lunes, 7 de diciembre de 2015

El golpista - El caracazo VI

Los grupos de Juan de la Cruz Orive y Alberto Javier Zecoto alcanzaron el centro de la ciudad sonde se unieron a otros más. Allí, terminaron por encontrarse frente a frente, cada uno de ellos seguido por hombres enardecidos. Sus miradas, al encontrarse, les devolvieron la determinación del otro, el sentimiento de haber encontrado a un igual, a alguien que perseguía el mismo afán, el mismo deseo de justicia y la misma necesidad de alcanzarla y con un escueto  «Vamos, hermano», se unieron para hacer patente su protesta y su descontento ante el escenario que planteaba las medidas tomadas por el gobierno, sintiendo que no estaban solos en aquella lucha.

***

Cuando llegué a  la Avenida Lecuna me di cuenta de la magnitud del desastre. Grupos de alborotadores estaban saqueando los locales comerciales de la avenida y de las calles adyacentes. Aquí y allá los incendios aparecían, la furia se había desatado y era incontrolable. La policía metropolitana y la guardia nacional no podían contenerlo y algunos de sus componentes decidieron participar, también, en el saqueo que iba dejando sobre las calles los restos de artículos destrozados, las persianas arrancadas, los escaparates rotos…Ya era noche cerrada y decidí desplazarme a Nuevo Circo donde los rumores apuntaban a que también se habían producido grandes desórdenes. Me dirigí hacia allí tratando de no ser confundido con un alborotador; mi aspecto de extranjero me ayudaba, pero no se podía estar seguro ante unas fuerzas policiales que actuaban, al parecer, sin órdenes precisas y, en todo caso, con poca preparación para controlar un desorden de tal magnitud.

Al llegar, percibí que los saqueadores habían trabajado allí con un sentido más práctico, sin tanta destrucción inútil: aparatos electrónicos, alimentos, bebidas, ropas… habían sido almacenados en casuchas y pensiones. El desorden y la falta de autoridad que se manifestaba era la misma que en Lequna. El manifiesto del presidente, pidiendo calma a la ciudadanía en los medios de comunicación, no había surtido efecto.


La noche se me hizo interminable. En la Avenida Sucre, en Francisco Miranda…, en todas partes encontraba el mismo caos y grupos de gente saqueando locales comerciales. En algunos lugares me pareció advertir la actuación de fuerzas especiales que disparaban contra los saqueadores. Tenía que volver al hotel cuanto antes, las fuerzas especiales habían empezado a actuar y yo sentía más fuerte la sensación de peligro; no sabía hasta qué punto me protegería mi situación de extranjero en caso necesario.

domingo, 6 de diciembre de 2015

El golpista - El caracazo V

— Señor Presidente, señores Ministros; las imágenes que están transmitiendo las cadenas televisivas son muy negativas para mantener el principio de autoridad —empezó diciendo Zubiaurre —. Números de la Policía Metropolitana se inhiben ante los saqueos o, peor aún, colaboran con ellos. La Guardia Nacional tampoco es capaz de sofocar las manifestaciones y los revoltosos campan a sus anchas por varios municipios de la capital y de otras poblaciones. Algunos portan armas y se están produciendo las primeras víctimas…

El Ministro de la Defensa tomo la palabra:

— Señor Presidente y señores ministros, la anarquía no se puede tolerar. Hay que mantener el principio de autoridad a toda costa, haciendo uso de las fuerzas armadas para controlar la situación.

Algunos ministros se mostraron de acuerdo con esta postura y urgieron la toma de medidas radicales. Otros mostraban sus reservas a las mismas, justificando su postura:

— El ejército no está preparado ni entrenado para estas misiones y su intervención puede ser contraproducente. Ya hemos tenido experiencias de las consecuencias de la intromisión del ejército en la vida política.

— El transporte público de superficie no funciona y el metropolitano ha tenido que cerrar sus accesos en prevención de acciones vandálicas, no sé cuánto tiempo podemos mantener la situación, garantizando la seguridad de las instalaciones. — Informó el ministro de transportes.

—Señores, mantengamos la calma —dijo el Presidente —. No vamos a tomar estas medidas drásticas, todavía, pero, usted — dijo, dirigiéndose al Ministro de la Defensa —, tenga a punto las tropas por si hay que activar el Plan Ávila. Voy  a pedir una comparecencia inmediata por televisión para tratar de calmar la revuelta.

— Usted, Zubiaurre  — ordenó el Ministro de la Defensa —, saque ya sus fuerzas a la calle para controlar el comportamiento de la policía metropolitana y de la guardia nacional y apoyarlos o arrestarlos en función de su comportamiento. No podemos consentir la insubordinación.


—A la orden de mi general, dijo Zubiaurre, cuadrándose, y saliendo inmediatamente de la reunión para ir a su despacho.

domingo, 29 de noviembre de 2015

El golpista - el Caracazo IV

En su recién estrenado despacho de la DISIP, Carlos Guillermo Zubiaurre era informado de la situación por Gutiérrez, su asistente:

 — Mi comandante, se están recibiendo despachos de los gobernadores de los diferentes estados, informando de los graves disturbios que se están produciendo en muchas poblaciones. La TV está transmitiendo imágenes de los saqueos y violencias, la Policía Metropolitana no es capaz de mantener la situación. Incluso, en algunas imágenes, aparecen algunos de sus componentes colaborando con los saqueadores.

— Está bien, Gutiérrez, mantengan la calma, por el momento no podemos intervenir. Voy a Miraflores a Informar al ministro y al presidente. Tenemos que recibir órdenes.

En su camino a Miraflores, Zubiaurre no podía sino maldecir la situación: En un alarde de confianza, el ministro de defensa del nuevo gobierno le había designado como un alto cargo, de la DISIP con el beneplácito del presidente. Aún no había tenido tiempo de organizar el departamento con hombres de su confianza, salvo Gutiérrez, y se iba a tener que enfrentar a una revuelta contra el nuevo gobierno. Revuelta, que tenía todos los ingredientes de las que habían hecho la historia de Venezuela.

Cuando llegó al Palacio presidencial el gobierno estaba reunido. Inmediatamente del anuncio de su llegada, fue admitido a la reunión.


