« ¡Qué curioso destino el mío! Estoy aquí, sentado en mí
despacho del Palacio de Miraflores, conspirando contra el gobierno tras haber
tomado la firme decisión de intervenir, de una manera directa, en la vida
política de mi país y pienso en la sucesión de acontecimientos que me llevaron
a ingresar en el ejército. Nunca pensé que esa decisión me llevaría a ponerme
en esta situación.
«Mi niñez en el pueblo. Mis juegos con el
entonces amigo mío, Carlos Guillermo Zubiaurre — ese pendejo, güebón, de
Zubiaurre —. Siempre, desde que le conozco, ha sido un “mingafría” sin
iniciativa propia. Siempre detrás de mí, me siguió cuando decidí ingresar en la
academia militar. Allí empezaron nuestros enfrentamientos. Primero por la
disputa por aquella chica, amiga de juegos en el pueblo, que nos disputábamos
ambos y que se pronunciaba por mí. Aquello le sentó mal y no lo superó, pero
también empezaron a evidenciarse nuestros diferentes puntos de vista sobre lo
que debería ser nuestra patria. Él vio en el ejército solo un medio para
medrar, no tenía otro objetivo, y cuando terminó la estancia en la academia
militar, nuestros caminos se separaron definitivamente. Ahora, con la policía
de la Seguridad del Estado a sus órdenes, se ha convertido en un elemento
peligroso. No es arrecho, pero es inteligente y tendré que estar alerta.
Nuestra amistad de chiquillos se ha convertido en animadversión por nuestras diferencias
ideológicas y los celos personales y profesionales».
No hay comentarios:
Publicar un comentario