domingo, 15 de mayo de 2016

El golpista - Se inicia la conspiración XXIII

« ¡Qué curioso destino el mío! Estoy aquí, sentado en mí despacho del Palacio de Miraflores, conspirando contra el gobierno tras haber tomado la firme decisión de intervenir, de una manera directa, en la vida política de mi país y pienso en la sucesión de acontecimientos que me llevaron a ingresar en el ejército. Nunca pensé que esa decisión me llevaría a ponerme en esta situación.

«Mi niñez en el pueblo. Mis juegos con el entonces amigo mío, Carlos Guillermo Zubiaurre — ese pendejo, güebón, de Zubiaurre —. Siempre, desde que le conozco, ha sido un “mingafría” sin iniciativa propia. Siempre detrás de mí, me siguió cuando decidí ingresar en la academia militar. Allí empezaron nuestros enfrentamientos. Primero por la disputa por aquella chica, amiga de juegos en el pueblo, que nos disputábamos ambos y que se pronunciaba por mí. Aquello le sentó mal y no lo superó, pero también empezaron a evidenciarse nuestros diferentes puntos de vista sobre lo que debería ser nuestra patria. Él vio en el ejército solo un medio para medrar, no tenía otro objetivo, y cuando terminó la estancia en la academia militar, nuestros caminos se separaron definitivamente. Ahora, con la policía de la Seguridad del Estado a sus órdenes, se ha convertido en un elemento peligroso. No es arrecho, pero es inteligente y tendré que estar alerta. Nuestra amistad de chiquillos se ha convertido en animadversión por nuestras diferencias ideológicas y los celos personales y profesionales».

«La realidad es que ingresé en la carrera militar por una razón de conveniencia, no era una vocación en aquel momento. Solo la oportunidad de desarrollar mi afición por el basebal. Mi ídolo era el “Látigo” Chávez, el pitcher venezolano que llegó a jugar en las grandes ligas de los Estados Unidos y, en aquel momento, la mejor manera de llegar a las grandes ligas era ingresar en la academia militar; además, me favoreció la nueva ley que permitía a los bachilleres militares alcanzar los más altos niveles académicos. Mi estancia en la academia me convenció, más tarde, de que el ejército era mi verdadera vocación»...




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