— Pase y tome asiento, Zubiaurre, vamos a necesitar de la intervención de sus fuerzas para sofocar las revueltas, — dijo el ministro de la Defensa. 

domingo, 22 de noviembre de 2015

El golpista - El Caracazo III

En la habitación de mi hotel veía como, desde cualquier canal de TV, los noticiarios  informaban en directo de estos hechos con imágenes que nunca antes había visto:
— «Disturbios en Guarenas, en Municipio Vargas, En Valencia, en Mérida, en Barquisimeto…» «Los ciudadanos están tomando las calles y el desorden y la violencia se están adueñando de las poblaciones…» Estaba viviendo algo con lo que no contaba cuando empecé a viajar a Sud América, pero que, desde entonces, había visto fraguar día a día, y decidí salir a la calle a contemplar, en directo, como se desarrollaba una situación de inestabilidad política que ya se anunciaba en la prensa tras el anuncio de medidas económicas hecho por el presidente de la república.

«La oposición derrotó a AD en Diputados al discutirse la Carta de Intención que se firmará con el FMI»; «Las medidas tendrán un efecto superinflacionario». «COPEI se opone a las medidas económicas»… «El Bolívar se ha depreciado, en pocos días, más del 900%»”.  «Venezuela suspende pagos de deuda externa privada».  «Prohíben importar bienes suntuarios». «El Congreso no debería aprobar la Carta de Intención». «Sin clases seis millones de estudiantes»…

El gran viraje anunciado por el presidente de la república, estaba en marcha, pero, también, algo con lo que, al parecer, no contaba, la reacción popular contra las medidas económicas pactadas con el FMI. Para los habitantes de los ranchitos de todos los municipios pobres de Caracas, las noticias que estaban recibiendo fue el pistoletazo de salida; en pocos minutos, la rabia contenida tanto tiempo se liberó y de los cerros que flanquean Caracas, multitudes de desheredados, armados con palos y armas blancas, comenzaron a descender hacia el centro de la ciudad. Nada iba a detener su furia.


 — ¡Bajemos a la Capital! ¡Hoy vamos a conseguir de ella todo lo que durante tanto tiempo nos ha negado!... Sus vecinos, atendiendo la arenga de Juan de la Cruz Oribe, le siguieron hacia el centro de la ciudad.

domingo, 15 de noviembre de 2015

El golpista - El Caracazo II


En Guarenas, Alberto Javier Zecoto llegó a la estación de autobuses cerca del mediodía para coger una guagua que le llevase a la capital. Los que habían llegado al lugar antes que él estaban discutiendo con los conductores que, al pie de los autobuses, no les dejaban subir a ellos. La multitud que se había acumulado, gritaba enardecida y parecía dispuesta a linchar a los conductores.

— ¡Estos pendejos pretenden cobrarnos más del 30% de aumento autorizado por el gobierno y no lo vamos a tolerar! ¡Ya es excesivo lo autorizado y a ellos no les parece suficiente! — respondió, a gritos, uno de los más exaltados, a la pregunta de Alberto Javier.

Más y más gente se acumulaba. La guardia nacional no era capaz de controlar a la multitud y un  autobús empezó a arder, la situación amenazaba con salirse de control… En medio del tumulto, el gobernador del estado hizo acto de presencia tratando de poner paz en la situación y de hacer que la lay se cumpliese, pero las empresas cooperativas de transporte no cedían en su objetivo de aumentar el importe del viaje.

— ¡La subida autorizada por el gobierno no es suficiente para compensar la subida del precio de la gasolina, repuestos, neumáticos y cualquier otra vaina, vigente desde ayer!... — Era la respuesta de los responsables de las líneas de transporte.

— ¡No se va a tolerar este desorden! ¡La guardia nacional va a actuar! ¡Vuelvan ustedes a sus casas! ¡El gobierno les garantiza que se aplicará la subida legal!... Las palabras del gobernador del estado se las llevaba el viento sin que nadie las atendiese y el tumulto arreciaba.


— ¡No vamos a soportar por más tiempo esta situación! — Gritó Alberto Javier —,  poniéndose al frente de los manifestantes que se organizaron para marchar hacia el centro de Caracas.

domingo, 8 de noviembre de 2015

El golpista - El Caracazo I

— El pendejo del presidente está complicando las cosas de día en día. Le elegimos hace dos meses apenas, con la esperanza de que pudiera mejorar la situación y vamos a  peor a toda marcha. La semana pasada en la televisión ha hablado de cosas que no entiendo: del FMI, de reducir el déficit fiscal al 4 %, de eliminar aranceles de importación, de unificar la tasa cambiaria, qué sé yo…, lo único que he entendido es que va a subir el precio de la gasolina y que va a liberar los precios de todos  los productos ¿Qué vaina es esa de “liberar”?

Juan de la Cruz Oribe, mientras decía a su mujer lo que estaba rumiando hacía días, desesperado, no paraba de dar vueltas por el “salón”  de su ranchito, uno de los miles que atiborraban las laderas que parecen atenazar Caracas. En realidad, el salón, era el único lugar donde podía hacerlo, y con limitaciones; su gran estatura llenaba la estancia y en dos de sus zancadas llegaba al otro extremo de la habitación. Su mujer tenía que apartarse para dejarle paso. Ni la pequeña cocina, llena con los pocos cachivaches de que disponían, ni el dormitorio, por el que no se podía dar un paso que no fuese a la “pata coja”, para no pisar los jergones en los que dormían sus dos hijos, antes de llegar al que compartía con su mujer, Tibisay, podían permitirle ese mínimo desahogo.

Tibisay le miraba en silencio y con la preocupación pintada en su rostro. Ella era como la india de la leyenda: «Esbelta como la flexible caña del maíz, de color trigueño, ojos grandes y melancólicos y abundoso cabello»; no encajaba en este ambiente tan degradado; por ello, todos los hombres de los ranchitos del barrio envidiaban a Juan de la Cruz desde su llegada, con su familia, tras dejar su pequeño pueblo, Acevedo, para construir el pequeño ranchito que les permitiese estar cerca de la gran capital y aprovechar las oportunidades que ésta les pudiera ofrecer.

