Él, disimulando su odio y su desprecio, pensaba en el final. Le habían
ninguneado demasiado y era el momento de
tomar venganza de todos ellos.
Se había comportado de manera inteligente; nadie pudo sospechar cuál era su
propósito. Siguió siendo, a la vista de todos, el ser gris en el que nadie
reparaba, del que nadie temía. Todos alardeaban de sus habilidades, de sus
influencias, de su futuro éxito. En el fondo, eran unos estúpidos. Solo él, estaba
a punto de alcanzar el objetivo que todos perseguían.
El día fijado, todos estaban reunidos para oír el veredicto. Sus caras de
sorpresa le compensaron de todas las humillaciones que había sufrido.
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