domingo, 20 de septiembre de 2015

Eventos

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Papa Francisco en Cuba


Elecciones en Grecia


Libertades en Venezuela


Intento de secesión en Cataluña


Seres humanos huyendo de la guerra


Final Eurocopa de Baloncesto



En este Mundo, nada sucede por casualidad. Todo pasa porque se han creado las condiciones para que eso pueda suceder....

La pregunta es... Si las condiciones se han creado consciente, o inconscientemente

martes, 15 de septiembre de 2015

El golpista III

Ya eran las tres de la tarde, la situación no terminaba de aclararse y decidí bajar al restaurante para tomar algo. Al contrario que por la mañana, estaba a rebosar de gente y me costó trabajo encontrar una  mesa donde sentarme. La confusión era grande, los huéspedes, nerviosos, hablaban todos a la vez y militares armados vigilaban el hall y el restaurante.

— Ha tenido usted suerte de bajar ahora — me informó mi compañero de mesa—, los militares han ocupado el hotel y han dado orden de desalojar las habitaciones que dan al aeropuerto militar ya que han entrado proyectiles a algunas de ellas. Hace sólo media hora estábamos, todos, cuerpo a tierra, en el suelo del recibidor y del restaurante.

La comida era escasa y sin posibilidad de elegir, sólo un plato de arroz con algo de carne. Algunos de los huéspedes, en un estado cercano al histerismo, hablaban de irse al aeropuerto a tomar el primer avión que saliese para cualquier sitio. Me pareció una decisión absurda ¿Cómo iban a llegar al aeropuerto? ¿Y quedarse allí hasta que saliese un avión? Yo tenía todavía pendiente una semana de trabajo y decidí que cumpliría mi compromiso. ¿No me habían dicho de la embajada española que el golpe estaría terminado aquella misma tarde? Cuando terminé la frugal comida, volví a mi habitación.

El pronóstico del funcionario de la embajada se cumplió y la televisión anunciaba el final de la intentona sobre las cinco de la tarde; los cabecillas de los sublevados habían abandonado el país en un avión con destino a Perú, donde les acogió su presidente.

Después de oír la noticia salí del hotel; las calles aledañas estaban desiertas y apenas algún transeúnte se aventuraba fuera de sus casas. Procurando no alejarme mucho, la casualidad me llevó a encontrar una heladería abierta. Entré y la heladera me sirvió como si no pasara nada. ¡Qué bueno sabía aquel helado de vainilla después de la tensión vivida desde que me levanté y, camino del baño, de forma mecánica, había encendido el aparato de televisión!