Nadie hubiera sabido decir su nombre.
Iba de pueblo en pueblo; llegaba a cualquier lugar donde hubiese una
celebración, con su sonrisa dulce, su hatillo a la espalda y el amor en sus
ojos; tenía un sexto sentido para saber cuándo y dónde sucedería algo
extraordinario.
Cuando aparecía todos la llamaban ─ ¡Niña, ven! Y ella se acercaba y reía y cantaba y
aceptaba las chucherías y desaparecía.
Un día, en medio de la
fiesta, alguien dijo ─ No ha venido la Niña.
Todos se miraron, la música calló y
supieron que ya no volverían a ver su sonrisa dulce y el amor en sus ojos.
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