Desde la puerta de su ranchito, Juan de la Cruz contemplaba su entorno. Parecía un milagro de equilibrio el que mantenían los ranchitos colgados de la ladera. Construidos sobre la pura tierra, apenas sin cimientos, las costillas de ladrillo al aire, con enganches ilegales a la red eléctrica y antenas de TV sobre la mayoría de los tejados, con pilares agarrados, como garfios, a la inestable tierra… En más de una ocasión, en temporada de lluvias, algunos de los ranchitos rodaban, ladera abajo, arrastrando con ellos a sus habitantes. Los corrimientos provocados por las lluvias liberaban a la tierra de los garfios que la herían, y cuando esto pasaba, a los pocos días, nuevos ranchitos ocupaban el lugar de los desaparecidos. Los equipos de socorro apenas habían conseguido llegar a prestar su ayuda en esas circunstancias pero, cuando había alguna algarada, la policía no encontraba problemas para llegar allí, registrar ranchitos y detener a los sospechosos.

En los últimos tiempos, el ambiente en el barrio se había hecho más denso. Encontrar  trabajo era cada día más difícil. Incluso para sus ocupaciones habituales en la economía sumergida. Los subsidios escaseaban, el precio del transporte y de los alimentos subía y las declaraciones del presidente no animaban al optimismo. Juan de la Cruz y sus vecinos rumiaban su infortunio y se planteaban soluciones en las que el respeto a la legalidad era un detalle superfluo. Algo sobre lo que pasaban de puntillas.


domingo, 1 de noviembre de 2015

El golpista - La fuga IV

Agotado por todo un día de carreras, escondiéndose ante la aparición de cualquier cosa que pareciese un uniforme, cubierto de mugre y de sudor, sin  haber podido comer durante su huida, Juan de la Cruz llegó a su ranchito y lo encontró vacío; la noche ya cubría los cerros y tampoco veía a nadie por las casas vecinas, el barrio parecía desierto. Como no quería que nadie supiese que estaba allí decidió no encender la luz. Rendido, se tumbó en su jergón. Llegó a él, pisando, en su torpe caminar, los de sus hijos.

***

Tibisay y el resto de las mujeres volvieron agotadas y con la desesperanza en su rostro. Todo el día ante la puerta del retén no había servido para conocer ninguna noticia de los reclusos. Sólo las palabras de los guardianes: « No pasa nada, todo está tranquilo, vuelvan a sus casas…» martilleaban su cabeza  y no podía borrar de la mente su sonrisa cínica que no hacía sino confirmar el sentimiento de que allí dentro estaba pasando algo terrible. Cuando entró a su ranchito encontró a Juan de la cruz, durmiendo, boca abajo en el jergón.

— Juan —dijo, ahogando un grito —.

Pasado el primer momento de sorpresa y temor se lanzó sobre él.

— Mi amor ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo estás aquí? Cuéntame…Sin recibir ninguna respuesta se acostó junto a él, y lo besó, y lo abrazó, y tan rendida como él, se durmió con una sonrisa en sus labios. La que había perdido hacía ya tres largos años.


miércoles, 28 de octubre de 2015

El golpista - La fuga III

Juan de la Cruz, consciente de la gravedad de la situación salió de la celda y, tratando de evitar enfrentamientos, buscó los recovecos conocidos y explorados en sus tres años de internamiento en el retén, para acercarse a la puerta trasera del recinto. En su camino, creyó ver a su compadre Zecoto, en medio de la revuelta, atacado por los guardias. Zecoto estaba perdido, y él siguió su aventura en busca de la libertad. Antes de alcanzar su objetivo pudo ver las consecuencias del motín. Cadáveres en el patio, algunos, de compañeros conocidos, otros, de guardianes, la zona del comedor y los talleres destrozados… Ocultándose, mimetizándose con las paredes desconchadas, llegó a la puerta. La suerte le sonrió cuando ésta fue abierta para dar paso a un convoy formado por coches todo terreno cargados de fuerzas especiales. En medio de la confusión reinante, consiguió cruzar la puerta del recinto y salir al exterior.

***

La noticia de la revuelta en el retén llegó a los cerros. Tibisay vio confirmados sus  malos augurios y, juntas, las mujeres decidieron bajar a comprobar con sus propios ojos qué estaba sucediendo. Las noticias eran demasiado alarmantes, y sus maridos, hijos, padres, hermanos, estaban allí y todas conocían la forma en que se trataba a los presos en ese maldito recinto. En más de una ocasión los habían visto, durante las visitas, con las señales de los malos tratos recibidos ¿Qué podría pasar en una situación como aquella?

Se organizaron de manera que algunas de ellas se quedasen al cuidado de los chicos más pequeños, mientras, el resto, irían al retén a enterarse de qué estaba pasando. Los chicos mayores, ya habitualmente incontrolables, habían decidido vivir los acontecimientos por su cuenta.

A su llegada a la puerta del retén, cientos de personas inquirían a los guardias por noticias de sus familiares y ellas se unieron a sus gritos en demanda de noticias. Los medios de comunicación ya estaban también allí, transmitiendo lo que se podía ver desde fuera: Los ventanales exteriores, desde donde los presos gritaban blandiendo armas blancas entre los barrotes y pidiendo ayuda,  estaban siendo grabados por los canales de televisión recuperados del control de los golpistas.

— No pasa nada, vuelvan ustedes a sus casas, el interior está en orden… Era la única respuesta que, con una sonrisa cínica, daban los guardias que protegían la puerta, de la avalancha de las mujeres y las preguntas de los periodistas. Mientras tanto, dentro, seguía  la del motín, y las víctimas se contaban por decenas.


domingo, 25 de octubre de 2015

El golpista - La fuga II

Zecoto salió de la celda. En las galerías se encontró con la avalancha de los que habían tomado la misma decisión que él; todos gritaban, pero no todos pretendían el mismo objetivo. Para algunos, era la oportunidad de alcanzar la libertad, de volver a vivir en un país diferente como auspiciaban los golpistas; para otros, la razón era vengarse de sus carceleros y destruir las instalaciones en las que les habían hecho perder su sentido de la dignidad….El tumulto crecía sin parar.

Orive tuvo razón, la apertura de las celdas era una trampa y los guardias empezaron a abrir fuego contra los reclusos que intentaban la fuga; una fuga que había sido propiciada por los mismos carceleros. Zecoto se dio cuenta demasiado tarde, no podía volver a la celda y se vio arrastrado en la vorágine de violencia. Tratando de evitar los disparos, vio caer, a su lado, a uno de los reclusos; de pronto, se vio atacando al guardia al que había visto disparar contra el compañero que había caído herido de muerte y, sin pensarlo, cogió un machete que el herido había dejado caído en el suelo y atravesó, con él, el costado izquierdo del guardia; entonces, los compañeros de éste le hicieron su objetivo. La suerte de Zecoto estaba echada.

