domingo, 27 de enero de 2013

El oleaje


El bote, batido por el oleaje, amenazaba con zozobrar. Éramos demasiados.
─Este gordo ocupa demasiado sitio, dije, en voz baja, a mi compañera de banco, que asintió con gesto cómplice. 
La noche llegó y las olas seguían azotando el bote, cada vez con más violencia. El gordo, junto a la borda, no podía resistir el sueño y se bamboleaba. Con una pequeña ayuda a la ola, el gordo desapareció.
De inmediato, el bote ganó en estabilidad y el señor del pelo blanco nos agradeció, con una sonrisa, el poder estar más cómodo en el nuevo espacio.

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