
parecer, algunos sacerdotes jesuitas y seminaristas de la Comunidad de la Vega
fueron detenidos. Su casa fue allanada por los hombres de Zubiaurre y
registrada en búsqueda de armas y de una imprenta clandestina y, ellos,
detenidos y llevados a los calabozos de las fuerzas especiales de seguridad.
domingo, 6 de marzo de 2016
Tropezar en la misma piedra
Si vamos a unas nuevas elecciones con las mismos candidatos y con los mismos condicionantes, lo más lógico es que lleguemos al mismo sitio ¿Y entonces?
El golpista - El caracazo XV
En las dependencias
de las fuerzas especiales de seguridad, Tibisay se debatía en la angustia y la
incertidumbre. Su alma, de india dulce y pacífica, no entendía lo que pasaba y
perdía la esperanza. Los hombres que la habían detenido se habían burlado de
ella en el vehículo donde la trasladaron; con frases soeces referidas a ella y
a Juan de la Cruz, le decían que cuando llegaran a la comandancia iba a saber
lo que era un interrogatorio, que iba a contar las andanzas en las que estaba metido
su marido…
«No sé de qué
hablaban, Juan; tú nunca te habías señalado en nada, solo estabas desesperado
por no poder dar una mejor vida a tu familia; a mí y a tus hijos. Por eso
habías dejado los cerros hacía dos días. Tú eres bueno Juan ¿Por qué te buscan?
Yo también quiero encontrarte; saber si sigues
vivo…He visto mucha violencia a mí alrededor…No sé dónde estoy ni qué ha
pasado con mis hijos ¿Dónde estás Juan de la Cruz? ¿Qué piensan hacer conmigo?
¡No he hecho nada! ¡No sé nada! »
***
Han abierto la puerta
y dos hombres uniformados han entrado en la habitación donde estoy confinada y,
sin decir palabra, me han cogido de los brazos y tras recorrer un largo pasillo
me han llevado a un despacho. Es una habitación pintada de blanco, sin adornos,
salvo la bandera y el retrato del Presidente de la República situados a la
espalda del hombre que está sentado tras una gran mesa. Los hombres que me han
traído aquí, se han marchado sin decir palabra y me han dejado sola, en pie, en
medio de la habitación.
El hombre del
despacho es joven, elegante y de apariencia tranquila, sin uniforme, que parece
leer los papeles que tiene entre las manos con suma atención. Actúa como si no
supiese que estoy aquí. Hasta transcurridos unos minutos, que para mí han
pasado lentos, interminables, y en los
que no he podido separar mis ojos de él, no ha dejado los papeles sobre la mesa.
Ahora me mira y, con un gesto, me ha invitado a sentarme en la única silla que
completa el mobiliario de la habitación. Tengo miedo, me he sentado en el borde
de la silla y ya no me atrevo a mirarlo.
— Señora Tibisay — me
dice—, es ese su nombre ¿verdad?
He asentido sin decir
una palabra.
— Soy en comandante
Zubiaurre. Espero que mis hombres la hayan tratado adecuadamente — su voz me
suena falsa —. No está en mi interés producirle ninguna molestia. En realidad,
lo único que me interesa es tener una conversación con su esposo, Juan de la
Cruz Orive ¿Es su esposo, verdad? ¿Me puede decir dónde está?
Oigo las palabras
como si no fuesen dirigidas a mí. Suenan monocordes, sin transmitir ninguna
emoción. Cuando estoy angustiada por mis hijos, por saber si Juan de la Cruz
está vivo, este hombre pregunta. Vuelvo la cara buscando alguna otra persona en
la habitación y no hay nadie. Solo estamos el hombre sentado tras la mesa de
despacho y yo, y la fotografía del Presidente, y la bandera…
— No, señor. No sé
dónde está mi esposo, — le digo levantando la vista hacia él —, hace ya no sé
cuántos días que salió del ranchito y no había vuelto cuando unos hombres me
detuvieron y dejaron abandonados a mis hijos. Esos hombres me han amenazado y
se han burlado de mí. No sé dónde estoy. No he hecho nada. Solo quiero volver a
casa, con mis hijos. Son todavía muy pequeños y nunca han estado solos. Había
mucha violencia en el cerro cuando lo dejé y temo por ellos. Por favor, señor,
déjeme ir. Debo estar allí cuando vuelva Juan de la Cruz.
