domingo, 3 de marzo de 2013

La gorra negra


En la puerta había una gorra negra. No sabía de quien era,  ni porqué la había dejado allí, pero me gustó y me la puse.
Me miré al espejo. Era como yo la hubiera elegido.
Me sentí trasportado a otro tiempo y a otro lugar. Cuando la gorra era el distintivo que usaban algunos chicos de mi antiguo barrio para diferenciarse del resto, de la “plebe”. Tiempos duros en los que, durante la noche, emergían, de la nada, chabolas hechas con materiales de derribo y hojas de lata. Sus pobladores parecían haber llegado de ningún lugar para tratar de encontrar su sitio en la gran ciudad.
Durante mucho tiempo, soñé con haber tenido una de cuadros.

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