Mientras parte de los reclusos seguían con la destrucción de las instalaciones, otros retrocedían y entraban de nuevo en sus celdas. De entre los barrotes que protegían las ventanas de las celdas que daban al exterior del retén, salían los brazos de los reclusos blandiendo rudimentarias armas blancas, al tiempo que contaban a gritos lo que estaba sucediendo dentro del recinto y pedían ayuda.

***

Zubiaurre, en su despacho, hizo comparecer a Gutiérrez ante él.

— Manda de inmediato un escuadrón al retén. Ha comenzado un motín y vamos a aprovechar el desconcierto que ha provocado el golpe para limpiar aquello de escoria. Tienen que entrar en el recinto antes de que los medios de comunicación metan allí sus jodidas narices. Que el resto de las fuerzas se dediquen a controlar las calles por si hay alguna fuga o algún loco intenta levantar a la gente para que se ponga del lado de los golpistas.

— A la orden de mi comandante — respondió Gutiérrez.


Tras recibir las órdenes de Gutiérrez, un escuadrón salió del acuartelamiento y se dirigió, en coches todo terreno, sin distintivos policiales o militares, hacia el retén. Había demasiada confusión y temor en el ambiente y muy poca gente por las calles, para que causara extrañeza su paso. En pocos minutos llegaron al retén para cumplir la orden recibida y realizar su labor de represión y eliminación de los amotinados.

domingo, 18 de octubre de 2015

El golpista - La fuga

Juan de la Cruz y sus compañeros no se atrevían a creer lo que veían, los guardias del retén les estaban abriendo las puertas de las celdas. Hacía rato que la noticia corría por la prisión, Juan de la Cruz, Zecoto, y otros reclusos pasaban las noticias a los corrillos que se formaban y se deshacían de forman espontanea:

«Se ha producido un golpe militar; los seguidores de Chávez han actuado; hay que estar preparados…» Armas que se mantenían ocultas estaban apareciendo: machetes, cuchillos de cocina, herramientas rudimentarias…, y, ahora, los guardias les estaban confirmando la noticia.

— Están ustedes libres, pueden salir, el nuevo gobierno militar los libera.

— Zecoto, compadre, esto me huele mal. Se va a poner bien feo — dijo Orive a su compañero —. Llevamos mucho tiempo pudriéndonos aquí para saber las mañas de estos pendejos. No salgas; no les hagas el juego.

— Pero Juan de la Cruz, esta es nuestra oportunidad; es demasiado tiempo; ya tres años; no lo soporto. Si triunfan los partidarios de Chávez pueden cambiar las cosas y desde fuera podemos ayudar.


En todas las galerías el tumulto crecía. Eran años de hacinamiento en aquel antro en el que estaban encerrados cuatro veces más reclusos de los que su capacidad permitía; de opresión, de injusticia, de abusos de los carceleros corruptos, de esperar un juicio que nunca llegaba, de sentir la miseria de sus familias en los días en que sus mujeres, sus padres, sus amigos, les visitaban. Las cosas, fuera, tampoco mejoraban y ellos seguían allí, con su impotencia y su desesperanza.

domingo, 11 de octubre de 2015

El golpista V

El domingo, tras vencer mis dudas, decidí ir al centro de la ciudad para ver qué ambiente se respiraba tras el intento de golpe. No me atreví a llevar conmigo la cámara de video que tenía preparada para utilizarla en mi frustrado paseo turístico del fin de semana, era demasiado grande y no se podía disimular de ninguna manera, pero en todo caso, quería ver de primera mano las consecuencias que el intento de golpe había producido allí.

Al salir del hotel me encontré con las calles desiertas. No había transporte público regular, de modo que tuve que coger una guagua, pirata, que, como sardinas en lata, trasladaba al centro a aquellos que tenían menos miedo o la urgente necesidad de ir allí. Cuando bajé de la guagua, y me acerque lo que pude al palacio presidencial, sentí, de verdad, la gravedad de la situación. El palacio presidencial estaba aislado, blindado con tropas, ocupadas las calles aledañas por el ejército, aunque, desde lejos, podían verse algunos de los desperfectos que habían causado en ella los proyectiles que la habían impactado durante la intentona militar.

Siguiendo mi paseo, me encontré con la gran confusión que reinaba alrededor de la estación de policía situada en la plaza central de la ciudad; continuamente llegaban y salían de ella coches todo terreno, ocupados por hombres sin uniforme, equipados con armas de grueso calibre y protegidos con chalecos antibalas; algunos iban en el exterior de los coches, colgados de las ventanillas y apoyados en los estribos. Sentí una fuerte sensación de indefensión e inseguridad y pensando que podía verme involucrado por la vorágine desatada, tras dar una vuelta por los alrededores, decidí volver al hotel. Ni se me ocurrió buscar una guagua, tomé el primer taxi que vi libre.


Estos acontecimientos me hicieron recordar mi primera visita al país, cuatro años antes, donde ya pude detectar algunas debilidades difíciles de creer en un estado europeo. Mi aventura con el taxista pirata, la debilidad de los sucesivos gobiernos para implantar un sistema de impuestos moderno, la añoranza del gobierno dictatorial de Pérez Jiménez que aquella viejecita de la piscina del Caracas Hilton me mostró, la inseguridad de un país en el que los taxistas se saltaban los semáforos a partir de una cierta hora de la noche para evitar que los asaltasen…, todo ello eran indicios de lo que podía suceder. Un año después de mi primera visita a Caracas, la revuelta denominada “El Caracazo” lo confirmó. Aquel suceso había abierto la puerta a lo que había venido después. La inestabilidad social producida por la falta de credibilidad que se habían estado ganando los sucesivos gobiernos, había puesto una alfombra roja a la actuación de los golpistas. Éste había sigo el segundo intento en el mismo año. 

lunes, 5 de octubre de 2015

El golpista IV

Al día siguiente, después de desayunar, decidí hacer una escapada para ver cómo estaba la situación por los alrededores. Al contrario que la tarde anterior, la gente ya ocupaba las calles y desde el exterior pude ver los desperfectos causados por los proyectiles en la fachada del hotel que daba al aeropuerto militar, algunas de las ventanas estaban rotas por los proyectiles. Había tenido suerte de que la habitación que me asignaron en esta ocasión estuviese en la fachada posterior; algo que, cuando llegué me desagradó, me había permitido estar al abrigo del tiroteo que hizo que desalojasen esas habitaciones. También me enteré de que el avión derribado el día anterior sobre el aeropuerto militar, pertenecía a los insurgentes, y lo había sido por los disparos de baterías antiaéreas, colocadas, de manera improvisada, sobre los tejados del centro comercial, dentro del cual, estaba ubicado el hotel. 