— Señora Tibisay,
espero que usted colabore con nosotros — me dice —. Tenemos pruebas de que su
esposo es uno de los cabecillas de la revuelta. En los últimos tiempos ha
estado animando a sus vecinos a revelarse contra el gobierno. En tanto no lo
hallemos, usted seguirá detenida. Si quiere ver pronto a sus hijos, díganos
donde podemos encontrarlo. Como le he dicho, no tengo ningún interés en
molestarla, pero tenemos que encontrar y detener a los responsables de esta
revuelta.
—
Señor, no sé nada de lo que usted pregunta y no lo puedo ayudar. Si usted lo
quiere, no volveré a ver a mis hijos, no volveré a ver a Jun de la Cruz, pero
no le puedo decir nada…«Es inútil — pienso mientras le hablo —, nunca podré
convencer a este hombre, no me escucha, nunca volveremos a estar juntos; Juan,
mis hijos, yo…Nunca podré salir de aquí ».
El
hombre — Zubiaurre ha dicho que se llama — ya no me mira, ha vuelto a examinar
sus papeles, ha hecho sonar un timbre y los dos hombres que me habían traído
desde mi celda han vuelto a entrar en el despacho. Con un gesto, les ha
indicado que me lleven y, tras recorrer, de nuevo, el largo pasillo, me han
dejado en la celda.
domingo, 28 de febrero de 2016
Una semana más
Buenos días. Una semana más, y seguimos esperando que "nuestros representantes", eso dicen que son, en el Congreso de loa diputados, se dignen a hablarse, a dirigirse la palabra, a intentar ponerse de acuerdo para resolver los importantes problemas pendientes; que, dicho sea de paso, para eso los pagamos, en lugar de dedicar su valioso tiempo a tratar de mantener sus escaños ¿Son conscientes del ridículo que están haciendo ante la ciudadanía? ¿ Son conscientes del aburrimiento y de la irritación que nos producen sus palabras vacías, sus mutuas acusaciones, su falta de originalidad, de propuestas y de imaginación?
El golpista - El Caracazo XIV
Durante los días
siguientes prosiguieron las operaciones militares, y las víctimas, siguieron
aumentando. Los centros asistenciales que visité, estaban saturados por los
heridos recibidos desde que comenzó el estallido de violencia; los heridos,
estaban siendo atendidos con dificultad por equipos médicos que no estaban
preparados para recibir tal avalancha de cuerpos con destrozos más o menos
graves. Médicos y enfermeras se multiplicaban para hacer primeras curas,
cirugías, traslados de los heridos de mayor gravedad… Llevaban días sin apenas
descanso, en guardias interminables, al borde del agotamiento. Nunca se está
preparado para una explosión de violencia como la que se había producido.
En las morgues
también se estaban recibiendo muchos cadáveres, pero me fue imposible conocer
un número aproximado del número de víctimas. Bien fuesen de heridos o de
muertos, el gobierno no daba cifras, además, seguían quedando cuerpos sin
recoger en las calles y se rumoreaba que se habían abierto fosas comunes para
enterrar víctimas de los enfrentamientos entre soldados y civiles.
Mientras la operación
militar proseguía en los cerros, que continuaban siendo batidos, el centro de la
ciudad no era capaz de recobrar su aspecto habitual. Las consecuencias
producidas por el vandalismo y los saqueos seguían siendo patentes: persianas y
cristales, rotos; tiendas y supermercados, vacíos; restos de alimentos y de
aparatos electrodomésticos tirados en la calle…; a nadie parecía importarle, ni
se preocupaba de restablecer la normalidad. Era mayor el miedo de los
propietarios de los comercios a las detenciones, que el deseo de recuperar los
bienes perdidos. Pensé que, tanto las heridas producidas por el vandalismo,
como las producidas por la violencia del ejército, iban a ser muy difíciles de
curar.
domingo, 21 de febrero de 2016
La deuda
España tiene una deuda de, casi, 1 billón de €. Cercana al 100% del PIB de todo un año. Me pregunto si alguien, nosotros, o nuestros acreedores, tienen / tenemos alguna intención o plan para que esa deuda desaparezca o que, por el contrario, se perpetúe indefinidamente.
