domingo, 14 de septiembre de 2014

El chico de la hamaca (XLV)

Al terminar el primer día de visita, vi a mi madre hablar con Balbina y darle una propina que ella guardó rápidamente en el bolsillo de su delantal. Me da mucha rabia esta manía de mi madre que siempre quiere obtener privilegios para mí, pero es inevitable. De todas formas, nunca vi rechazar una propina a Balbina ¡Le gustan más que a un tonto una tiza!

Mi madre busca cualquier pretexto para pasar a verme fuera de las horas de visita: ver al médico, visitar a Sor Catalina, la prima del tío Manolo…, cualquier excusa es buena. Sor María Luisa, tiene que mantener el orden prohibiendo de manera amable las visitas extemporáneas. No puede permitir que yo tenga privilegios sobre los otros chicos ingresados. De todas formas, bien ella o la tía Carmen, como familiares de Sor Catalina, se saltan la norma frecuentemente. Uno de los pretextos es el de llevarme botellas de zumo de uva porque sigo negándome a comer otra fruta que sea manzanas y zumo de uva. Esta historia parece convencer a Sor María Luisa que se hace más tolerante con las visitas.

No sé cómo lo ha conseguido pero mi madre me ha traído una radio. No es de galena pero es muy pequeña, parece de juguete, y tiene cascos. Es de plástico verde y tiene solo dos mandos negros: uno para buscar las emisoras y otro para graduar el volumen. La puedo tener debajo de la almohada cuando no la uso y no molesta a nadie. Ahora, ya no me importa tanto que apaguen la luz a las siete; puedo oír las aventuras de Diego Valor y Dos hombres buenos hasta que, por fin, me quedo dormido. También puedo oír el “Carrusel deportivo” los domingos y las retransmisiones de los partidos de fútbol del Madrid en la Copa de Europa. El Real Madrid, con jugadores como Di Stéfano, Gento, Olsen, Muñoz, Alonso, Joseíto, Lesmes II…, y un presidente como Santiago Bernabéu, es la atracción de Europa. Alfredo Di Stéfano había fichado dos años antes por el Real Madrid, y lo había convertido en el mejor equipo del continente.

Para los chicos es fácil hacer amigos y la sala es un buen lugar para ello. Somos cerca de treinta y pronto he establecido relaciones con la mayoría de ellos, sobre todo con los que ocupan las camas más cercanas. Las visitas en los jueves y domingos de mis tíos y primos mayores los pequeños no tienen permitida la entrada al centro que vienen con “tebeos”, libros y cualquier otro elemento de distracción, hacen que la estancia aquí sea más fácil. La adaptación de mi madre a la situación es más complicada.

La vida en la sala está reglada por un horario férreo. Empieza a las siete de la mañana y Balbina viene, cama por cama, levantando a los chavales para hacerla. Me interrumpe el sueño manera brusca, y me levanto poniendo los pies desnudos en el suelo que está frío como un  demonio. Cuando se lo cuento a mi madre, coge un gran enfado y protesta a Sor María Luisa. Su protesta ha tenido efecto y ha introducido una importante modificación en las costumbres de la sala, la aparición de las zapatillas. Los que las tenemos, nos evitamos sentir el frío suelo en los pies.


Acabada esta tarea se hacía la limpieza del polvo y de los suelos. En esta labor, realizada alternativa o conjuntamente por Balbina y Sor María Luisa, les ayudaban algunos de los chicos que tenían permiso médico para estar levantados. Después llegaba el desayuno y, más tarde, pasaba la visita el doctor Sánchez Puelles, en ocasiones acompañado por algún otro médico. Raramente aparecía don Martín, el titular de la sala, quien, por su edad y estado de salud había delegado la tarea en el doctor Sánchez Pueyes. Sobre las doce llegaba la comida y la tarde quedaba libre, salvo los jueves y domingos que eran días de visita, de cuatro a cinco, más o menos. A las seis se daba la cena, después de haber rezado el rosario y a las siete, toque de queda, apagón de luces y a dormir. Salvo la oportunidad de escuchar la radio gracias a que era totalmente silenciosa debido a los auriculares, aquí se acababa la historia del día. La fórmula se repetía monótonamente; salvo algún día de fiesta religiosa importante en el que se podía producir alguna novedad o cambio en el menú.

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