De pronto, la situación cambió. Un helicóptero, aparentemente descontrolado, apareció en el cielo, y una voz, salida de no se sabía dónde, atronó los alrededores:

«Vuelvan a sus casas, despejen las calles, es un aviso de obligado cumplimiento…»

En pocos segundos la zona quedó despejada y yo volví precipitadamente al hotel sin saber cuál era el peligro real… Sólo fue una reacción histérica, minutos más tarde todo volvió a la tranquilidad, pero decidí no volver a salir del hotel.


El resto del día, lo pasé viendo por televisión las escenas que mostraban las consecuencias del golpe y grabando algunas con mi cámara: El derribo del avión sobre el aeropuerto militar, los controles policiales, las detenciones en los cerros…Estas últimas imágenes me preocuparon ¿Habría vuelto a complicar este incidente, aún más, la difícil situación de Tibisay y de sus hijos? Otras imágenes aún me preocuparon más. En el penal de Catia se había producido una revuelta y las cámaras de televisión mostraban a los reclusos sacando sus brazos por entre los barrotes de las ventanas, armados con armas blancas, gritando, mientras los guardianes, tras la puerta del retén, decían a la multitud que se estaba congregando allí, que el interior estaba en orden y que volviesen a sus casas ¿Se habría visto Juan de la Cruz involucrado en los desórdenes?

domingo, 20 de septiembre de 2015

Eventos

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Papa Francisco en Cuba


Elecciones en Grecia


Libertades en Venezuela


Intento de secesión en Cataluña


Seres humanos huyendo de la guerra


Final Eurocopa de Baloncesto



En este Mundo, nada sucede por casualidad. Todo pasa porque se han creado las condiciones para que eso pueda suceder....

La pregunta es... Si las condiciones se han creado consciente, o inconscientemente

martes, 15 de septiembre de 2015

El golpista III

Ya eran las tres de la tarde, la situación no terminaba de aclararse y decidí bajar al restaurante para tomar algo. Al contrario que por la mañana, estaba a rebosar de gente y me costó trabajo encontrar una  mesa donde sentarme. La confusión era grande, los huéspedes, nerviosos, hablaban todos a la vez y militares armados vigilaban el hall y el restaurante.

— Ha tenido usted suerte de bajar ahora — me informó mi compañero de mesa—, los militares han ocupado el hotel y han dado orden de desalojar las habitaciones que dan al aeropuerto militar ya que han entrado proyectiles a algunas de ellas. Hace sólo media hora estábamos, todos, cuerpo a tierra, en el suelo del recibidor y del restaurante.

La comida era escasa y sin posibilidad de elegir, sólo un plato de arroz con algo de carne. Algunos de los huéspedes, en un estado cercano al histerismo, hablaban de irse al aeropuerto a tomar el primer avión que saliese para cualquier sitio. Me pareció una decisión absurda ¿Cómo iban a llegar al aeropuerto? ¿Y quedarse allí hasta que saliese un avión? Yo tenía todavía pendiente una semana de trabajo y decidí que cumpliría mi compromiso. ¿No me habían dicho de la embajada española que el golpe estaría terminado aquella misma tarde? Cuando terminé la frugal comida, volví a mi habitación.

El pronóstico del funcionario de la embajada se cumplió y la televisión anunciaba el final de la intentona sobre las cinco de la tarde; los cabecillas de los sublevados habían abandonado el país en un avión con destino a Perú, donde les acogió su presidente.

Después de oír la noticia salí del hotel; las calles aledañas estaban desiertas y apenas algún transeúnte se aventuraba fuera de sus casas. Procurando no alejarme mucho, la casualidad me llevó a encontrar una heladería abierta. Entré y la heladera me sirvió como si no pasara nada. ¡Qué bueno sabía aquel helado de vainilla después de la tensión vivida desde que me levanté y, camino del baño, de forma mecánica, había encendido el aparato de televisión!


miércoles, 26 de agosto de 2015

EL golpista II

Más tarde, tras varios intentos, conseguí hablar con Elisa en su casa. Vivía en el centro de la capital y estaba aterrorizada.

— Hay Miguel, — me dijo —. Gracias que oigo su voz. Aunque lo he intentado no he conseguido contactar con usted; no entran llamadas al hotel desde el exterior. Estoy  muy asustada — siguió —. He tenido que colocar colchones en las ventanas para que no entrasen las balas y pudiesen herir a mis hijos. En los alrededores del palacio presidencial la revuelta ha sido muy fuerte; estaba muy preocupada por usted.

Nunca antes la había notado tan alterada. Elisa era una mujer de gran carácter: alegre, optimista, magnífica vendedora y una buena directora de la agencia que representaba, en el país, a la multinacional norteamericana que me había contratado.

— Elisa, no se preocupe — le dije tratando de tranquilizarla —. En la embajada española me han informado que esta intentona será muy breve y que el problema quedará resuelto esta misma tarde.

—Ya, Miguel, — me dijo —. Pero es la segunda vez que sucede en este año. Ojala tenga usted razón.

A media mañana, El Presidente de la república apareció en un canal de televisión:

— «Ciudadanos, el golpe dirigido por los seguidores del teniente coronel Chávez ha fracasado. Las fuerzas leales al gobierno han sofocado la revuelta y recuperado el repetidor de televisión desde el que los rebeldes emitían su video subversivo. Todo vuelve a la normalidad y los culpables serán castigados».

Para generar calma en la población, trató de minimizar la importancia de los hechos, aunque sí dijo que fuerzas leales al gobierno seguían luchando contra algunos focos de resistencia de los rebeldes.