El golpista - El caracazo XIII
En
medio del desastre vi a una mujer joven, de rasgos indios, bellísima, que salía
corriendo, atemorizada, de uno de los ranchitos. Dos niños la seguían llorando
y unos hombres, sin uniforme del ejército, la rodeaban. Por su aspecto parecían
pertenecer a las fuerzas
especiales.
—
¿Dónde está su esposo? ¿Dónde está el
pendejo de Juan de la Cruz? Estamos seguros de que él es un cabecilla de toda
esta revuelta y le vamos a encontrar.
Los
hombres de Zubiaurre zarandeaban a la mujer que, a pesar de la angustia que
expresaban sus ojos, no abría la boca para responder a sus preguntas, lo que
exasperaba más y más a sus captores que aumentaban los maltratos y vejaciones
hacia ella.
En
medio del desbarajuste general, aquel hecho pasaba casi desapercibido. Al fin,
la mujer se atrevió a responder:
— Yo no sé dónde está
Juan de la Cruz. Salió hace dos días, en la mañana, y no ha vuelto a casa. Le
he esperado dos noches y todo el día de hoy. No sé dónde se encuentra, ni si
está vivo o muerto. No les puedo decir otra cosa ¡Por Dios, encuentrenlo!
— Te vas a venir con
nosotros, india — dijo el hombre que mandaba el destacamento.
Los hombres de
Zubiaurre la esposaron y la subieron con ellos a un todo terreno aparcado en
las inmediaciones, que arrancó inmediatamente.
Los dos niños
quedaron solos en medio de aquel gran desorden. Nadie, aparte de mí, pareció
reparar en ellos. Testigos mudos de la barbarie que se había desatado en los
cerros, se miraron, y cogidos de la mano, entraron en su ranchito con el miedo
y la incomprensión reflejados en su rostro.
domingo, 14 de febrero de 2016
El golpista - El caracazo XII
—Señores
— dijo Zubiaurre a sus hombres —, en la nueva estrategia definida por el
gobierno, tenemos una importante misión que cumplir como fuerzas especiales de
seguridad: actuar como complemento de las operaciones del ejército, limpiando
las zonas que no alcancen ellos y deteniendo a todos los revoltosos que puedan
haber escapado. Si no los pueden detener, disparen. Actúen como francotiradores
cuando sea necesario; no ha de quedar ni uno solo de los implicados en la
revuelta en libertad. Tenemos registros de muchos de ellos. ¡Deténganlos!
Revisen las áreas saqueadas, suban a los cerros cuando los soldados hayan
acabado su labor, registren en busca de artículos robados y detengan a sus
poseedores ¡Salgan ya!
***
En
el hotel me debato entre tomar la decisión de salir para ver lo que está
sucediendo, a pesar del toque de queda que se ha iniciado a las seis de la
tarde, o quedarme y sufrir la incertidumbre de ignorarlo. La furia se ha
desatado sobre la ciudad y soldados y Guardia Nacional se sienten fuertes bajo
las nuevas órdenes. Sus oficiales tienen la misión de acabar con la revuelta a
lo que cueste. Además, tienen la oportunidad de vengarse de las bajas que han
tenido durante los dos últimos días, y que son consideradas una humillación en
los medios militares.
Decidí
asumir el riesgo y salir. Aunque la situación era demasiado explosiva y parecía
fuera de control, mi condición de extranjero debería protegerme en caso de
necesidad. Correría el albur de que una bala perdida, disparada por cualquier
soldado inexperto, me alcanzase. … Las órdenes que parecen tener los soldados,
son disparar, disparar…
Volví
a los lugares en los que se habían producido los saqueos la noche anterior.
Sobre el asfalto, aquí y allá, podían verse cuerpos que aún no habían sido
retirados. No me atreví a parar para ver si había algún herido o todos estaban
muertos; los destrozos en los comercios no habían sido reparados y los restos
del desastre seguían esparcidos por el suelo.
La
situación se tornaba peor según me
acercaba a los barrios de los cerros. El ejército estaba invadiendo los barrios
más pobres y se podían ver cuerpos de
víctimas transportados en sábanas o cogidos de piernas y manos por vecinos y
familiares que increpan a los soldados, que no permitían llegar a las
asistencias para atender a los heridos.
