El
verano avanza y otros acontecimientos pasan a ser el centro de atención de la
calle y de todo el barrio. Las fiestas patronales de la Virgen del Carmen
provocan una pequeña convulsión en las personas que aún no han olvidado que
aquel barrio era, no hacía mucho tiempo, un pequeño pueblo junto a la
capital. Aún se decía, de forma
coloquial «voy a Madrid» cuando alguien tenía la necesidad de
desplazarse al Centro. La incorporación, como un distrito más a la gran ciudad,
había hecho perder parte de la personalidad del barrio, personalidad que parecía
recuperarse durante estas fiestas. Farolillos y cadenetas aparecían aquí y allá
en distintos puntos del barrio, unos, puestos de manera oficial por el
Ayuntamiento, normalmente en las calles
importantes o por donde tenía que pasar la procesión, otros, puestos por
comerciantes o particulares para atraer a la gente a determinados lugares, en
alguno de ellos podía oírse, por las noches, algún pick-up invitando a los
vecinos a bailar en plena calle, aunque esta costumbre estaba cayendo en
desuso. El tráfico rodado ponía serias dificultades e interrumpía con demasiada frecuencia el baile de las
parejas. Además, los vecinos que vivían en las inmediaciones de estas
improvisadas salas de fiesta y que tenían que madrugar al día siguiente, no
estaban muy de acuerdo con la idea y,
más de una vez, manifestaban ese desacuerdo de maneras poco ortodoxas.
Los
aficionados al baile concentran ahora sus esfuerzos en la kermés que se monta
en el antiguo campo de fútbol del Rayo Vallecano y donde, cada año, se elige a
la miss del barrio. En este caso, los vecinos de los alrededores sufren, en
grado superlativo, los inconvenientes del ruido, pero a éstos no les queda más
recurso que el del pataleo.
El
centro de atracción y de reunión del barrio es “el bulevar “. Casi podría
decirse que es el único punto del barrio donde parecía haberse detenido un
urbanista. Es una extensión entre dos calles, de no más de cuatrocientos metros
de longitud en los que unas áreas verdes y algunos bancos lo hacen un
lugar agradable a la vista, y que invita
a perder algún tiempo disfrutando de la sombra generosa de los plátanos que son
el principal ornamento del pequeño parque y donde, chicos y mayores, pasan
ratos de ocio, jugando los unos, y comentando hechos actuales o pasados los
otros. Hace algunos años, durante las fiestas de la Patrona, se instalaban
tiovivos, tómbolas, y casetas de tiro al blanco y durante la Navidad un monumental nacimiento. Sólo lo último se
sigue haciendo,
La
verbena fue la parte de la fiesta que primero cambió. Como en otros muchos
sitios de Madrid, las verbenas se convirtieron en algo imposible de mantener en
lugares donde el tráfico rodado aumentaba hasta hacer imposible su existencia.
Aunque se trataba de encontrar nuevos lugares para ellas, no se conseguía que
tuviesen el ambiente que la gente necesitaba para seguir acudiendo y fueron
muriendo. La verbena del “Puente de Vallecas”, no fue una excepción.
En
cualquier caso, el punto culminante de la fiesta era la procesión con la imagen
de la Virgen del Carmen que salía de la Iglesia de San Ramón Nonato y que
recorría las calles que durante la mañana habían recorrido los gigantes y
cabezudos. Sin duda era la manifestación
más importante de la identidad del barrio cuando aún no era un distrito
de la Capital, y que trataba de mantenerse aun cuando, desde 1950, el barrio
había sido absorbido por la gran urbe en que Madrid se iba convirtiendo.
Ésta
incorporación introdujo un cambio sustancial: la necesidad de sustituir el
nombre de las calles por razones de duplicidad,
ya existían otras con el mismo nombre en el centro de Madrid. La avenida
de José Antonio, por ejemplo, pasó a llamarse avenida del Monte Igueldo; la
calle de Los Requemas, pasó a llamarse del Monte Perdido…Todas las calles del
barrio recibieron nombres de montes, picos, sierras..., todos los accidentes
geográficos de la península ibérica, estuvieron representados en el barrio.
Durante mucho tiempo, los vecinos siguieron llamando a las calles por sus
nombres antiguos.
Todos
estos cambios fueron configurando la nueva fisonomía del barrio. Poco tiempo
después, otro cambio, más importante, fue la llegada masiva de inmigrantes de
otros puntos de España.
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