Esta aparición del Presidente aclaró el misterio de la aparición del teniente coronel Chávez. Los rebeldes habían tomado durante la noche un repetidor de T.V., y habían colocado el video que yo había visto, que todo el mundo había visto, y que se reproducía en todos los canales. El Teniente coronel Chávez seguía en prisión. El golpe había fracasado pero, ¿si Chávez seguía en prisión, quién lo dirigía?

Cuando, después de oír estas noticias, empezaba a tranquilizarme, a través de la ventana de mi habitación del hotel pude ver a un grupo de soldados, atrincherados, cuerpo a tierra, disparando contra el aeropuerto militar de La Carlota, que estaba a no más de cuatrocientos metros de allí, sólo les separaba una avenida; entonces entendí la recomendación del funcionario de la embajada de no abandonar el hotel pero, ¿no acababa de decir el Presidente que el problema estaba resuelto? Minutos más tarde pude oír un gran estruendo causado por lo que, más tarde me enteré, fue la caída de un avión que había sido derribado sobre las pistas de ese aeropuerto militar.


martes, 18 de agosto de 2015

El golpista

Me levanté con el tiempo justo, como siempre. Era viernes y, más que en el día de trabajo que me esperaba, pensando en lo que hacer ese fin de semana. Desde que trabajaba como consultor free lance para la multinacional norteamericana, mis trabajos en Sud América me daban la oportunidad de hacer turismo como nunca antes había sospechado. No sé por qué, esa mañana, al ir del dormitorio al baño, se me ocurrió conectar la televisión. La imagen que vi, me dejó helado a pesar de la temperatura ambiente. El teniente coronel Chávez, sentado tras una gran mesa y con tres “gorilas” tras él, portando fusiles de gran calibre, soltaba una soflama — «El honor y la dignidad de la nación no pueden soportar....». Cambié de canal y... ¡lo mismo! Nerviosamente, pulsé tecla tras tecla... La misma imagen aparecía en todos los canales. No cabía duda, durante la noche se había producido un golpe de estado y, por lo que podía ver, había triunfado.

Por otra parte, algo no encajaba. El teniente coronel Chávez estaba en prisión desde febrero de ese mismo año, por otro intento de golpe ¿Cómo podía aparecer en la televisión lanzando soflamas?

No podía hacer otra cosa y decidí bajar al restaurante a tomar mi desayuno. Estaba más vacío que de costumbre y con una media luz mortecina. Los camareros apenas hablaban y se notaba el ambiente pesado, pero nadie mencionó nada sobre el golpe. Cuando acabé de desayunar, subí a la habitación y empecé a hacer llamadas telefónicas: a la oficina del cliente, a la de Elisa..., nadie respondía al otro lado de la línea. En esas circunstancias no tenía sentido salir del hotel y seguí haciendo llamadas que me permitieron hablar con mi familia y con algunos amigos en España, sin problemas. Después traté, tras buscarlos en la guía telefónica que tenía en la habitación, con diferentes números de teléfono de la embajada española, hasta que alguien me respondió:

— Esta usted hablando con la agregaduría militar de la embajada y, sí, ha habido un intento de golpe de estado pero fracasará. Para las cinco de la tarde, más o menos,  habrá terminado.

— Estoy hospedado en el Hotel Tamanaco — respondí —. ¿He de tomar alguna precaución especial?

La voz que oí por el auricular, sonó más alarmada.

— ¡No se le ocurra salir del hotel hasta que el problema esté resuelto! Si lo desea, podemos ponernos en contacto con su familia en España.

— No es necesario — le dije—, ya he podido establecer contacto con ellos. En todo caso, gracias por su ofrecimiento.


Colgué el teléfono, mientras las imágenes del “Caracazo” volvían a mi mente.

lunes, 6 de julio de 2015

El golpista




Una imagen similar a ésta, vista en una pantalla de televisión, desde la habitación de un  hotel de Caracas, me proporcionó una visión de la realidad que, hasta entonces, no había sospechado. Se producía en medio de un intento de golpe de estado, durante el cual, los guardianes del retén de Catia, al parecer, abrieron las puertas de las celdas diciendo a los reclusos que quedaban libres. Una vez éstos fuera, abrieron fuego contra ellos aplicando la ley de fugas. Un número indeterminados de reclusos murieron en la refriega, y el resto, volvieron a las celdas desde las que, blandiendo armas blancas a través de las ventanas, gritaban a la gente de fuera lo que estaba pasando dentro de la prisión.


Los familiares de los reclusos, se agolpaban a la puerta del retén, pidiendo noticias sobre lo que pasaba dentro. Solo recibían el cinismo de los guardias, al otro lado de la verja, diciéndoles que, dentro, todo estaba en orden. Que no pasaba nada.

domingo, 5 de julio de 2015

El golpista

Queridos amigos,

Quiero anunciaros la aparición de mi tercera novela "El Golpista" en Amazon, versión Kindle.


La obra describe el desarrollo de los acontecimientos que se sucedieron en Venezuela, y más particularmente en Caracas, entre los años 1989 y 1999, y que llevaron a la conquista del poder a Hugo Chávez. Para ello se sirve de las peripecias que sufre una familia que vive en uno de los muchos  ranchitos ubicados en las laderas que flanquean la ciudad de Caracas y que, a lo largo de la historia, van sufriendo las consecuencias de sucesos como “El caracazo”, con la brutal intervención del ejército para sofocar esa revuelta, y los intentos de golpe del año 1992, además de la persecución de un alto mando de la policía de seguridad que toma al cabeza de familia como uno de los cabecillas de la revuelta, desencadenando, con ello, una serie de acontecimientos que terminan involucrando al resto de la familia.
La cárcel que sufre el cabeza de familia hasta su fuga del penal de Catia durante el segundo intento de golpe en noviembre de 1992, y su posterior huida de Caracas hasta un campamento de garimpeiros en los límites de la frontera con Brasil, donde encuentra la ayuda y el apoyo de una compañera que también había llegado hasta allí huyendo del mismo policía, así como las vejaciones que padece su esposa en manos del alto mando de la policía de seguridad, con el impacto  que estos acontecimientos tienen en el desarrollo de los dos hijos del matrimonio en ese ambiente de resentimiento hacia los gobernantes a los que acusan de sus desgracias, sirven de marco al camino que sigue Hugo Chávez, desde el intento de golpe en febrero del 1992, hasta su acceso a la presidencia de la república en 1999, describiendo el ambiente que se vivía en Venezuela durante los diez años en que se desarrolla la historia.
Los distintos protagonistas de los hechos, en particular de los históricos, van contando, en primera persona, cuál es su visión e interpretación de los acontecimientos.