Los militares, a su vez, acosados por algunos francotiradores emboscados
en los cerros, entre los ranchitos, respondían con ráfagas disparadas con armas
de grueso calibre. Las gentes corrían, y los soldados, a la menor sospecha de resistencia,
disparaban a los que se atrevían a enfrentarse a ellos.
El absentismo II
Siguiendo con la idea de enviar a nuestros diputados a casa, suspendidos de empleo y sueldo, por su incapacidad de comunicarse y llegar a acuerdos para formar un gobierno ¿No estaremos perdiendo una gran oportunidad de experimentar como sería nuestra vida sin esa rémora? A lo mejor, sin ellos, bajaría la prima de riesgo.
sábado, 13 de febrero de 2016
El golpista - El caracazo XI
—
Zecoto, compadre — dijo Orive —, la situación parece controlada y los hombres
del grupo empiezan a dispersarse. Es
hora de que dejemos este desastre y volvamos a casa. Ésta no es una protesta
como la vivida otras veces, es un gran acto de vandalismo del que no va a salir
nada bueno. Hay que desaparecer de aquí.
—Juan
de la Cruz — dijo Zecoto —, ya no hay tiempo. Mira a todas partes; los soldados
están rodeando la zona; están saliendo de cada esquina ¡Corre por lo que más
quieras! ¡Tratemos de escapar!
Mientras
corríamos empezaron los disparos. Los hombres caían a nuestro alrededor. Al
doblar una esquina, un grupo de soldados nos dieron el alto; levantamos los
brazos y caímos de rodillas. Tuvimos suerte, no nos dispararon y, junto con
otros hombres, fuimos montados en un camión del ejército. Cuando terminó la
operación en la zona, el camión, repleto a rebosar de detenidos, partió hacia
nuestro ignorado destino, mientras los soldados nos hacían objeto de su
desprecio.
—
¿Qué pensabais que ibais a hacer, pendejos? ¿Trasladar a vuestros miserables
ranchitos el botín de los saqueos? Vosotros ya no vais a poder hacerlo y
vuestros ranchitos van a desaparecer enteros, y con vuestras familias dentro.
Vais a pagar por los compañeros muertos en las revueltas.
Los
soldados nos humillaron, nos golpearon, se burlaron de nosotros todo lo que
duró el trayecto hasta el recinto militar donde quedamos encerrados en salas no
acondicionadas para contener el número de personas que llegaban sin cesar en
condiciones parecidas a las nuestras
¿Qué
pensarán hacer con nosotros? —reflexionó Oribe —. Los soldados ya nos han dado
alguna pista en el camión. Ahora, lejos de la tensión que vivía en la calle
pienso en Tibisay, en mis hijos. Ahora entiendo en la locura en la que me he
metido ¿Qué podía arreglar yo? ¿Qué pasará en mi ranchito? Tibisay, perdóname,
te he fallado. Nos esperan tiempos duros y no sé si volveré a verte. Vas a
tener que cuidar tu sola de nuestros hijos ¿Cómo te puedo hacer saber dónde me
encuentro, si yo mismo no lo sé?
domingo, 7 de febrero de 2016
La persecución a la cultura
En los últimos días, los escritores jubilados de otras actividades por las que han estado cotizando a la seguridad social durante toda su vida, están haciendo pública una situación totalmente anómala y fuera de toda lógica. Si cobran por sus derechos de autor una cifra mayor a 9.100€ al año, tienen que devolver a la seguridad social el importante de su pensión, amén de la multa correspondiente. Algunos hay, según he oído, que deben devolver por este motivo a la seguridad social más de los 100.000€
Yo, ya era consciente de este problema. El año pasado, ante la dificultad de acceder a los canales de distribución, decidí abrir una página web para vender mis libros, sabéis que autopublicado algunos, y me di cuenta de la situación. Incluso, tuve que darme de alta en el censo de empresarios, para desarrollar la actividad de forma legal, aún con el riesgo de que los ingresos por ese concepto superaran la cifra antes citada y poder perder toda o parte de mi pensión.
afortunadamente, la idea no tuvo éxito ( no vendí ninguno ) y, a los seis meses cerré la página que, obviamente, también cuesta dinero el mantenerla.
