sábado, 19 de enero de 2013

Campo de exterminio


Algunos lloran, otros nos tragamos las lágrimas. Unos se esconden y otros hacen reverencias a los carceleros. Unos muestran su miedo, otros mantienen una actitud digna y miran al frente con el convencimiento de estar haciendo el último viaje.

No percibimos la lluvia, el barro, el frío... Hemos dejado atrás los vetustos barracones y solo vemos las torretas desde donde nos vigilan y la doble fila de soldados que nos conduce, inexorablemente, hacia el gran caserón aislado, cerrado herméticamente, salvo una pequeña puerta abierta. Los soldados nos urgen con gritos y empujones pero, nosotros, no tenemos prisa por llegar.

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