domingo, 31 de mayo de 2015

Lo que nunca te dije

A mí vuelta al hotel me encontré con Jack, como su avión sale más o menos a la misma hora que el mío, fuimos juntos al aeropuerto. Le conté que pude ver la exposición de Rembrandt y lanzó algunos improperios contra el recepcionista que nos había atendido la noche anterior y su falta de colaboración al no querer ver que otras alternativas había para la visita al museo. Jack, sí parece ser un verdadero aficionado a la pintura.
En la sala de espera del aeropuerto me dijo que le gustaría presentarme a su actual mujer. Antes de casarse con él, había estado algunos años en una misión en Bolivia y hablaba bien el español. Me hizo algunos comentarios que no me gustaron sobre la colonización de América del Sur por España, supongo que basado en informaciones que le hubiese dado su mujer sobre el tema. Le dije, que ellos tampoco lo habían hecho muy bien con los indios aborígenes en los Estados Unidos; que habían acabado con casi todos ellos para, al final, confinar a los pocos que quedaron en reservas. España nunca llevó a los aborígenes sudamericanos a esa situación.

Llegó la hora de embarcar y nos despedimos. Como te dije, me ha parecido un buen tipo y espero tener la oportunidad de volver a verle.

domingo, 22 de marzo de 2015

Lo que nunca te dije

354

El barco, tras un corto viaje, atracó en un lugar en el que había un gran barracón de madera, en el que se estaba celebrando la fiesta. En un escenario improvisado, una banda tocaba música country con violines, banjos, acordeones…, toda clase de instrumentos de aquella época; como los que se ven en las películas de vaqueros, cuando los colonos de una caravana celebran una fiesta en el campamento formado para hacer noche.
Estuve un rato disfrutando de la música, y cuando vi que el barco se disponía a partir, me subí de nuevo a él. No sabía si haría más viajes.
Podría haber estado más tiempo en la fiesta. En realidad, el barco estaba haciendo viajes continuos con el objeto de traer y llevar gente desde el campamento museo, pero mi objetivo estaba cumplido: Había pasado el sábado conduciendo en un país extraño, visitado dos lugares que no conocía, participado en una fiesta conmemorativa de los tiempos de la colonización y saltado de un estado a otro, sin haber tenido mayores problemas para recuperar el camino correcto.

¿Ves lo que se puede hacer si nos liberamos del miedo? Las verdaderas barreras son las que nos auto-imponemos y la más importante de todas ellas es el miedo, es lo que nos impide hacer lo que deseamos. Debemos liberarnos de él, solo sirve para hacernos infelices. Asientes. Me alegro de que lo vayas comprendiendo. 

PRESENTACIÓN, JUEVES 26 DE MARZO EN LIBRERÍA BURMA. 

Calle Ave María, 18 - 19:30 horas

martes, 17 de marzo de 2015

Lo que nunca te dije

Londres es mucho más grande que Madrid y también el ambiente que se respira aquí es mucho más moderno que el de Madrid, como más… cosmopolita; no sé si te hubieras sentido cómoda aquí.
Hay gente de todas las razas: Indios, africanos, pakistaníes…, En su mayoría son inmigrantes de los países de la Comonwealth; se nota que su imperio ha existido mucho después del nuestro y lo han sabido aprovechar mejor que nosotros. La época victoriana está muy presente en el centro de Londres, y aun mucho más en Windsor, donde estuvimos el sábado pasado, la fotografía que nos hicimos allí, es un retrato de esa época.

El monumento al almirante Nelson, en medio de Trafalgar Square, es un  recordatorio de la derrota naval que nos infligieron a principio del siglo XIX. Que sí, que fuimos unos héroes, el Churruca, el Gravina…, pero que nos las dieron todas en el mismo carrillo. 

domingo, 15 de marzo de 2015

Lo que nunca te dije

22

Muchos amigos y toda la familia, me acompañaron durante los días que duró tu internamiento. Cada noche, mientras duró tu estancia en el hospital, el teléfono no dejaba de sonar, no me dejaban cenar, pero no me importaba. Todos preguntaban; querían saber cómo estabas, como evolucionaba el problema…Yo les explicaba lo que podía. Unos entendían, otros se hacían los tontos…El entierro y la misa funeral fueron una manifestación. Por los años en que estuvo abierta la tienda de papá en el barrio, nos conocía mucha gente. 

Le pedí a José Antonio que me excusase ante todos ellos. Agradecí mucho su presencia, como no, pero no me apetecía someterme a las frases de rigor: “Te acompaño en el sentimiento”, “era una gran mujer…”.  Que me iban a decir... A ti te admiraban por tu fuerza de voluntad, por tu lucha…A mí, me miraban con una sombra de duda ¿Qué va a hacer ahora solo? — me parecía oírles decir —. No eran capaces imaginarme sin ti a mí lado. 

domingo, 8 de marzo de 2015

El chico de la hamaca (LXII)

Casi todas las noches, la señora Rafaela, la vecina que vive en la terraza, baja a darle un poco de conversación a mi madre. Hipólito, su marido, se acuesta temprano porque tiene que madrugar mucho, como es vigilante del servicio de recogida de basuras, tiene que estar en los garajes de salida de los camiones ordenando los equipos. Las dos se toman, mientras charlan, unos vasos de tila, con miel y limón, dicen que para dormir mejor, aunque a mi madre no parece que le haga mucho efecto. Cuando se marcha a su casa, Rafaela se despide de mí y siempre me recuerda que, cuando nací, ella fue la primera que me tuvo en sus brazos.
Por fin se está poniendo fin al conflicto en el Sahara español. Ha habido una alianza entre Francia y España y las tropas franco-españolas han lanzado una ofensiva que ha derrotado al Ejército de Liberación Sahariano. El poder aéreo  de los europeos ha estado compuesto por una escuadra de ciento treinta aviones (sesenta españoles y setenta franceses) y sobre el terreno se han desplegado nueve mil soldados españoles y cinco mil franceses; el teniente general López Valencia, capitán general de Canarias, ha comandado las fuerzas españolas. En dos semanas se han recuperado todos los reductos marroquíes, incluyendo Edchera, Tafurdat y Smara; el llamado ejército de liberación ha sufrido muchas bajas y ha abandonado gran cantidad de material en los reductos montañosos.