¿Se puede entender este despropósito? ¿Que le han hecho la cultura y los creadores artísticos a este país, antes llamado España? Solo una cosa: Existir.
Yo, ya era consciente de este problema. El año pasado, ante la dificultad de acceder a los canales de distribución, decidí abrir una página web para vender mis libros, sabéis que autopublicado algunos, y me di cuenta de la situación. Incluso, tuve que darme de alta en el censo de empresarios, para desarrollar la actividad de forma legal, aún con el riesgo de que los ingresos por ese concepto superaran la cifra antes citada y poder perder toda o parte de mi pensión.
afortunadamente, la idea no tuvo éxito ( no vendí ninguno ) y, a los seis meses cerré la página que, obviamente, también cuesta dinero el mantenerla.
¿Se puede entender este despropósito? ¿Que le han hecho la cultura y los creadores artísticos a este país, antes llamado España? Solo una cosa: Existir.
El golpista - El Caracazo X
« ¡Maldito día! La ciudad sublevada y yo, en medio de
la calle, con un ataque de rubeola, con fiebre y sin gasolina para el carro;
así no voy a poder llegar a la casa. Al menos, tengo que llegar a fuerte Tiuna
para que me pongan gasolina al carro.
Al llegar a las instalaciones, me encontré en medio de
una gran barahúnda; soldados con el temor retratado en sus caras y equipados
para la guerra sin saber ni como llevar el fusil; y reclutas de logística sin
preparación para el combate dispuestos a salir a la calle en medio del gran
desorden que reinaba en el recinto.
— ¿Pero dónde va todo este pocotón de gente? — pregunté
a un coronel amigo que se me acercó.
— Chávez, van a la calle, a la
calle. Esa es la orden que nos dieron. Hay que acabar la vaina como sea.
— ¿Pero, qué orden les
dieron?
— Bueno Chávez, la
orden es que hay que parar esta vaina como sea.
— Pero mi coronel ¿usted se imagina lo que puede
pasar? estos hombres no están preparados para el combate y menos para el
combate en localidades. Pueden causar un gran desastre.
— Chávez, déjelo estar, es una orden y ya no hay nada
qué hacer. Que sea lo que Dios quiera.
Una vez cargado el depósito del carro con la gasolina, cuando fui a ponerlo en marcha, se me echó
encima un soldadito corriendo con el casco caído, el fusil guindando y la
munición desparramada.
— Venga acá — le dije —.
Nervioso y sudado se me montó en el coche; por su
aspecto, no tendría más de dieciocho años.
— ¿Y para dónde vas tú corriendo así? — pregunté.
— Capitán, es que me dejó mi destacamento, y allí va
mi teniente en aquel camión. Lléveme, por favor.
— ¿Para dónde va este pobre desgraciado? — Pensé,
mientras ponía el coche en marcha para
alcanzar el camión —. Al conseguirlo pregunté al que los llevaba
— ¿Para dónde van?
La respuesta me dejó preocupado.
— Yo no sé nada, mi capitán. Quién va a saber,
imagínese.
Después de dejar al soldadito con su pelotón me dirigí
a mi casa. Afortunadamente estaba fuera de servicio y no había sido convocado
para intervenir en la operación que se estaba iniciando, pero preví que iba a
ser un gran desastre. Si se manda a los
soldados para la calle, asustados, con un fusil y quinientos cartuchos, se los
gastan todos. Barren las calles a bala, barren los cerros, los barrios
populares… Y mi antiguo amigo, Zubíaurre, en su nuevo despacho de las fuerzas
especiales de seguridad no se va a estar quieto; le conozco y sé que no va a
desaprovechar la oportunidad para ponerse galones; la actuación de su gente
puede ser más peligrosa que la de los soldados.
No podemos esperar más., Ha llegado el momento de
tomar la decisión que está en mi ánimo desde que trabajo con el grupo de
militares del movimiento bolivariano que vengo organizando desde hace años. Hay
que evitar llegar a estas situaciones. El país no puede seguir cayendo en este
abismo de desorganización en manos de unos políticos corruptos que no tienen
inconveniente en decidir en contra de los intereses del pueblo»
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