Los americanos han puesto en órbita su primer satélite artificial lanzado desde Cabo Cañaveral, el Explorer I. De nuevo hay discusión sobre la supremacía de la UU.RR.SS.SS. o de los EE.UU., en la carrera espacial. En el fondo, ambas naciones se están aprovechando de los científicos alemanes que se llevaron a sus países cuando la Alemania nazi perdió la guerra. Era Alemania quien había desarrollado la tecnología balística que les permitió lanzar los V-2 contra los países aliados. Los rusos se llevaron a Fiedrich Tsander con su equipo de científicos que, mas tarde, traspasó sus conocimientos al ruso Serguei Korolyov, cabeza visible de los rusos en la carrera espacial. Los americanos se quedaron con Wernher Von Braun que, con quinientos colaboradores, se trasladó a los Estados Unidos para poner sus conocimientos de balística al servicio de la carrera espacial. Cada día me interesa más este tema.

Lo que nunca te dije

Cuántas veces me habrás dicho:
«Pero hijo, qué cabezón eres, cómo te gusta llevar la contraria».
«Hijo, qué inútil eres, nunca encuentras nada. Todo te lo tienen que poner en los morros».

Ya ves, ahora lo encuentro todo ¡Qué remedio! Eso sí, sigo siendo igual de cabezón, pero los demás no me agobian con ello; si no les gusta lo que hago, disimulan y, quizás, lo critiquen a mis espaldas. No lo puedo evitar, mi punto de vista sobre las cosas casi nunca coincide con el de la gente que me rodea. 

viernes, 6 de marzo de 2015

Presentación de la novela "Lo que nunca te dije" en la Librería Burma



Queridos amigos, Para aquellos de vosotros que no tuvisteis la oportunidad de asistir a la primera presentación, el próximo día 26 de marzo tendrá lugar otra en la Librería Burma.

Lo que nunca te dije (2)

Que pinta tenemos vestidos con trajes de época. El sud africano y yo, vestidos de uniforme, parece que nos vamos a la guerra de los Boers y las chicas tienen un aire lánguido…Creo que se debía a las ojeras que les había dejado la noche de discoteca.
 Hubo algunos problemas a la entrada con los dos negrazos de seguridad ¡Grandes como armarios! Eso sí, muy elegantes dentro de su esmoquin y con su pajarita negra. No querían dejar pasar a la turca y al italiano porque iban en vaqueros. El italiano se rajó y volvió al hotel a cambiarse de pantalón, la turca les hizo una peineta y pasó delante de sus narices.

Lo pasamos bien; aunque desde aquí les veamos tan estirados, los ingleses, en realidad, son un poco gamberros, y las inglesas, no creas, no son nada exigentes con el idioma. Este verano, volveré allí a pasar un mes practicando el inglés. Ya sé que no te gusta la idea pero este verano volveré a Inglaterra, a Leicester, at the Midlands, que dicen ellos...

domingo, 15 de febrero de 2015

El chico de la hamaca (LXI)

Siguen los incidentes — no se pronuncia la palabra guerra — en el Sahara español. La población de Sidi Ifni sigue sitiada y se ha estado luchando en otros puestos por paracaidistas y legionarios. Con las fiestas de Navidad, la situación de las familias que tienen soldados en el conflicto se hace más dura. Hay muchas bajas entre los soldados españoles, y la radio sigue sirviendo de medio para el envío de mensajes entre ellos y para hacer llegar algo más sustancioso a los soldados: turrones y otras cosas típicas de navidad. Gila y Carmen Sevilla han ido a actuar allí para dar moral a los soldados.

Es mejor estar en casa de la tía María durante las fiestas. Mis primos son jóvenes y como no sufren la situación directamente no viven igual nuestros problemas y procuran que los pasemos bien, como los tíos. Mi madre está menos triste que cuando estamos solos en casa. No sé por qué, pero estos días se pone más triste y llora más que el resto del año.

José Manuel, el hijo de mi primo Pepe ya tiene casi dos años y le han hecho un nacimiento, grande y con muchas figuras. Su abuelo, ha traído, no sé de dónde, trozos de tierra con hierba natural para el Belén. El pequeñajo, se ha convertido en el centro de atracción de la familia, todos estamos pendientes de sus gracias y quiere que siempre esté jugando con él. Vamos  a estar aquí hasta la fiesta de los Reyes Magos.

Marruecos sigue presionando al ejército español en nuestro territorio con más acciones militares y la Novena Bandera de la Legión ha sido enviada al Sahara español a reforzar las tropas allí estacionadas. El ataque sobre la población del Aaiún también ha sido rechazado y, al día siguiente el ataque, fue en Edchera donde los legionarios lograron rechazar a los marroquíes a costa de perder una bandera entera. En la radio se sigue hablando de “incidentes” y  alabando la valentía de los soldados españoles.
Edmun Hillary ha alcanzado el Polo Sur. Nadie lo había alcanzado desde que, en 1911 Amundsen fuese el primero y de que, en 1912 Robert Scott, que murió en el empeño, fuese el segundo.
¡No hay manera de que se arreglen las cosas! Mi madre ha vuelto a recaer. No duerme y está cada día más nerviosa y agotada. Se agobia cada día más al no ver el final de la situación y, en ocasiones, me despierta por la noche para que llame al médico de urgencia. Como no tenemos teléfono en casa, tengo que despertar a la vecina, Victoria, para que me deje llamar por el suyo.
Cuando el médico llega, nos da unas pastillas de tranquilizante para que se las tome. No se ha recuperado aún de las secuelas de la gripe y ha entrado en un estado de depresión. Cuando está así es difícil aguantarla, trata mal a la gente que más nos ayuda, sobre todo a la tía María y a la tía Quiteria que parecen no hacer nada a su gusto. Por otra parte, los anisitos del médico homeopático ya no son tan efectivos y  el estado de mi enfermedad se ha estacionado...